¡®Cotton Fields Forever¡¯
Un triple disco explora los ecos musicales de una de las grandes tragedias hist¨®ricas: el comercio de seres humanos entre ?frica y Am¨¦rica
Como dicen en Estados Unidos, es el elefante en la habitaci¨®n, el monstruo que nadie menciona. La esclavitud o, m¨¢s exactamente, su legado, est¨¢ detr¨¢s de esas historias de polic¨ªas acribillando a j¨®venes negros, sin olvidar las aterradoras estad¨ªsticas sobre la pobreza o la poblaci¨®n de las c¨¢rceles.
Hablamos de Estados Unidos pero tambi¨¦n se podr¨ªa aplicar a otros pa¨ªses americanos. Con algunas diferencias notables: en EE UU, la esclavitud era un tema tab¨² que solo se rompi¨® a partir de los combates por los derechos civiles y con la recuperaci¨®n de la memoria que propici¨® el black power. Al menos, eso afirma Bruno Blum, compilador de Slavery in America (Fr¨¦meaux).
Blum explica la mayor presencia de la esclavitud en el cancionero caribe?o recordando su superior porcentaje de poblaci¨®n con ra¨ªces africanas, sin olvidar lo tard¨ªo de su emancipaci¨®n (incluso pol¨ªtica: Jamaica solo alcanz¨® la independencia en 1962). En Estados Unidos, el fin de la esclavitud fue traum¨¢tico, consecuencia de una guerra civil particularmente encarnizada.
Los peri¨®dicos de la ¨¦poca contaron la alegr¨ªa de los esclavos reci¨¦n liberados, los desfiles jocosos con que desafiaron a sus antiguos amos. La risa dur¨® poco: las leyes Jim Crow, reforzadas por la intimidaci¨®n violenta, convirtieron a los negros en ciudadanos de segunda categor¨ªa, solo aceptados como iguales en el mundo del espect¨¢culo y, con retraso, los deportes.
En el EE UU segregado, no eran de recibo las canciones sobre la esclavitud o sus consecuencias. Para el gran p¨²blico, solo colaban si ten¨ªan la forma de evocaciones po¨¦ticas, y mejor si ven¨ªan firmadas por profesionales blancos como los Gershwin o Hammerstein-Rodgers. El mercado negro aceptaba canciones de queja si ven¨ªan envueltas en jerga o sazonadas con humor; en realidad, los guetos urbanos rechazaban las cr¨®nicas de penalidades, recordatorios de tiempos infames y supuesto lastre para el ascenso social. Solo el blues evocaba los horrores sure?os, las prisiones como Parchman o Angola.
Music¨®logos como Alan Lomax inmortalizaron en plantaciones y prisiones a hombres que hab¨ªan perdido hasta la dignidad del nombre
Una antolog¨ªa como Slavery in America habr¨ªa sido imposible sin la labor de etnomusic¨®logos como Harold Courlander, aqu¨ª representado por sus grabaciones en Hait¨ª, y los Lomax, John A. (padre) y Alan (hijo). Comprometido con la izquierda, Alan ten¨ªa suficiente labia para conseguir que the man (el amo, el capataz, el sheriff, el director de cualquier instituci¨®n) le diera permiso para grabar en plantaciones y penitenciarias. Intuy¨® que all¨ª se cantaba algo muy similar a lo que sonaba en los campos de algod¨®n del siglo XIX y as¨ª inmortaliz¨® a hombres que hab¨ªan perdido hasta la dignidad del nombre: quedaron registrados como 22, Little Red o Hard Hair. En verdad, se trataba de modernos esclavos: eran cedidos por Luisiana o Misisipi a hacendados locales, que disfrutaban as¨ª de peones baratos, frecuentemente encadenados y siempre bien vigilados.
Buscando comunidades aisladas de afroamericanos, Alan viaj¨® a St. Simons Island, en Georgia, donde grab¨® a coros religiosos encabezados por extraordinarios int¨¦rpretes como Bessie Jones y John Davis. Las iglesias negras articularon los anhelos de los esclavos, reforzaron la solidaridad de los segregados y, en su momento, ser¨ªan catalizadoras del cambio. Sus cantos usaban personajes y episodios b¨ªblicos, pero los mensajes llegaban n¨ªtidamente a los interesados: spirituals como ¡®Go Down Moses¡¯ o ¡®Wade in the Water¡¯ funcionaron como consignas en los tiempos del Underground Railway, aquellas redes clandestinas que facilitaban la evasi¨®n de los esclavos.
Slavery in America salta entre pa¨ªses y ¨¦pocas: se trata de un smorgasbord de platos fr¨ªos y calientes, salados y dulces. Los documentos sonoros abarcan desde 1914 (una kalenda de Trinidad y Tobago) a 1972 (una quadrille en Guadalupe). Hist¨®ricamente, cubre desde m¨²sica hecha en el Congo colonial a canciones del movimiento que predicaba el retorno, f¨ªsico o metaf¨®rico, a ?frica. Se incluyen cantantes que no necesitaban instrumentos (Michel Larue) y vocalistas supremos (Paul Robeson, Sam Cooke) que utilizaban orquestaciones suntuosas. Se evidencia el inmenso poder de comunicaci¨®n de los predicadores, fueran religiosos (el reverendo J. M. Gates) o pol¨ªticos (el desdichado Marcus Garvey).
Con sus 92 cortes, Slavery in America no es apto para una escucha trivial. M¨¢s bien, es cuesti¨®n de picar aqu¨ª y all¨¢: imaginen una serie de ventanas que invitan a profundizar en realidades musicales o sociales generalmente ignoradas. Un mago del entretenimiento como Louis Armstrong pod¨ªa contar historias terribles con una sonrisa; se evitan nombres obvios, como Leadbelly, optando por sorpresas como las canciones de Bo Diddley sobre su bisabuelo esclavo.
Slavery in America se para en los tiempos tormentosos de las batallas contra la discriminaci¨®n racial (aunque en las manifestaciones se cantaron muchas piezas incluidas aqu¨ª). S¨ª recoge la radicalizaci¨®n de los m¨²sicos de jazz, como refleja We insist! Max Roach¡¯s Freedom Now Suite, publicado en 1963, para conmemorar el centenario de la proclamaci¨®n de emancipaci¨®n.
Roach cont¨® con el refuerzo del gran Oscar Brown, Jr., cantante y letrista que supo recrear las vivencias de los a?os terribles con palabras frescas. Est¨¢ tambi¨¦n su texto para ¡®Work Song¡¯, de Nat Adderley, donde retrata a un hombre negro y pobre, condenado a cinco a?os de trabajos forzados tras un atraco con violencia. Aqu¨ª se difundi¨® la adaptaci¨®n hecha a la medida de Raphael, La canci¨®n del trabajo. Una grosera manipulaci¨®n que pretende tranquilizarnos ya que todos somos penados: ¡°El trabajo nace con la persona / va grabado sobre su piel / y ya siempre le acompa?a / como el amigo m¨¢s fiel¡±. ?Hace falta a?adir que este pa¨ªs, nuestra ensimismada Espa?a, nunca se ha enfrentado con su sangriento pasado esclavista?
Slavery in America. Redemption Songs 1914-1972. Musiques issues de l¡¯esclavage oux Am¨¦riques. Direcci¨®n art¨ªstica: Bruno Blum. Pr¨®logo de Christiane Taubira. Fremeaux & Associes. Distribuido en Espa?a por Karonte. Tres CD y libro de 44 p¨¢ginas. Precio: alrededor de 30 euros.
A continuaci¨®n, una selecci¨®n de canciones incluidas en el triple ¨¢lbum, en El Amplificador.
- OSCAR BROWN JR. Bid 'em in
- MAX ROACH/ABBEY LINCOLN Driva' man
- DUKE ELLINGTON Song of the cotton field
- THE MIGHTY SPARROW The slave
- SUN RA/RED SAUNDERS Voodoo blues
- MONGO SANTAMARIA Tele mina para Chang¨®
- JOHN DAVIS AND THE SPIRITUAL SINGERS OF GEORGIA Moses
- THE BLIND BOYS OF ALABAMA Marching up to Zion
- MICHAEL LARUE This little light of mine
- CLANCY ECCLES Freedom
- BO DIDDLEY The great grandfather
- OSCAR BROWN JR. Work song
- SAM COOKE Chain gang
- SISTER OLA MAE TERRELL Swing low sweet chariot
- JOHN LEE HOOKER Don't turn me from your door
- THE BLIND BOYS OF ALABAMA You got to move
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