Patachou, figura de la 'chanson' de posguerra
Su cabar¨¦ parisino fue el trampol¨ªn de gigantes la canci¨®n francesa, como Georges Brassens o Jacques Brel
Cuando uno piensa en Patachou, visualiza a una mujer de edad imprecisa subiendo por la escalera de un avi¨®n, procurando que el viento no le estropee una permanente de otra ¨¦poca, envuelta en un frondoso abrigo de pieles y un fular de estampado leopardo. La cantante y actriz francesa, que rein¨® en las noches de la capital francesa en un tiempo ya lejano, falleci¨® el 30 de abril a los 96 a?os en su domicilio de Neuilly-sur-Seine, rico suburbio adosado a Par¨ªs. En el registro civil, respond¨ªa al nombre de Henriette Ragon, pero se dio a conocer con un nombre art¨ªstico que remit¨ªa a la p?te ¨¤ choux, la preparaci¨®n que se utiliza para hacer los profiteroles.
Antes de ser cantante, hab¨ªa trabajado como dactil¨®grafa en la discogr¨¢fica de Charles Trenet, pero tambi¨¦n pe¨®n de f¨¢brica, comerciante de hortalizas y, precisamente, pastelera. Pero, si se hizo conocida, fue regentando uno de los cabarets insignes de la posguerra parisina, que hab¨ªa fundado en 1948 junto a su primer marido, el anticuario y resistente Jean Billon, en la colina de Montmartre. No tard¨® en convertir el lugar en vivero nocturno de la chanson francesa. Por ¨¦l pasar¨ªan ?dith Piaf, Charles Aznavour y Maurice Chevalier, que viv¨ªa a solo algunas puertas y que le impuls¨® a entonar sus primeras canciones. Patachou regent¨® el lugar con mano de hierro. Las paredes estaban decoradas con las corbatas cortadas de los clientes que no se comportaban como era debido. Ella misma manejaba las tijeras.
De su sonrisa, se dec¨ªa que tambi¨¦n era un moh¨ªn. Patachou encarn¨® como pocas la llamada gouaille parisina, esa sorna tan aut¨®ctona que prevalec¨ªa en las zonas populares de la ciudad en el ecuador del siglo pasado. La tradujo en canciones p¨ªcaras y costumbristas que triunfaron en su ¨¦poca. Pero tambi¨¦n pasar¨¢ a la historia su olfato para detectar el talento ajeno. Patachou hizo debutar a Jacques Brel, Guy B¨¦art, Hugues Aufray o Georges Brassens. Este ¨²ltimo, entonces un joven desali?ado e inseguro que hab¨ªa sido rechazado por todos los cabarets parisinos, se present¨® ante Patachou en 1952. Cuentan que ella cay¨® rendida ante la modernidad y el gracejo de sus canciones, que integr¨® inmediatamente a su repertorio. Una noche, tras terminar su recital, pidi¨® a Brassens que subiera a escena. ¡°No es un cantante profesional. Si les gusta, mejor. Y, si no, el espect¨¢culo ha terminado¡±, exclam¨®. Por suerte, les gust¨®. ¡°Sin Patachou, no estar¨ªa aqu¨ª¡±, reconoci¨® el cantante veinte a?os m¨¢s tarde.
Cuando lleg¨® la moda yey¨¦, las canciones de Patachou parec¨ªan de otra ¨¦poca. Cerr¨® entonces su cabaret y se exili¨® en Estados Unidos, donde se volvi¨® a casar con el empresario Arthur Lasser y cant¨® en el Carnegie Hall, en el Walford-Astoria y hasta veinte veces en el programa de Ed Sullivan. A partir de los ochenta, abandon¨® la chanson y se pas¨® al cine, donde ya hab¨ªa hecho sus pinitos a las ¨®rdenes de Sacha Guitry y Jean Renoir. Pese a su imagen trasnochada, no dud¨® en trabajar con autores tan conectados con su ¨¦poca como Bertrand Blier, Leos Carax, Pierre Salvadori o Paul Vecchiali.
Babelia
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