As¨ª es la vida
No acabo de pillarle el rollo a que el ya estrat¨¦gicamente dulcificado incendiario Pablo Iglesias le regalara a sus Majestades la serie 'Juego de tronos'
Es muy bonito regalar a la gente que queremos lo que a nosotros nos ha otorgado placer, fascinado, identificado. A lo peor, esos obsequios obedecen en ocasiones a un ego¨ªsmo conmovedor, al ansia de amor, a que el descubrimiento ajeno de esa belleza que tanto ha significado para nosotros logre que todav¨ªa nos quieran m¨¢s, que reconozcan los sentimientos, im¨¢genes, palabras, sonidos de los que se alimenta nuestra alma. Por ello, no acabo de pillarle el rollo a que el ya estrat¨¦gicamente dulcificado incendiario Pablo Iglesias le regalara a sus Majestades la serie Juego de tronos, que tantas horas venturosas le debe de haber proporcionado a su sentido l¨²dico, sus emociones y sus certidumbres no sobre las miserias y grandezas de la condici¨®n humana, sino tambi¨¦n sobre las crueldades, dilemas y renuncias que exige la ambici¨®n de poder.
De acuerdo, en las ¨¦pocas remotas de la humanidad, las intrigas, infamias y el exterminio del enemigo formaban las se?as de identidad de las realezas y de sus cortesanos. Pero no comprendo el inter¨¦s del republicano Iglesias por informar a los Reyes de Espa?a de los peligros que acechan a su divina condici¨®n. No veo yo al cu?ado manguis ni a la esposa de este, que encarna la inocencia de los que moran en el limbo, conspirando en plan sangriento para arrebatarles el trono a los fotog¨¦nicos Felipe y Letizia. Ni maquiav¨¦licas alianzas entre la reina Isabel de Inglaterra y el rey Salman de Arabia Saud¨ª para acabar a sangre y fuego con los Borbones. Y en cualquier caso, la Guardia de la Noche, al mando de cualquier pol¨ªtico ejemplar e incorrompible que presida el Gobierno (?tal vez el propio Iglesias?) les proteger¨ªan contra zombis y monstruos invernales que pretendan invadir el Muro.
Iglesias podr¨ªa constatar en su realidad el brutal universo de felon¨ªas y venganzas que retrata esa ficci¨®n que tanto ama. El quemado Monedero (?qu¨¦ culpa tienen ¨¦l y Rosa D¨ªez, tan inteligentes y cultivados ellos, de que su careto y su expresividad caigan fatal a los fr¨ªvolos votantes?) no renuncia a sus cargos sacrific¨¢ndose por el futuro del partido de su alma, sino que derrama hiel contra su antiguo, televisivo y pragm¨¢tico hermano, ese traidor a la revoluci¨®n y a Galeano, ese publicista de HBO que coquetea con la realeza.
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