Yo le vi jugar
Nos ponemos a gritar como posesos, aplaudimos, cuando Messi despliega la magia que solo posee el elegido por los dioses. Es el reconocimiento de cualquier persona sensata a la que le guste el f¨²tbol hacia su Shakespeare
Veo en compa?¨ªa de amigos el regreso de Guardiola, el m¨¢s ilustre de los hijos inteligentemente pr¨®digos, a ese estadio en el que transcurri¨® casi toda su vida. Viene en nombre de la sagrada profesionalidad a intentar derrotar a la que siempre ser¨¢ su familia, a sembrar la desilusi¨®n y la tristeza en aquellos a los que durante tantos a?os hizo felices.
Ninguno de estos amigos milita en el amor al Barcelona. Uno es atl¨¦tico ferviente, otro recuerda como dos de los d¨ªas m¨¢s felices de su vida cuando la Real Sociedad gan¨® sus Ligas, otro del Santander (ya tiene m¨¦rito ser eternamente fiel al ahora desahuciado) y yo del Madrid. De entrada, se trata del placer de estar juntos, espantar provisionalmente la nube negra que acompa?a a alguno. Pero todos nos ponemos a gritar como posesos, aplaudimos, cuando Messi despliega la magia que solo posee el elegido por los dioses. Es el reconocimiento de cualquier persona sensata a la que le guste el f¨²tbol hacia su Shakespeare, al que te hace creer en los imposibles, al que triunfa de forma tan hermosa, con tanta est¨¦tica como eficiencia.
Y ocurre algo ins¨®lito en la actitud de ese jugador bajito, sin exhibicionistas o visibles tatuajes, que s¨®lo va a la peluquer¨ªa cuando necesita cortarse el pelo, al¨¦rgico a los piercings, con personalidad indescifrable, antirret¨®rico hasta el estupor por impotencia oral o porque le da la gana, ese tipo al que los descerebrados carcomidos por la envidia le gritan: ¡°Messi es subnormal¡±, que nunca hace transparentes sus estados de ¨¢nimo ni en el campo ni en p¨²blico. Esta noche se comporta como si fuera el partido de su vida, un reto tan inaplazable como letal, la necesidad de demostrar su grandeza y ajustar enigm¨¢ticas cuentas con alguien que le observa desde el banquillo rival, con el que debe tener una relaci¨®n entre el amor y el odio. Sospecho que se llama Guardiola. Vete a saber qu¨¦ habr¨¢ ocurrido entre ellos. ?Matar al presunto padre? En fin, las cosas de la vida, que dir¨ªa mi santa madre.
Al final declara a Canal?+ algo tan metaf¨ªsico y trascendente como: ¡°Luego me ir¨¦ a casa, le dar¨¦ un beso al ni?o y me meter¨¦ en la cama¡±. Y me enternezco. Y le envidio. Eso es tener las cosas claras sobre tu lugar en el mundo.
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