El amanecer de la ¨²ltima ofensiva
El historiador brit¨¢nico regresa en su nuevo libro a la II Guerra Mundial para retratar con precisi¨®n la batalla de las Ardenas
S¨¢bado, 16 de diciembre. A las 05.20 horas del 16 de diciembre, diez minutos antes de la hora cero, abri¨® fuego la artiller¨ªa del VI Ej¨¦rcito Panzer de Sepp Dietrich. En su af¨¢n por librarse del fr¨ªo helado de la nieve h¨²meda durante las diecis¨¦is horas de oscuridad la mayor parte de los soldados estadounidenses dorm¨ªa en las granjas, caba?as de guardabosques, pajares y establos para las vacas diseminados por la zona. No estaba previsto que amaneciera hasta las 08.30. A lo largo de casi todo el frente, al sur del bosque de Monschau, el terreno recordaba al del bosque de H¨¹rtgen, con espesas arboledas, gargantas rocosas, peque?os arroyos, pocos caminos y senderos y cortafuegos saturados de agua, en los que el barro llegaba a alcanzar tal profundidad que resultaban casi intransitables para los veh¨ªculos.
Hitler se jug¨® su ¨²ltima carta en el invierno de 1944 con un feroz ataque sobre el frente occidental
Los comandantes de la artiller¨ªa alemana, sabiendo que los soldados estadounidenses prefer¨ªan permanecer a cubierto, apuntaban siempre sus ca?ones hacia los edificios. A los centinelas les hab¨ªan dicho que no se quedaran nunca en las casas al lado de la puerta. Deb¨ªan meterse en un pozo de tirador a corta distancia del edificio para defenderlo en caso de que se produjeran ataques por sorpresa de los alemanes. Al ver aquellos destellos en el horizonte, que semejaban rel¨¢mpagos de una tormenta de verano, los centinelas corrieron a despertar a los que dorm¨ªan en el interior. Pero hasta que las bombas no empezaron a estallar a su alrededor, no se produjo el comprensible revuelo de hombres que, dominados por el p¨¢nico, intentaban salir de sus sacos de dormir y agarrar de cualquier manera el equipo, el casco y las armas.
Ya antes hab¨ªa habido otros bombardeos extra?os, pero aquel era mucho m¨¢s intenso. Los pocos civiles, que hab¨ªan recibido autorizaci¨®n para permanecer en la zona de vanguardia para cuidar su ganado, quedaron aterrorizados al ver c¨®mo las bombas incendiaban los pajares repletos de heno y las llamas se extend¨ªan r¨¢pidamente a sus casas. Incapaces de controlar el fuego, salieron huyendo con sus familias hacia la retaguardia. Algunos resultaron muertos durante el bombardeo. En la peque?a poblaci¨®n de Manderfeld, perdieron la vida cinco personas, entre ellos tres ni?os peque?os.
Al sur, en el sector del frente correspondiente al V Ej¨¦rcito Panzer, las bater¨ªas de artiller¨ªa segu¨ªan en silencio. Manteuffel no hab¨ªa hecho caso de la insistencia de Hitler en efectuar una preparaci¨®n artillera prolongada. Consideraba que una barrera de fuego semejante era ¡°un concepto de la I Guerra Mundial y que estaba completamente fuera de lugar en las Ardenas, en vista de lo escasamente guarnecidas que estaban las l¨ªneas... Semejante plan no habr¨ªa sido m¨¢s que un toque de alarma para las fuerzas estadounidenses y las habr¨ªa alertado del ataque que vendr¨ªa a continuaci¨®n, en cuanto se hiciera de d¨ªa¡±. Pocos d¨ªas antes, Manteuffel se hab¨ªa colado de inc¨®gnito detr¨¢s de las l¨ªneas enemigas para reconocer el profundo valle del r¨ªo Our y el del r¨ªo Sauer, en su extremo m¨¢s meridional. El Sauer era ¡°un obst¨¢culo significativo debido a lo escarpado de sus riberas y los escasos puntos por los que era posible vadearlo¡±.
Era verdad que se hab¨ªa conseguido?el efecto sorpresa, pero lo que realmente necesitaban los alemanes era ¨ªmpetu para transformar ?la sorpresa en miedo paralizante
Pregunt¨® luego a sus soldados y a sus oficiales por los h¨¢bitos de los estadounidenses que ten¨ªan enfrente. Como los ¡°amis¡± se retiraban en cuanto anochec¨ªa a sus casas y sus pajares, y no volv¨ªan a sus posiciones hasta una hora antes de que amaneciera, decidi¨® cruzar el r¨ªo e infiltrarse en sus l¨ªneas sin despertarlos. Hasta que no dio comienzo realmente el ataque su ej¨¦rcito no utiliz¨® reflectores, lanzando sus rayos de luz contra las nubes bajas para crear el efecto de una luna llena artificial. Esto permiti¨® a las vanguardias de su infanter¨ªa abrirse camino en la oscuridad de los bosques. Mientras tanto, sus batallones de ingenieros hab¨ªan empezado a tender puentes sobre el r¨ªo Our, para que pudieran adelantarse sus tres divisiones acorazadas, la 116?, la 2? y la Panzer Lehr.
Del modo taxativo que era habitual en ¨¦l, Hitler hab¨ªa establecido que las divisiones de infanter¨ªa efectuaran el avance de tal modo que las valios¨ªsimas divisiones panzer llegaran intactas a los puentes del Mosa. Los primeros informes que llegaron al Adlerhorst no pudieron ser m¨¢s halag¨¹e?os. Jodl comunic¨® a Hitler ¡°que se ha conseguido una sorpresa total¡±. Era verdad que se hab¨ªa conseguido el efecto sorpresa, pero lo que realmente necesitaban los alemanes era ¨ªmpetu para transformar la sorpresa en miedo paralizante. Algunos soldados estadounidenses perdieron la cabeza e intentaron salvarse como pudieran. En muchos casos, los civiles, aterrados, les suplicaron que les permitieran acompa?arlos. Por otra parte, algunos integrantes de la minor¨ªa de lengua alemana que segu¨ªa siendo leal al Reich contemplaban aquellas escenas de caos con satisfacci¨®n mal disimulada. ¡°Si en algunos lugares domin¨® el p¨¢nico ¡ªinformaba un oficial de la 99? Divisi¨®n¡ª, en otros pudo verse un valor supremo¡±. Esos gestos de valor extraordinario ralentizar¨ªan la ofensiva alemana con unas consecuencias trascendentales.
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