Suecia gana un Eurovisi¨®n sin frikismos
El cantante M?ns Zelmerl?w vence en un festival sin personajes estrafalarios
En el momento en el que tienes que explicar un chiste pierde su gracia. Tal vez, por eso, Eurovisi¨®n anoche tuvo que volver a explicarse como festival musical y perdi¨® buena parte de su gracia actual. Por primera vez en mucho tiempo, el certamen, que naci¨® en 1956 con esp¨ªritu mel¨®mano, se desprendi¨® de su frikismo y los personajes estrafalarios y fue como si al chiste le faltase la risa tonta, esa que ni te va ni te viene, pero te sale sola.
Aunque la gala arranc¨® con una Conchita Wurst, esa mujer barbuda de voz angelical que gan¨® la ¨²ltima edici¨®n representando a Austria, volando sobre el p¨²blico como una superhero¨ªna, todo se desarroll¨® sin la cafe¨ªna de otros a?os. Cierto que en este espect¨¢culo, m¨¢s televisivo que musical, hubo muchos fuegos artificiales, ilustrados por potentes juegos de luces en cada una de las actuaciones, pero ni la mejor pirotecnia multimedia y de alta definici¨®n que se recuerda pudo darle la sorna suficiente a este chiste musical en el que se ha convertido Eurovisi¨®n desde que en Espa?a ya sabemos que somos capaces de ganar eurocopas y mundiales de f¨²tbol. Porque desde que se acab¨® la maldici¨®n en el deporte rey podemos ganar cualquier campeonato menos Eurovisi¨®n.
En el festival de la canci¨®n europea, aunque por ah¨ª se cuelen Israel, Azerbaiy¨¢n e incluso en esta edici¨®n Australia, hay un chiste, eso s¨ª, que sigue sin fallar: el del ingl¨¦s, el franc¨¦s, el alem¨¢n y el espa?ol, aunque, para ser precisos con lo sucedido ayer, habr¨ªa que decir el del sueco, el ruso, el italiano y el espa?ol. El sueco Mans Zelmerl?w, que era el gran favorito de las casas de apuestas pese a que pesa sobre ¨¦l la sombra de plagio a David Guetta en su tema Heroes, gan¨® para su pa¨ªs el concurso. Por detr¨¢s quedaron la rusa Polina Gagarina, vestida como una Marilyn Monroe de los Urales que casi rompe a llorar tras su interpretaci¨®n, y los italianos Il Volo, jugando a ser unos Il Divo adolescentes con su Grande amore. Y sin faltar en el chiste, entre tanta m¨²sica buenrolllista, el espa?ol. En este caso la madrile?a Edurne, cuyo Amenecer no tuvo el reconocimiento deseado y qued¨® en un triste puesto 21. De nada sirvi¨® su puesta en escena atrevida con el cambio de vestido y el bailar¨ªn Giuseppe di Bella en plan troyano, a torso desnudo, respaldando a la cantante rubia.
Todos fueron fieles representantes de las canciones enf¨¢ticas que anoche dominaron Eurovisi¨®n. S¨®lo que a Espa?a nos dejaron a la altura del bet¨²n una vez m¨¢s. Canciones pomposas, extremadamente espumosas, con acentos sobrecargados, horteras y explosivas como pi?atas infantiles compradas en una tienda de todo a un euro. Era tirar de la cuerda y pod¨ªan llegar a salir cosas verdaderamente sonrojantes, como el israel¨ª Nadav Guedj con su pop indescriptible o la letona Aminata con sus gritos vacuos y estridentes.
Sin el carnaval de otros a?os, faltando los zancos, los pelucones, los disfraces, las chorradas y los chikilicuatres, todo quedaba reducido a la m¨²sica y, entonces, Eurovisi¨®n ten¨ªa que explicarse a s¨ª mismo como festival. Al menos, en su defensa, se quedaron por el camino de las votaciones canciones interesantes y emotivas como la de la pareja de Estonia formada por Elina Born y Stig R?sta o la del australiano Guy Sebastian, que con su voz aguda y R&B entusiasta parec¨ªa estar a medio camino entre Pharrell Williams y Bruno Mars. Eran las que m¨¢s gracia art¨ªstica ten¨ªan dentro de Eurovisi¨®n, el festival al que Espa?a acudi¨® otro a?o m¨¢s con muchas expectativas, pero que terminamos siendo como la Espa?a de f¨²tbol de antes de la llegada de Xavi, que ayer se despidi¨® de su afici¨®n. Un chiste sin ¨¦xito.
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