Que nos registren
El paternalismo, fuertemente anclado en la tradici¨®n de identificar a los jefes de Estado con pap¨¢s, da como resultado una naci¨®n sujeta a un an¨¢lisis freudiano bastante barato
Ahora que est¨¢ en tela de juicio el fomento de los trenes de alta velocidad, con estudios que cuestionan su rentabilidad, no est¨¢ de m¨¢s recordar que una particularidad de estas l¨ªneas ferroviarias es que cada presidente lograba llevarlas hasta su lugar de nacimiento, en un brindis por su patria chica. Una sociedad desarrollada se puede permitir debatir sobre el modelo de infraestructuras que mejor se le acomoda. El paternalismo, fuertemente anclado en la tradici¨®n de identificar a los jefes de Estado con pap¨¢s, da como resultado una naci¨®n sujeta a un an¨¢lisis freudiano bastante barato. Del AVE se enjuicia lo que tiene de fomento de desigualdad entre el pasajero habitual y el que se permite ese lujo solo en ocasiones. Dinamizador de sectores como el tur¨ªstico, nadie ignora que respond¨ªa a electoralismo de gran eficacia. Lo malo del debate es que, a poco que nos esforcemos, el tren de alta velocidad acabar¨¢ siendo como el aborto, un argumento para hacer pol¨ªtica en la recta final antes de las elecciones y sacudir el arbolito de los votantes fieles.
Pero, prolongando esa figura del presidente apegado a su terru?o, se ha consumado por fin el gui?o corporativo de Mariano Rajoy hacia su profesi¨®n civil. Los registradores de la propiedad recibir¨¢n cuatro millones de euros del erario p¨²blico para que sigan haciendo la gesti¨®n, por ejemplo, de los expedientes de nacionalidad. A esto hay que sumarle la creaci¨®n de nuevos aranceles y gestiones forzosas y de pago para los ciudadanos en el Registro. La privatizaci¨®n del Registro Civil ha sido consumada con esa manera de estropiciar lo p¨²blico tan de aqu¨ª.
El espectador no acaba de saber muy bien si este viraje respond¨ªa a intereses generales, pero se ha quedado con la desagradable casualidad de que un registrador sea presidente cuando se legisla en su favor. A la espera de un presidente cantante de zarzuela que vuelva a renovar el g¨¦nero chico, todo tiene la apariencia de un dislate interesado. En pol¨ªtica importa mucho la sonoridad de la legislaci¨®n, su m¨²sica para los o¨ªdos de profanos, algo as¨ª como la fotogenia de los decretos. Y este asoma feo y costoso para los ciudadanos, que cada vez llevan peor saber que existir burocr¨¢ticamente se est¨¢ convirtiendo en un lujo caro.
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