El prodigioso dinosaurio
B. B. King formaba parte de nuestra dieta, como eslab¨®n con los or¨ªgenes m¨ªticos del blues
De alguna manera, pens¨¢bamos que siempre estar¨ªa all¨ª cuando nos despert¨¢bamos. Apareciendo nuevamente en otra gira de despedida, grabando de vez en cuando, prest¨¢ndose a alg¨²n montaje de Barack Obama. Est¨¢bamos acostumbrados a que B. B. King formara parte de nuestra dieta, como eslab¨®n viviente con los or¨ªgenes m¨ªticos del blues. Se hab¨ªa hecho tan habitual que ni siquiera percib¨ªamos lo extraordinario de ver aqu¨ª a un bluesman con regularidad, sobre un gran escenario.
Que se sepa: B. B. no siempre estuvo en un primer plano, girando por todo el mundo. Puede resultar asombroso pero la primera vez que King toc¨® fuera de su pa¨ªs fue en 1970, en una visita a Jap¨®n. A Europa no lleg¨® hasta 1971, cuando grab¨® B. B. King in London. Y tampoco era f¨¢cil conseguir sus discos.
Eso significa que los for¨¢neos nos perdimos su primer tercio de vida profesional, incluyendo los que probablemente sean sus a?os m¨¢s f¨¦rtiles, tras debutar discogr¨¢ficamente en 1949. Pero ocurri¨® lo mismo en su pa¨ªs. Solo a finales de los sesenta pudo salir del llamado chitlin¡¯ circuit, donde consum¨ªan sus energ¨ªas los m¨²sicos negros. El primer boom del blues no benefici¨® en absoluto a B. B. King: no le llamaron para festivales de jazz, locales de folk, recintos universitarios.
Por el contrario, abundantes bluesmen tocaban ante p¨²blicos blancos, cobrando buenos cach¨¦s. A Europa llegaban en formato de festival, ofreciendo carteles variados. Por decirlo suavemente, muchos no se hallaban en las mejores condiciones f¨ªsicas. Estaban enfermos, seniles, decr¨¦pitos. Abusaban del alcohol. No entend¨ªan lo que se esperaba de ellos.
Con todo, triunfaban. Perversamente, podr¨ªamos pensar: cuanto m¨¢s desastrosos, m¨¢s aut¨¦nticos sonaban a o¨ªdos v¨ªrgenes. Pero hab¨ªa algo m¨¢s que la ignorancia de los ne¨®fitos. Tampoco Leroi Jones, prototipo del cr¨ªtico negro concienciado, entend¨ªa a B. B. King. En su famoso Blues people ¡ªtraducido aqu¨ª por Lumen¡ª suger¨ªa a los radicales del free jazz que escucharan a los artistas de Motown, incluso a James Brown, pero pasaba de B. B. King.
?El problema? Seguramente, que B. B. era un profesional consumado. Demasiado maqueado, demasiado previsible, demasiado ?comercial? Algo as¨ª. M¨¢s astuto que Leroi Jones, un universitario blanco llamado Charles Keil public¨® en 1966 una reelaboraci¨®n de su tesis, que titul¨® Urban blues. En portada, la foto de un arrebatado B. B. King.
En vez de pontificar sobre la esencia del blues, pr¨®logo para el fatalista ya-no-se-hace-blues-como-el-de-antes, Keil simplemente se instal¨® en Chicago y acudi¨® a los estudios de grabaci¨®n, a los locales donde se escuchaba blues en vivo. Descubri¨® que hab¨ªa un tipo de blues que nunca sonaba en las emisoras para blancos pero que se manten¨ªa con un p¨²blico negro no particularmente cool.
Aunque eso no era suficiente para alguien que admiraba a Frank Sinatra y aspiraba, leg¨ªtimamente, a actuar en sus mismos recintos. En su autobiograf¨ªa, Blues all around me, B. B. recopila algunas indignidades que sufri¨®, no compensadas por la admiraci¨®n de gente montaraz como Miles Davis. Fue el esfuerzo de entusiastas como Keil, sumado a las alabanzas de disc¨ªpulos tipo Eric Clapton, lo que permiti¨® que B. B. King pasara al nivel superior al que aspiraba.
?Y si no se hubiera logrado esa masa cr¨ªtica? Seguramente, B. B. rara vez habr¨ªa tocado en el extranjero y no habr¨ªa grabado tantos discos. Sin duda, pocos se hubieran enterado de su fallecimiento. Dif¨ªcilmente habr¨ªa alcanzado el estatus del otro artista al que celebraba Keil en Urban blues: Bobby Blue Bland. ?Les suena? A eso me refiero.
Babelia
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