La emoci¨®n de la prehistoria
Dos espa?oles, dos estadounidenses y un noruego inauguran las visitas a la Cueva de Altamira. El conjunto de pinturas en el norte de Espa?a explica el nacimiento del arte
Es el primer viaje a Espa?a de Leonore Weber, de 73 a?os, psicoterapeuta estadounidense jubilada. Cuando lleg¨® a Altamira este viernes por la ma?ana con una excursi¨®n organizada por el Museo de Historia Natural de Nueva York para visitar lugares prehist¨®ricos en el norte de Espa?a, ni siquiera sab¨ªa que se celebraba un sorteo gracias al que cinco elegidos podr¨ªan visitar la cueva. Tampoco pod¨ªa imaginarse que le iba a tocar. "Su dominio del arte es incre¨ªble, su habilidad para aprovechar los vol¨²menes de la propia cueva", explica despu¨¦s de los 37 minutos de visita ¨Cocho dentro de la sala de pol¨ªcromos¨C. "Es alucinante contemplar tan cerca el nacimiento de la sensibilidad art¨ªstica y que se haya producido tan pronto en la historia", prosigue. Esta neoyorquina fue una de las cinco personas que, entre unas 50, fue elegida por sorteo para entrar en uno de los yacimientos prehist¨®ricos m¨¢s importantes del mundo, una visitas criticadas por numerosos especialistas porque consideran que ponen en peligro el fr¨¢gil ecosistema de las pinturas. Los otros fueron dos espa?oles, un noruego y un estadounidense.
Todos los que han entrado en la cueva, o en los otros yacimientos cercanos que se pueden visitar con cupos mucho m¨¢s amplios como El Castillo o Las Monedas (300 personas al d¨ªa), ambas situadas en Puente Viesgo, esbozan un relato similar: una mezcla de misterio y emoci¨®n, la uni¨®n a trav¨¦s del arte con un pasado dif¨ªcil de imaginar cuando mamuts, rinocerontes lanudos, renos, bisontes, grandes depredadores como osos de las cavernas y leones vagaban por estas tierras en las que se refugi¨® la humanidad huyendo del hielo. En Las Monedas hay pocos dibujos pero son incre¨ªbles: un panel muestra enfrentados a un caballo y un reno, pintados con carboncillo. Los trazos son perfectos y demuestran una de las grandes caracter¨ªsticas de los pintores de las cavernas: su perfecto conocimiento del mundo en el que viv¨ªan, su capacidad de observaci¨®n de la naturaleza.
Aunque existen testimonios de capacidad simb¨®lica en ?frica hace 100.000 a?os (c¨¢scaras decoradas de huevo de avestruz, por ejemplo), el nacimiento del arte se produce en un momento parecido, en Europa, en Indonesia y en Australia, hace unos 40.000 a?os a trav¨¦s de figuras, pinturas (simb¨®licas o figurativas) y grabados. "?Qu¨¦ lo desencadena?", se pregunta Jos¨¦ Antonio Lasheras, director del Museo de Altamira, mientras espera a que se celebre el sorteo que inaugura la temporada de visitas. "No lo sabemos. Tiene que ver con lo que somos y con c¨®mo nos sentimos, c¨®mo nos vemos reflejados en im¨¢genes", prosigue.
El Hombre Le¨®n de Hohlenstein, tallado en un colmillo de mamut, tiene 34.000 a?os; las pinturas de la cueva francesa de Chauvet, descubierta en 1994 y de la que se acaba de inaugurar una r¨¦plica, 36.000; los bisontes de Altamira tienen unos 15.000, aunque en el yacimiento hay pinturas muy anteriores, hasta de 36.500 a?os. En El Castillo, un pictograma est¨¢ datado en 41.500 a?os ¨Cseguramente el m¨¢s antiguo del mundo¨C y varias manos en 37.500. La fecha es crucial: justo en ese momento se estaba produciendo el cambio m¨¢s importante en la historia de la humanidad: la llegada de los croma?ones (los humanos modernos) a Europa y la paulatina desaparici¨®n de los neardentales, que hab¨ªan dominado este territorio durante cientos de miles de a?os.
Todo esta relato del nacimiento del arte se encuentra concentrado en pocos kil¨®metros: por eso el conjunto de grutas decoradas de la cornisa cant¨¢brica forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco bajo el nombre global de Cueva de Altamira y Arte Paleol¨ªtico del Norte de Espa?a. En El Castillo, por ejemplo, hay restos arqueol¨®gicos que se prolongan durante casi 150.000 a?os. "Esta cueva permiti¨® ordenar la cronolog¨ªa de la historia europea", explica Lasheras.
Las visitas a Altamira, que se han retomado despu¨¦s de 12 a?os tras un periodo experimental, se hacen de forma muy controlada: cinco personas y dos gu¨ªas, una vez a la semana, elegidas por sorteo entre aquellas que acuden antes de las 10.30 a ver la r¨¦plica de la cueva. El r¨¦gimen de visitas ha provocado las cr¨ªticas de numerosos especialistas, como el Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense o investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). Juan Vicent, investigador y autor de numerosos trabajos sobre arte prehist¨®rico, asegura sobre las visitas: "Todo el arte paleol¨ªtico en cueva tiene parecidos problemas de conservaci¨®n. Su consumo como producto de la industria tur¨ªstica conlleva inevitablemente su destrucci¨®n. Eso lo saben todos los especialistas. Por eso se opt¨® por la pol¨ªtica de r¨¦plicas y por preservar los conjuntos m¨¢s destacados por su estado de conservaci¨®n y la calidad e integridad de sus contenidos art¨ªsticos, como Chauvet y Altamira. Abrir la cueva es una decisi¨®n estrictamente pol¨ªtica y probablemente cortoplacista".
Un primer informe del CSIC asegur¨® que las visitas pon¨ªan en peligro la cueva, que "ya hab¨ªa pasado el umbral de riesgo". Sin embargo, un segundo informe encargado por el Patronato de Altamira determin¨® que el deterioro de las pinturas depende de la naturaleza y que un r¨¦gimen de visitas bajo condiciones muy estrictas no les afecta. En El Castillo y Las Monedas hay zonas cerradas, por ejemplo una en la que se puede ver una pintura ins¨®lita de una cr¨ªa de mamut (el 90% de los dibujos encontrados en Europa reflejan los mismos animales: bisontes, uros, ciervos y renos).
Los que han salido elegidos, vestidos con trajes especiales para evitar la entrada de bacterias extra?as en la cueva, son ajenos a la pol¨¦mica. El noruego Sverre Bauck, de 66 a?os, aficionado a la prehistoria que ha estado en otras cuevas, asegura que la visita tiene algo de religioso, "como estar fuera del mundo". Le parece incre¨ªble la precisi¨®n y habilidad de los dibujos. "Son comparables a Picasso", afirma. La fascinaci¨®n que provocan tiene que ver con su belleza, pero tambi¨¦n con su misterio. El escritor John Berger relat¨® despu¨¦s de una visita a Chauvet: "?Con qu¨¦ frecuencia ven¨ªan? ?Trabajaron aqu¨ª varias generaciones de artistas? No hay respuestas. Tal vez nunca las haya. ?Es posible que tengamos que conformarnos con imaginar que ven¨ªan aqu¨ª para experimentar unos instantes especiales de equilibrio perfecto entre el peligro y la supervivencia, el miedo y la sensaci¨®n de protecci¨®n, y para conservarlos en su memoria? ?Acaso podemos esperar m¨¢s?". No hay respuesta m¨¢s all¨¢ de unas incre¨ªbles pinturas en los confines de una cueva que nos explican que el arte forma parte intr¨ªnseca de nuestra especie.
Babelia
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