Evocando a Cervantes por Atocha
Hay novelas, como 'Tiempo de silencio' ¡ªla m¨¢s joyceana de las nuestras, a fuer de cervantina y barojiana¡ª que uno deber¨ªa leer al menos una vez cada lustro

Qued¨® atr¨¢s la semana m¨¢s cervantina y libresca del a?o. Despu¨¦s de escuchar el hermoso, protest¨®n y provocativo (¡°digamos bien alto que podemos¡±) discurso de Juan Goytisolo en el Paraninfo de Alcal¨¢ de Henares, recib¨ª un correo electr¨®nico de mi buen amigo ¡ªy, cuando ¨¦ramos m¨¢s j¨®venes, alter ego f¨ªsico¡ª Ignasi Riera (a.k.a. ¡°Peusdeporc¡±) record¨¢ndome un fragmento de Tiempo de silencio (Luis Mart¨ªn Santos, 1962) que ten¨ªa olvidado; y es que hay novelas, como esta ¡ªla m¨¢s joyceana de las nuestras, a fuer de cervantina y barojiana¡ª que uno deber¨ªa leer al menos una vez cada lustro para poner en su lugar a gran parte de las m¨¢s vendidas (tambi¨¦n en Sant Jordi). El fragmento en cuesti¨®n forma parte de un mon¨®logo interior de Pedro ¡ªun joven m¨¦dico que se ha quedado sin ratas para sus experimentos¡ª durante su caminata por Ant¨®n Mart¨ªn, Atocha y las calles de lo que ahora se llama Barrio de las Letras y en el que vivi¨® Cervantes, una referencia importante en la novela. Les transcribo algunas l¨ªneas: ¡°?Puede realmente haber existido (¡) en tal ciudad como ¨¦sta, en tales calles insignificantes y vulgares un hombre que tuviera esa visi¨®n de lo humano, esa creencia en la libertad, esa melancol¨ªa desenga?ada tan lejana de todo hero¨ªsmo como de toda exageraci¨®n, de todo fanatismo como de toda certeza?¡±. Para acabar pregunt¨¢ndose, tras evocar a aquel hombre, tan consciente de la naturaleza de esa sociedad en la que se hab¨ªa visto obligado ¡°a cobrar impuestos, matar turcos, perder manos, solicitar favores, poblar c¨¢rceles y escribir un libro que ¨²nicamente hab¨ªa de hacer re¨ªr¡±: ¡°?Por qu¨¦ hubo de hacer re¨ªr el hombre que m¨¢s melanc¨®licamente haya llevado una cabeza serena sobre unos hombros vencidos?¡±. La relectura del fragmento me hace seguir y volver atr¨¢s y empezar de nuevo la ¨²nica novela completa de Mart¨ªn Santos, quien, a pesar de su prematura muerte, debe ser considerado como uno de los grandes renovadores de la novela hisp¨¢nica del siglo XX (La muerte de Artemio Cruz, de Fuentes, se public¨® tambi¨¦n en 1962, y La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, y Rayuela, de Cort¨¢zar, en 1963). Adem¨¢s de ser, durante un tiempo, el m¨¢s brillante del admirable grupo de amigos escritores ¡ªS¨¢nchez Ferlosio, Mart¨ªn Gaite, Benet, Aldecoa, Sastre¡ª que, evocado en sus tertulias de aquel Madrid represivo, s¨®rdido y chabacano en que se iniciaba el interminable ¡°tardofranquismo¡±, resulta a¨²n m¨¢s admirable. Hab¨ªa olvidado el saludable sarcasmo de Mart¨ªn Santos, su habilidad en el manejo heterodoxo del lenguaje, su utilizaci¨®n ¡ªa veces par¨®dica¡ª del neorrealismo imperante, su fascinante tratamiento intertextual de la literatura y el pensamiento en los que se reconoc¨ªa: de Joyce a Cervantes, Baroja o Quevedo, de Camus a Sartre. Total, que pas¨¦ un buen d¨ªa leyendo. Moltes gr¨¤cies, Ignasi.
Lecturas
Para Sant Jordi me regalaron un e-reader con tres cl¨¢sicos (incluida la Biblia de Casiodoro de la Reina) y tres best sellers dentro (no me atrev¨ª a preguntar si pirateados o no) y una rosa de pl¨¢stico con aut¨¦ntico olor a rosa de pl¨¢stico. Fue el mismo d¨ªa en que Amazon declar¨® haber vendido m¨¢s libros electr¨®nicos de toda su historia (sin suministrar datos, claro, como es t¨ªpico de su enfermizo secretismo), de modo que no me extra?¨¦. En cuanto a los tres superventas durmientes en mi tableta, todos de autores medi¨¢ticos, ninguno ven¨ªa firmado por su autor. Me acord¨¦ de algo que le hab¨ªa le¨ªdo al gran Joan de Sagarra a prop¨®sito de una ¨¦poca ¡ªantes de los selfies, del ping¨¹e negocio de los festivales literarios y del famoseo autorial¡ª en que los j¨®venes lectores se emocionaban cuando, por fin, un D¨ªa del Libro, le ve¨ªan la jeta por vez primera a su autor/a preferido/a. Seg¨²n me cuenta mi topo en el Gremi d¡¯Editors de Catalunya ¡ªel mismo que se me quejaba de la intolerable cutrez y poca-soltada de la presencia institucional de la Federaci¨®n en la ¨²ltima Book Fair de Londres¡ª, la jornada fue brillante, aunque menos de lo que auguraba el despliegue medi¨¢tico de los d¨ªas previos. Si es verdad que se vendieron 1,5 millones de ejemplares y que la facturaci¨®n aument¨® el 6% respecto a 2014, puede ser cierto que el sector comienza a reanimarse despu¨¦s de siete a?os de vacas flacas (la Biblia, de nuevo) y ca¨ªdas continuadas. Albricias. En la madrile?a ¡°noche de los libros¡±, las cosas fueron peor. Ni hay tradici¨®n, ni las contradictorias estrategias del Ayuntamiento y el recorte en los presupuestos ayudaron mucho. En todo caso, cada d¨ªa me reafirmo en una creencia compartida: los editores independientes han conseguido leer y comprender el momento mucho mejor que las grandes corporaciones. Por eso evitan las inercias que lastran a los paquidermos y act¨²an, invierten y publican en consecuencia, demostrando m¨¢s imaginaci¨®n y fuerza adaptativa. Mientras los grandes consumen parte de sus energ¨ªas en encontrar best sellers que cubran gastos generales y salven la cuenta de resultados, los peque?os investigan, buscan, rescatan y difunden con saludable pasi¨®n libre de rutinas. Por eso no lo pasan tan mal en ¨¦pocas de crisis. Por ¨²ltimo, un dato que venga Dios y lo lea: el 93,41% de las ventas de Sant Jordi correspondieron a 43.070 t¨ªtulos, y s¨®lo un 6,49% a los 10 m¨¢s vendidos. Y ahora que corran los que amen su caos a hacerse un selfie con Albert Espinosa, vencedor (sumando las ediciones en ambas lenguas) de las ventas del d¨ªa de Shakespeare y Cervantes.
Caminando
Quiz¨¢s el fen¨®meno tenga que ver con un deseo inconsciente de decir adi¨®s a todo esto y largarse pasito a pasito, dejar atr¨¢s a pol¨ªticos mentirosos y muertos ¡ªalgunos lo est¨¢n tanto que sus cad¨¢veres alumbran fuegos fatuos ideol¨®gicos¡ª, escapar de los sabelotodos tertulianos co?azo, de la continuada, omnipresente y pringosa basura televisiva, presentada y orquestada por individuos a los que se les ha concedido inexplicablemente los m¨¢s importantes premios de la comunicaci¨®n audiovisual. Sea por lo que sea (Barthes, uno de mis sabios favoritos, ya dec¨ªa que andar es el m¨¢s trivial y, por tanto, el m¨¢s humano de los actos), lo cierto es que esta temporada abundan los libros acerca del caminar y del paseo, de la fl?nerie y sus m¨²ltiples formas y protagonistas. Ah¨ª tienen, para empezar con su historia, el interesant¨ªsimo Wanderlust, una historia del caminar (Capit¨¢n Swing, 2001), de Rebecca Solnit, todo un cl¨¢sico que demuestra, con ejemplos la mar de literarios, que caminar es (adem¨¢s) una acci¨®n pol¨ªtica. David Le Breton argumenta en Elogio del caminar (Siruela) que dicha actividad es huir del fren¨¦tico ritmo impuesto por las tecnolog¨ªas de la modernidad: por eso caminar tal como se entiende desde Baudelaire naci¨® precisamente con ella. Y en cuanto a su pr¨¢ctica, no olviden los Paseos por Berl¨ªn (Errata Naturae), del muy benjaminesco fl?neur Franz Hessel, o esas dos peque?as obras maestras de Hazlitt y Stevenson que se incluyen en El arte de caminar, un librito que N¨®rdica pondr¨¢ a la venta a partir del 15 de junio, justo antes de la ¨¦poca en que todos nos permitimos alguna gran caminata purgante y regeneradora.
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