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ENSAYO

Historia y novela, seg¨²n James Ellroy

Maestro indiscutible de la novela negra contempor¨¢nea, el autor aborda en este ensayo las claves personales de su vocaci¨®n como escritor

James Ellroy.
James Ellroy.Daniel Mordzinski

Ross Macdonald escribi¨® esta frase en 1979. Era la conclusi¨®n de su pr¨®logo a la recopilaci¨®n de novelas Archer in Jeopardy. Macdonald describe su desarraigo geogr¨¢fico y sus manifestaciones ps¨ªquicas. Hab¨ªa nacido en California y hab¨ªa crecido en Canad¨¢, y pretendi¨® reclamar su doble herencia a trav¨¦s de la ficci¨®n. Las novelas de Macdonald presentan a ni?os perdidos envueltos en el torbellino de genealog¨ªas asesinas. Un detective desocupado les ayuda a investigar sus or¨ªgenes y les deja llenos de revelaciones y congoja. Los propios or¨ªgenes del investigador permanecen ocultos. Es consciente de que su trabajo es explicar y servir de gu¨ªa. Lleva a los ni?os perdidos a casa y desaparece al final de cada libro. Les ha dado el peligroso conocimiento y les ha permitido echar un vistazo a la Historia.

Macdonald conceb¨ªa la Historia como la vida de las familias sacudidas a trav¨¦s del tiempo. Escrib¨ªa dramas dom¨¦sticos ba?ados en homicidio y dejaba que los acontecimientos surgieran en elipsis. El tiempo anula la conciencia individual. Nuestras b¨²squedas terminan en la p¨¢gina en blanco del m¨¢s all¨¢. Vivimos vidas de sucesos p¨²blicos comprobados y drama interior no registrado. Somos la infraestructura humana secreta de la Historia.

Nuestras acciones han influido en la Historia de formas imperceptibles. Nuestra revelaci¨®n y nuestra congoja ocultas forman la Historia. Al final, poseemos nuestro derecho natural como fragua de la Historia. Algunos artistas la forjan con el lenguaje.

Yo soy el que explica a Macdonald y al mismo tiempo soy uno de sus ni?os perdidos. Procedo de su entorno, el sur de California, y en m¨ª influyeron la novela policiaca y el asesinato de mi madre, nunca resuelto. Nac¨ª en 1948. La Segunda Guerra Mundial hab¨ªa terminado tres a?os antes. La guerra sigui¨® llenando la conciencia p¨²blica durante toda mi infancia. Su omnipresencia era tal que estaba convencido de que no se hab¨ªa acabado. Una vez dije algo que alert¨® a mi madre de mi error. Me respondi¨®: ¡°La guerra termin¨® hace m¨¢s de 11 a?os. T¨² ni siquiera hab¨ªas nacido¡±.

Pero mi madre no me convenci¨®. Yo ya hab¨ªa decidido que la Historia era mi derecho inalienable. Ya me hab¨ªa convencido de que yo estaba all¨ª. Viv¨ªa en libros y pel¨ªculas que mostraban el torbellino del tiempo anterior al m¨ªo. La disyunci¨®n de Ross Macdonald era geogr¨¢fica. Sus dobles ra¨ªces, en Estados Unidos y Canad¨¢, le atormentaban. Mi desconexi¨®n era entre el mundo prosaico en el que viv¨ªa y el mundo hist¨®rico de mi imaginaci¨®n.

Vi una fotograf¨ªa del D¨ªa de la Victoria, en agosto del 45. El lugar era Wilshire Boulevard, en Los ?ngeles. Una mujer de pelo oscuro saludaba a un cami¨®n lleno de soldados al pasar. L.A. era mi ciudad. Esa mujer era m¨ªa. Desde hace cincuenta y tantos a?os pienso en ella cada d¨ªa. No tengo ni idea de qui¨¦n era.

El pasado reciente est¨¢ tan cerca que se puede tocar y, al mismo tiempo, es fastidiosamente inalcanzable. Es una pizarra m¨¢gica para gente dotada de imaginaci¨®n. El mundo de mi ni?ez me aburr¨ªa y me irritaba. Prefer¨ªa la Segunda Guerra mundial y la amenaza roja al tormentoso matrimonio y el divorcio de mis padres. Lo que m¨¢s me gustaba era leer, ver cine y dar rienda suelta a la imaginaci¨®n. Mi vida mental era en gran parte un barullo hist¨®rico. Estaba poblada por demonios nazis y comunistas, meclados con mujeres provocativas. Estaba creciendo en la ¨¦poca final del cine negro cl¨¢sico. Vi Camino del oro con mi padre. Unos pobres diablos desquiciados que roban un tren lleno de lingotes de oro. Despu¨¦s del cine, mi padre me llev¨® por Hollywood Boulevard. Me solt¨® algo sobre que ten¨ªa que ¡°visitar a un amigo¡± y me dej¨® ante un edificio de apartamentos destartalado.

Entonces lo comprend¨ª: Cherchez la femme. Los adultos ment¨ªan a los ni?os y ten¨ªan citas clandestinas. Ya lo sab¨ªa. Los comunistas y los g¨¢ngsters ment¨ªan ante las comisiones de investigaci¨®n. Las mentiras significaban que ocurr¨ªa alguna otra cosa. ?Qu¨¦ era lo que ocurr¨ªa en realidad? Nunca lo sabr¨¦. Tendr¨¦ que inventarme una historia que resulte veros¨ªmil y atractiva.

Historia.

Abandono despreocupado. Las t¨®rridas novelitas que mis padres dejaban a la vista.

Los ?ngeles, el epicentro del cine negro. L.A., al final de la era del cine negro cl¨¢sico.

Decid¨ª hacerme novelista cuando ten¨ªa 10 a?os. Sent¨ªa que era un derecho y un ¨²ltimo recurso. Mi madre muri¨® asesinada en junio de 1958. Mi relaci¨®n con la Historia se hizo mucho m¨¢s local y criminal. Empez¨® a florecer un subtexto sexual que presagiaba la pubertad.

Me dol¨ªa pensar en mi madre y los datos documentados de su muerte. De modo que utilic¨¦ a una joven llamada Elizabeth Short en su lugar. Esta mujer muri¨® asesinada en Los ?ngeles en 1947 y se hizo famosa con el apodo de La dalia negra. Su vida y su muerte formaron mi primer intento de ficci¨®n mental sostenida. La historia se despleg¨® en mi mente durante el final de mi ni?ez y mi adolescencia. Sab¨ªa que acabar¨ªa escribiendo una novela sobre el caso de Beth Short. El libro se public¨® en 1987. Ten¨ªa 39 a?os y era un veterano so?ador hist¨®rico.

Mis conocimientos reales sobre Historia eran exiguos. Eran muy inferiores a mi proceso de crear toda una serie de escenas a partir de ellos. Absorb¨ªa la historia documentada y enseguida volv¨ªa a la extrapolaci¨®n y la invenci¨®n. Viv¨ªa la infraestructura humana secreta de los grandes hechos p¨²blicos.

Crec¨ª durante el boom de posguerra, la Guerra de Corea, las sesiones del Senado sobre el cruce de acusaciones entre el Ej¨¦rcito y el senador McCarthy. Mis historias mentales estaban llenas de cataclismos. El fin de la segregaci¨®n en Little Rock, Arkansas, y el ascenso de kennedy; con mis dramas humanos en el centro. La muerte de Jack Kennedy, la lucha de los derechos civiles, las muertes de Martin Luther King y Robert Kennedy. Escrutinio, selecci¨®n extracci¨®n.

Yo soy el tipo que rebobina las im¨¢genes de los informativos y las traduce al papel. Soy un refugiado del ¡®ahora"

La Historia termin¨® en 1972. Sab¨ªa instintivamente que mi arco narrativo hab¨ªa llegado a su fin. Pas¨¦ los 14 a?os posteriores repasando las historias ocurridas entre 1946 y 1972.

El mecanismo de escape de un ni?o. La locura de un adolescente caprichoso. Los fundamentos en los que un joven aprendi¨® a desarrollar su prosa.

Las revistas de informaci¨®n me inspiraban. Las fotograf¨ªas con sus pies me daban los datos suficientes para atrapar un hilo narrativo y lanzarme. Los informativos de televisi¨®n me dinamizaban. Estaba all¨ª cuando los Rosenberg fueron ejecutados en Sing Sing y acompa?¨¦ sus almas en el ¨²ltimo recorrido. Una continuaci¨®n de la mujer en la foto del D¨ªa de la Victoria, con su novio soldado en Dave¡¯s Blue Room. Las revistas Confidential de mi padre estaban llenas de sobreentendidos. Peleas en bares de lesbianas. M¨²sicos de jazz enganchados a la droga. Aliteraciones y palabras escritas con K donde correspond¨ªa una C.

Viv¨ª lleno de furia mi ni?ez, mi adolescencia y mi juventud. Era solitario y estaba siempre a la deriva. No ten¨ªa ninguna precodidad, y s¨ª un inmenso fervor autodidacta. Entonces se trataba de divertirme y pasar el tiempo. Es ahora cuando doy sentido a esa vocaci¨®n. Mis reflexiones inclu¨ªan una educaci¨®n moral, la tarea de ense?arme a m¨ª mismo qu¨¦ significaba la Historia.

Noticias nacionales. Desplazados y refugidos de guerra. Montones de cad¨¢veres en el Congo belga. Vuelta a las noticias locales. La historia de los Dos Tonys [los mafiosos Anthony Brancato y Anthony Trombino] en agosto de 1951. Heridas de bala a quemarropa, con la dureza del blanco y negro.

Fotograf¨ªas escandalosas. Los textos correspondientes. Caos y p¨¦rdidas desgarradoras. El precio de las maldades cometidas por los hombres y las naciones. Emmett Till muerto por linchamiento en el Mississippi rural. Un odio racial corrosivo y multiplicado.

Todo ello me dejaba impert¨¦rrito. Me parec¨ªa incompleto. Sent¨ªa que faltaba una explicaci¨®n y que todo estaba relacionado. Me lo aseguraban mi sentido infantil del relato y mi educaci¨®n luterana. Todos poseemos una historia porque todos poseemos un alma. Y todo aquello parec¨ªa una misma historia que solo yo pod¨ªa contar.

Megaloman¨ªa juvenil.

Un rasgo caracter¨ªstico de novelista.

Era un artista multimedia antes de que existiera el concepto. Convert¨ªa a mujeres que hab¨ªa visto una vez en hero¨ªnas de la Segunda Guerra Mundial y diosas del mundo criminal. La fantas¨ªa hist¨®rica era un ung¨¹ento para el maltrecho amor que atesoraba y guardaba dentro de m¨ª. Lo era entonces y sigue si¨¦ndolo ahora.

¡°La mayor parte de la ficci¨®n est¨¢ influida por la geograf¨ªa e impregnada por la autobiograf¨ªa¡±.

Lo escribi¨® Ross Macdonald. Anima a los novelistas a quedarse en un sitio y sirve de advertencia en clave. Les aconseja que sean moderados con la autobiograf¨ªa y dediquen m¨¢s tiempo a otros personajes.

La Historia es la migraci¨®n humana a trav¨¦s del tiempo. Su representaci¨®n ficticia exige una perspectiva muy concreta. Vivo en el ahora pero permanezco en el entonces. Algunos de mis entonces ficticios pertenec¨ªan a mi ¨¢mbito de experiencia y otros eran anteriores a mi nacimiento. Escribo novela en los estilos subjetivos de primera persona y tercera persona, y adopto varias perspectivas. Pienso en el lenguaje de la ¨¦poca y escribo como si todav¨ªa fuera esa ¨¦poca. Obedezco el consejo de Ross Macdonald y me quedo all¨ª.

Mi trayectoria est¨¢ circunscrita por los lugares y definida por fechas de fallecimiento. Los primeros son Los ?ngeles y Estados Unidos en general. Las segundas, los momentos exactos en los que mi madre y Elizabeth Short exhalaron su ¨²ltimo suspiro. Ambos designan mi acuciante deseo de abandonar mi vida actual y vivir all¨ª y entonces.

¡°No la conoc¨ª en vida¡±.

Es la primera frase de la primera novela de El Cuarteto de Los ?ngeles. El narrador es un polic¨ªa y exboxeador llamado Bucky Bleichert. La mujer a la que Bleichert nunca conoci¨® es Elizabeth Short. Cherchez la femme. Comenc¨¦ mi carrera de novelista hist¨®rico meditando sobre una mujer inalcanzable.

La dalia negra comprende el periodo 1946-1949 y va seguida de El gran desierto. Este libro sucede en 1950 y narra una ola ficticia de p¨¢nico a los rojos en Hollywood. El gran desierto es casi una panor¨¢mica. He empezado a comprender la gran perspectiva hist¨®rica y su presentaci¨®n escrita. El gran desierto naci¨® de una epifan¨ªa. Una bombilla que se me encendi¨® en la cabeza. Un teletipo que dec¨ªa: ¡°Cualquier cosa que puedas concebir, la puedes hacer realidad¡±. Una revelaci¨®n que asombr¨® a este megal¨®mano.

Despu¨¦s de El gran desierto escrib¨ª L.A. Confidential. La novela abarca el periodo entre 1950 y 1958 y es todav¨ªa m¨¢s panor¨¢mica. Estaba siguiendo las huellas de Ross Macdonald. Lugar. El lenguaje del derecho inalienable.

Soy de Los ?ngeles, y entonces pensaba que Los ?ngeles era el mundo entero. Es una mentalidad de xen¨®fobo y megal¨®mano. Mis novelas situadas en Los ?ngeles desprenden una terrible sensaci¨®n de inmersi¨®n prolongada. Nunca he analizado ni diseccionado Los ?ngeles, nunca he escrito epigramas sobre su significado. Soy de all¨ª. Nac¨ª all¨ª. Me cri¨¦ en el epicentro del cine negro y en la edad de oro del cine negro. Tuve suerte. Mis padres me tuvieron en un lugar genial.

El Cuarteto de L. A. termina con Jazz blanco. Esta novela reivindica formalmente mi ciudad natal y un profundo respeto por su lenguaje. El narrador es un polic¨ªa corrupto, Dave Klein, ¡°el ejecutor¡±. La vida del teniente Klein est¨¢ vini¨¦ndose abajo. Ocurre desde finales de oto?o del 58 hasta el 59. Todas las tramas de las tres novelas anteriores coinciden en este personaje malvado. Klein escribe en frases inconexas a medida que su crisis nerviosa y su derrumbe ps¨ªquico se aceleran. Es un racista y mat¨®n de barrio que utiliza las palabras como la m¨²sica negra de be-bop. Klein se dirige hacia una redenci¨®n a trav¨¦s de la inmolaci¨®n y el sacrificio. El Cuarteto de L. A. acaba como empieza. Un hombre solitario vuelve la vista desde la perspectiva del ahora. Est¨¢ al borde de la eternidad y piensa en una mujar.

Un grupo de japoneses busca tierras para construir una granja en 1942.
Un grupo de japoneses busca tierras para construir una granja en 1942.AP

Cherchez la femme.

No puedo evitarlo.

Ni quiero.

Sab¨ªa que hab¨ªa sacado todo el partido posible al entonces de Los ?ngeles. Hab¨ªa fundido la novela policiaca y la novela hist¨®rica. Hab¨ªa escrito una eleg¨ªa a mi ciudad y hab¨ªa disfrutado con su lenguaje. Quer¨ªa escribir otro tipo de libro. Quer¨ªa salir de Los ?ngeles. Quer¨ªa unir la novela policiaca, la novela hist¨®rica y la novela pol¨ªtica. Cre¨¦ la Trilog¨ªa Americana.

La serie aborda de frente los a?os sesenta. Transcurre entre 1958 y 1972. Es un viaje a trav¨¦s del pa¨ªs, con excursiones al extranjero. L. A. va y viene. Es la base de unos demonios itinerantes, nada m¨¢s. Am¨¦rica describe el ascenso y ca¨ªda de Jack Kennedy. Lo vemos a trav¨¦s de los ojos de sus asesinos. Seis de los grandes se desarrolla desde Dallas en 1963 hasta los asesinatos de MLK y Robert Kennedy. El relato evoca las cadencias de be-bop de Dave Klein en Jazz blanco. La Trilog¨ªa fue una obra de expansi¨®n megal¨®mana y una reafirmaci¨®n reforzada de mi identidad. El Cuarteto de L. A. dec¨ªa: ¡°Soy de Los ?ngeles¡±. La Trilog¨ªa Americana dec¨ªa: ¡°Soy estadounidense¡±.

Sangre vagabunda completa la serie. El protagonista es un joven detective privado aficionado a espiar por las ventanas. Es un ser virginal que sale en busca de mujeres. Lo que encuentra le sobrepasa y se convierte en la voz que resume una ¨¦poca. Es un bobo y un idiota. Se ha colado en algo que le supera. Sac¨® todo lo que pudo de los a?os sesenta y en el 72 est¨¢ quemado. Siempre ha sido un don nadie. Nadie le ha tomado en serio. Pero ha sobrevivido. Todos los peces gordos acabaron muertos o exhaustos. Siempre hay alguien que sobrevive para contar la historia y lo que significa.

Ese es mi trabajo. Yo soy el tipo que rebobina las im¨¢genes de los informativos y traduce las im¨¢genes al papel. Soy un refugiado del ahora que vuelve al entonces. Soy el megal¨®mano de sill¨®n, lleno de efervescencia.

Hab¨ªa agotado mi veta hist¨®rica. Siete novelas. El crimen como Historia, la Historia como crimen. Una despedida a mi ciudad. Nuestra naci¨®n in extremis. El lenguaje, siempre fecundo, siempre cambiante, siempre en evoluci¨®n conmigo.

En 2008 cumpl¨ª 60 a?os. Examin¨¦ el mundo en ese instante trascendental y lo encontr¨¦ muy poco atractivo. Nunca he usado un ordenador ni tengo un tel¨¦fono m¨®vil. Nunca he enviado un correo electr¨®nico ni un SMS ni me he registrado en ninguna p¨¢gina web. Soy un pionero en lo literario pero un reaccionario en lo personal. El mundo de ahora es un lugar del que quiero esconderme. El mundo de entonces es un lugar que deseo abrazar.

¡°A la hora de la verdad, poseo mi ciudad natal y estoy pose¨ªdo por su lenguaje¡±.

Regres¨¦ a Los ?ngeles en 2006. Voy all¨ª cuando las mujeres se divorcian de m¨ª. Reflexion¨¦ sobre mi pasado y prepar¨¦ mi siguiente paso. Me sent¨¦ ante la mesa. Repas¨¦ mentalmente escenas de calle y di vueltas a la cabeza. Y, una fr¨ªa noche de s¨¢bado, un destello golpe¨® mis sinapsis.

El internamiento de los japoneses en 1941 y 1942. La injusta pero comprensible reacci¨®n a Pearl Harbor.

Carreteras serpenteantes que suben las laderas de las sierras californianas. Pinos cubiertos de nieve. Un autob¨²s del ej¨¦rcito estadounidense que se dirige a Manzanar. Ciudadanos de origen japon¨¦s, esposados, vapuleados por la Historia.

Lo vi con toda claridad. Pens¨¦ en Bob Takahashi.

Era octubre del 62. Yo ten¨ªa 14 a?os y estaba en primero de bachillerato, en la Fairfax High School. La crisis de los misiles de Cuba estaba en su apogeo. JFK y los rusos compet¨ªan en provocaciones y se jugaban el futuro del mundo.

Bob Takahasi hab¨ªa llegado hac¨ªa poco de otro instituto, Belmont High. Llevaba camisas de franela marca Sir Guy, botas de punta y chinos con una raja en la parte inferior. Belmont era un instituto para chicos malos. Dec¨ªan que Bob era un esbirro de la banda callejera Motos, llamada as¨ª por las novelas policiadas de Mr. Moto.

Bob el malo y yo charl¨¢bamos durante la hora de estudio. Disfrut¨¢bamos con la perspectiva de la guerra nuclear. Bob dec¨ªa que equivaldr¨ªa a 10.000 Pearl Harbors. Tir¨¢bamos bombas hechas de papel enrollado y hac¨ªamos ruidos como si explotaran.

Bob me cont¨® sobre los campos de internamiento. Hab¨ªa nacido despu¨¦s de la guerra y a ¨¦l se lo hab¨ªan contado sus familiares. Las bombas cayeron sobre Pearl Harbor el 7 de diciembre. La bomba del miedo cay¨® sobre Los ?ngeles ese mismo d¨ªa. La polic¨ªa federal ya hab¨ªa elaborado una lista de japoneses de la ¡°quinta columna¡±. Identificaba a supuestos fascistas y los subversivos que les rodeaban. El gran miedo los provocaban el sabotaje industrial y los ataques por mar y aire. El Informe Munson cay¨® en el olvido. Comenzaron las redadas locales.

Franklin D. Roosevelt hab¨ªa enviado a un hombre llamado Curtis Manson a la costa oeste de Estados Unidos. Parec¨ªa inminente el estallido de un conflicto con Jap¨®n. Munson pas¨® tiempo en las zonas habitadas por japoneses y cont¨® lo que hab¨ªa visto. Defendi¨® en¨¦rgicamente a los japoneses que viv¨ªan en California y dijo que eran pat¨¦ticamente leales a su pa¨ªs de acogida. Eso era en noviembre.

El 7 de diciembre, cayeron las bombas sobre Pearl Harbor.

Se suspendieron las garant¨ªas judiciales. Se confiscaron las propiedades y los bienes. Se encerr¨® a familias enteras en los paddocks del hip¨®dromo de Santa Anita.

Empec¨¦ a estudiar en serio los campos de internamiento fue en 2008. Hab¨ªa o¨ªdo hablar de ellos por primera vez en 1962. Di muchas vueltas a la idea hasta que logr¨¦ lo que quer¨ªa.

Era un aut¨¦ntico fil¨®n para un megal¨®mano. Era decir: puedes y debes volver a casa.

Viv¨ª lleno de furia mi ni?ez, mi adolescencia y mi juventud. Era solitario y estaba siempre a la deriva. No ten¨ªa ninguna precocidad"

Iba a escribir El Segundo Cuarteto de L. A. y situarlo en Los ?ngeles durante la Segunda Guerra Mundial. Colocar¨ªa a personajes reales y otros ficticios del Cuarteto y de la Trilog¨ªa Americana en mi ciudad natal durante la guerra, mucho m¨¢s j¨®venes que en los otros libros. Estas cuatro novelas formar¨ªan un continuo con las siete anteriores. En total, cubrir¨ªa 31 a?os. Algunos personajes secundarios de los dos primeros conjuntos de obras pasar¨ªan a primera fila. Algunos protagonistas quedar¨ªan aqu¨ª en segundo plano.

Dej¨¦ Los ?ngeles, recorr¨ª Estados Unidos y volv¨ª a la ciudad. El l¨ªmite entre mi vida real y mi vida ficticia era difuso. L. A. era un hecho consumado. Una cadena perpetua. Me fui a vivir fuera 25 a?os. Podr¨ªamos llamarlo un permiso de trabajo. Luego regres¨¦, cumpl¨ª 60 a?os y tuve una visi¨®n. T. S. Eliot escribi¨®: ¡°En mi principio est¨¢ mi final¡± y ¡°En mi final est¨¢ mi principio¡±. Estas frases sustituyeron a la de Ross Macdonald, ¡°A la hora de la verdad, poseo mi ciudad natal y estoy pose¨ªdo por su lenguaje¡±. Una chispa en el cerebro, una noche de s¨¢bado, ampli¨® ese grado de posesi¨®n.

Planear novelas ¨¦picas significa reflexionar mucho. Me gusta el proceso. Primero medit¨¦ sobre la designaci¨®n. El Cuarteto de L. A. mezclaba la novela policiaca y la novela hist¨®rica. La Trilog¨ªa Americana un¨ªa la novela policiaca, la hist¨®rica y la pol¨ªtica. Decid¨ª que el Segundo Cuarteto de L. A. iba a consistir en novelas rom¨¢nticas e hist¨®ricas.

Plane¨¦ cuatro grandes libros, que estar¨ªan llenos de grandes personajes, ideas importantes, acontecimientos extraordinarios. El mundo estaba en llamas y enloquecido por el trauma. Los ?ngeles era un puerto, un lugar estrat¨¦gico fundamental, un monolito de producci¨®n de guerra. Era la puerta de acceso al Pac¨ªfico y los escuadrones japoneses. Chinatown y Little Tokyo estaban uno al lado de otro. Los chinos y los japoneses eran enemigos hist¨®ricos. Las violaciones y matanzas de Nanking a manos de los japoneses elev¨® las atrocidades a niveles sin precedentes y aliment¨® de forma irremediable la enemistad entre los dos pa¨ªses. El Ayuntamiento de Los ?ngeles se encontraba a caballo entre los dos barrios. Y el Departamento de Investigaci¨®n de la polic¨ªa estaba en la sexta planta.

Geograf¨ªa.

Proximidad como destino.

Proximidad equivalente a combusti¨®n.

El Segundo Cuarteto de L. A. se me apareci¨® con todo detalle. El volumen 1 recorri¨® mi cerebro en su totalidad. Busqu¨¦ en las siete novelas anteriores los personajes principales y a?ad¨ª otros, tanto hist¨®ricos como ficticios. La grave injusticia del internamiento de los japoneses me quemaba por dentro. Recuper¨¦ un apellido japon¨¦s mencionado una vez en las primeras p¨¢ginas de La dalia negra y design¨¦ al hombre como protagonista del primer volumen.

Iba a regresar al comienzo cronol¨®gico de mi obra. Nunca hab¨ªa escrito ni una sola frase de ficci¨®n situada en una ¨¦poca tan temprana.

La Trilog¨ªa se hab¨ªa convertido en un tratado sobre las creencias. Las dos protagonistas de Sangre vagabunda dec¨ªan sin cesar: ¡°Las creencias funcionan as¨ª¡±. El nuevo Cuarteto ten¨ªa que afianzar el tratado en Los ?ngeles, en el a?o 41. Una ¨¦poca de populismo lun¨¢tico, intervencionismo contra aislacionismo, ¡°cient¨ªficos raciales¡± chiflados a izquierda y derecha. El concepto de quintacolumnismo me facilit¨® la forma de empezar.

Era un concepto dif¨ªcil de manejar. La subversi¨®n interna naci¨® de una ideolog¨ªa enloquecida, expresada con intenci¨®n sediciosa. Se hab¨ªa apoderado de todo el pa¨ªs una idea disparatada.

El padre Coughlin hablaba de odio en la radio para una audiencia cat¨®lica. Llamaba a FDR ¡°Franklin Double-Cross Rosenfeld¡± [por traidor y por jud¨ªo] y de Adolf Hitler dec¨ªa que era un granuja simp¨¢tico. Gerald L.K. Smith cultivaba al grupo demogr¨¢fico de los protestantes. Coughlin y Smith eran socialistas desde principios de los a?os treinta, de los que dec¨ªan que hab¨ªa que repartir la riqueza. Ese tinte rojo hac¨ªa que estuvieran marginados. En su opini¨®n, no hab¨ªa m¨¢s que una rep¨²blica socialista que hubiera prosperado en Occidente: La Deutschesland nacional socialista.

Buscaban chivos expiatorios, y no era muy dif¨ªcil encontrarlos. Estados Unidos desprend¨ªa un antisemitismo despreocupado, que se manifestaba en la prensa diaria y en las sesiones del Senado. No era ninguna exhortaci¨®n al genocidio. Consist¨ªa en murmullos irritables y un molesto descontento.

Pero estaba all¨ª. Y la amenaza de la guerra hac¨ªa que fuera m¨¢s permisible. Hitler asesinaba a los jud¨ªos en Alemania mientras los demagogos norteamericanos aseguraban que los jud¨ªos eran los que hab¨ªan orquestado la guerra. Hitler, anticomunista, firm¨® un pacto de no agresi¨®n con Stalin, antifascista, y, aun as¨ª, invadi¨® Rusia. Los izquierdistas estadounidenses odiaban a Hitler y perdonaban al t¨ªo Josef su fallo temporal de buen gusto. Por supuesto, ignoraban las purgas agrarias en las que Stalin mat¨® a millones de personas. La izquierda odia a la derecha. Los chinos odian a los japoneses. Los irlandeses odian a los ingleses y viceversa. La brecha entre los cat¨®licos y los luteranos alemanes se remonta a la ¨¦poca de la Reforma y la Guerra de los Treinta A?os. Los locos de extrema derecha aseguran que los jud¨ªos inventaron el comunismo y tambi¨¦n Wall Street. Los fascistas espa?oles odian a los leales a la Rep¨²blica. Los eugenistas de izquierdas quieren crear seres humanos fuertes para luchar contra la bestia fascista. Los eugenistas fascistas quieren construir una raza superior. El Ministerio nazi de Sanidad ofrece bonos de reproducci¨®n a las mujeres arias atractivas.

Bienvenidos a la World Wide Web de 1941. As¨ª estaban las cosas entonces. Para que digamos que estamos mal ahora.

Ahora.

Entonces.

No tracen paralelismos entre ahora y entonces. No desautoricen la Historia. No nieguen la locura extraordinaria de aquel espantoso periodo. No me critiquen por volver al escenario del crimen m¨¢s importante de la Historia. Soy un megal¨®mano, pero no arrojo bombas. Estoy aqu¨ª para contar una historia de creencias y hombres salvajes y mujeres enamoradas, en Los ?ngeles, en la ¨¦poca de Pearl Harbor.

Tengo un pacto de conocimiento con Dios, mis editores y mis lectores. Es el siguiente: debo ser m¨¢s consciente de mi trabajo y esforzarme en mejorar. Debo habitar el entonces con mucho m¨¢s tes¨®n que cuando me siento ante mi mesa ahora. Debo pensar m¨¢s, elaborar argumentos m¨¢s s¨®lidos y sostener la concentraci¨®n con una obsesi¨®n m¨¢s decidida. Debo crear personajes a¨²n m¨¢s variados y vivir en sus almas tan apasionadamente como vivo en la m¨ªa. Debo estar a la altura del reto narrativo que representa cada nueva novela. Soy el heredero del tema y el oficio de Ross Macdonald. A la hora de la verdad, debo poseer mi ciudad natal y estar pose¨ªdo por su lenguaje.

James Ellroy.
James Ellroy.daniel mordzinski

Ahora me posee el lenguaje de los ?ngeles a finales de 1941. Estoy al borde del abismo y el precipicio del dominio de mi pa¨ªs. El aire es denso, poblado por la nomenclatura de la guerra que empieza, y por fin est¨¢n definidos nuestros enemigos. En todas partes se oye hablar de los Japs. Por fin se han resuelto los debates entre aislamiento e intervencionismo. La flota del Pac¨ªfico ha quedado diezmada. El ataque ocurri¨® 18 d¨ªas antes de Navidad. ?rboles cubiertos de guirnaldas y falsa nieve adornan Wilshire Boulevard, intercalados con carteles que dicen: ¡°?Recordad Pearl Harbor!¡°

Comienzan las redadas. Es el viejo miedo supersticioso. La gente dice Japs, ve Japs, piensa en Japs. Ya hemos identificado al enemigo. No hay autocensura como en el lenguaje de 2014. Jap, Jap, Jap. Todos son quinta columna, o podr¨ªan serlo, y hay que pensar que lo son. Estamos en guerra con Italia y Alemania. Los linajes de italianos y alemanes est¨¢n muy extendidos, as¨ª que es posible que todos estemos infectados. Es una repetici¨®n del ¡°libelo de sangre¡° de la ¨¦poca zarista. Es tan disparatado como las peroratas del padre Coughlin. Jud¨ªos que asesinan a ni?os gentiles y extieden su sangre sobre los matzos de Pascua. Los campesinos rusos se lo creyeron entonces. Ahora los estadounidenses creen que todos los Japs son quinta columna.

La creencia es grotesca y absurda. Los ataques de los japoneses sirven para racionalizarla. Es 1941. Estamos all¨ª. Estamos inmersos en la nomenclatura, el lenguaje, las conversaciones incesantes sobre la guerra. Estamos viviendo la aventura de Estados Unidos a principios de la Segunda Guerra Mundial, y no todo es malo.

Hay fiestas, hay m¨ªtines para vender bonos de guerra, hay dioses de la pantalla que se mezclan con la gente corriente. El sexo se hace igualitario. El esp¨ªritu de bonhom¨ªa en tiempo de guerra llega a los dormitorios, independientemente de las clases sociales. Es en ese momento cuando los polic¨ªas rebeldes se acuestan con estrellas de cine. Jimmie Lunceford act¨²a en el Trocadero. La gente disfruta con su inquietante ¡°Uptown Blues.¡±

Hay fabulosas peleas a pu?etazos. Hay historias de amor asombrosamente breves y profundas. Un filipino oye una canci¨®n llamada ¡°Johnny el asesino de japoneses¡±, sale, dispara contra un japon¨¦s y le mata. Por degracia, resulta que el hombre era chino. La noticia ocupa dos breves columnas en el Herald. La red que cubre toda la ciudad merece 10 veces m¨¢s espacio.

Es el argot norteamericano en subversiva ascensi¨®n. Es un pueblo que est¨¢ unido en una causa com¨²n y habla una nueva lengua materna. El insulto, la pregunta, la pulla, las palabras arrojadas, aturdidas. ?Por qu¨¦ morderse la lengua? A esos grumetes de Pearl les pill¨® todo por sorpresa. Nosotros podemos ser los siguientes.

¡°A la hora de la verdad, poseo mi ciudad natal y estoy pose¨ªdo por su lenguaje¡±.

La posesi¨®n me sienta bien. El amor al lenguaje me define. Siempre reclamo mi derecho natural de acuerdo con esos par¨¢metros. Soy un estadounidense nacido en Los ?ngeles. He vivido en mi ciudad y mi pa¨ªs en entonces espec¨ªficos y he regresado a ella ahora, en el momento de mi comienzo definitivo. No tengo un final. En eso me diferencio de Ross Macdonald. He comenzado el segundo volumen del Segundo Cuarteto de L. A. La Historia ha vuelto a llamarme a mi mesa.

Knopf public¨® el primer volumen el 9 de septiembre. Se titula Perfidia. Significa ¡°traici¨®n¡±, en espa?ol, y hace referencia a una lastimera canci¨®n de finales de los ¨²ltimos a?os treinta. La novela tiene 720 p¨¢ginas y es grande en todos los sentidos. La historia transcurre en tiempo real y abarca del 6 de diciembre al 29 de diciembre de 1941. Hombres y mujeres de gran coraz¨®n en Los ?ngeles, durante el mes de Pearl Harbor. Poseen grandes convicciones, grandes sue?os y un sentido del deber muy turbulento. Trabajan juntos y por separado para resolver un crimen tremendo y buscan el amor de forma temeraria y muy costosa. Perfidia es mi primera novela rom¨¢ntica e hist¨®rica. Es todo lo que s¨¦ del arte y el oficio de la ficci¨®n, la Historia, la conjunci¨®n de hombres y mujeres y el siempre acuciante misterio del motivo humano. Es una nota mezclada sobre el mundo en general, escrita desde mi puesto de viajero del tiempo. He retrocedido m¨¢s de 72 a?os y he vuelto con un regalo para ustedes. Por favor, ac¨¦ptenlo con mis mejores sentimientos.

Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.

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