El verano m¨¢s c¨¦lebre de la literatura
'El a?o del verano que nunca lleg¨®' de Ospina es la mejor -y m¨¢s inteligente- novela hist¨®rica que he le¨ªdo en mucho tiempo
Lo milagroso es que el libro siga vivo, a pesar de Rajoy, de Wert y de esos funcionarios del ramo que, por mirar hacia otro lado (¡°es que las competencias est¨¢n transferidas¡±, es su mantra) ni siquiera se hacen nunca una foto con uno de esos objetos en las manos, no sea que les coja algo. A ver si los del Ministerio de Cultura se pasan por la Feria del Retiro de inc¨®gnito: quiz¨¢s hablando con los libreros y tocando ¡°producto¡± se les ocurra algo. Otra sugerencia (de nada, es gratis) podr¨ªa ser la de que, en vez de largarse este verano a playas o monta?as ¡°a desconectar¡±, se conecten con la realidad haciendo un cursillo intensivo en el Minist¨¨re de la Culture et de la Communication del pa¨ªs vecino, a ver si all¨ª les ense?an a) qu¨¦ es un libro y, b) c¨®mo ayudar a un sector (el librero) que ha pasado el quinquenio menos memorable del ¨²ltimo medio siglo, con una media de algo m¨¢s de dos librer¨ªas echando el cierre a diario en 2014. Un sector compuesto por muchas peque?as empresas de las que un 52 % factura menos de 90.000 euros al a?o. Y lo digo otra vez ahora, cuando parece que la Feria se anima un poco: los pol¨ªticos emergentes (Carmena, Rivera), los fantoches medi¨¢ticos y la plaga inagotable de los libros de cocina, cocineros y cocinillas est¨¢n subiendo el nivel de las ventas en los primeros d¨ªas de feria. Seg¨²n he podido saber, las estad¨ªsticas del Comercio Interior del Libro correspondientes a 2014 ofrecer¨¢n un crecimiento del orden del ¡°cero coma algo¡± por ciento, pero menos da una piedra pasada por las horcas caudinas del rajoyato. En cuanto a la Feria, y reconociendo sus indudables mejoras t¨¦cnicas -incluyendo la ubicaci¨®n actual de la carpa de grandes firmas- sigue adoleciendo de fallos inexplicables. Por ejemplo, la p¨¢gina web, es no s¨®lo de una pobreza desarmante, sino tambi¨¦n de una incre¨ªble inutilidad: ?tanto costar¨ªa poner la lista completa de las ¡°firmas¡± cada d¨ªa, sin necesidad de obligar al presunto visitante a ir tanteando en una lista alfab¨¦tica en la que es dif¨ªcil aclararse? Este a?o, que es el ¨²ltimo del mandato de mi admirado Teodoro Sacrist¨¢n Santos -un nombre incre¨ªble si lo llevara el protagonista de una novela, aunque fuera de Gald¨®s- podr¨ªa ser ocasi¨®n para una reflexi¨®n pendiente respecto a la modernizaci¨®n del certamen. Incluyendo, claro est¨¢, la revisi¨®n cr¨ªtica de la hasta ahora vergonzante animadversi¨®n a las nuevas tecnolog¨ªas de la lectura (y al wifi), y de la que sirve para que los libreros puedan imprimir libros (agotados) a la carta. Espero que su sucesor (vientos del pueblo librero me aseguran que ser¨¢ Fernando Valverde, que siempre ha estado ah¨ª) se decida a abrir un debate sobre el modelo de feria que muchos libreros y la casi totalidad de editores reclaman. Mientras tanto, e imbuidos de ese medroso optimismo que impregna la actividad ferial, recorramos, en pos de las m¨¢s gratas sorpresas, una de las m¨¢s cultas avenidas del mundo.
Verano
Acabo de terminar la mejor -y m¨¢s inteligente- novela hist¨®rica que he le¨ªdo en mucho tiempo. Y conste que, al ponerle una etiqueta de novela de g¨¦nero, se me abren las carnes: es bastante m¨¢s que eso, aunque la historia -y en este caso la historia literaria- est¨¦ tambi¨¦n presente. William Ospina ha conseguido en El a?o del verano que nunca lleg¨® (Random House) recrear el verano m¨¢s c¨¦lebre (y climatol¨®gicamente m¨¢s oscuro) de la literatura rom¨¢ntica en una novela que incluye reportaje y memoria, y en la que, sin dejar de hablar de s¨ª mismo, hace comparecer ante los ojos del lector a ese grupo irrepetible - Polidori, Shelley, Byron, Mary Wollstonecraft (Mary Shelley) y Claire Clairmont- cuyos atrabiliarios y audaces miembros coincidieron durante tres d¨ªas siniestros (pero muy explotados por el cine y la literatura: ah¨ª tienen, por ejemplo, Remando al viento, la pel¨ªcula de Gonzalo Su¨¢rez) en Villa Deodati, a las orillas del lago Leman. De all¨ª surgieron m¨¢s o menos completos Frankenstein (Mary Shelley, ten¨ªa 18 a?os), el vampiro moderno (John Polidori, m¨¦dico de Byron, 19 a?os) y el tercer canto de Las peregrinaciones de Childe Harold (Byron ya era un viejo: 29 a?os). Ospina, en un castellano vibrante de brillantez y br¨ªo, entreteje historias m¨¢s o menos conjeturables, amores, terrores y fornicaciones mientras reflexiona con lucidez sobre la necesidad de forjar mitos. No se la pierdan.
Viaje
Siruela vuelve a estar que se sale en su intento de reconquistar a un lectorado a quien desconcertaron algunas de las decisiones tomadas en los a?os de crisis (?han visto el redise?o de los diez vol¨²menes m¨¢s vendidos de la colecci¨®n ¡®Las tres edades¡¯ con motivo de sus bodas de plata?). Me apunto, con intenci¨®n de echarles un vistazo en alg¨²n momento (?tantos libros y tan poco tiempo!), novedades apetecibles en todas las series de su cat¨¢logo: desde novelas como Pensi¨®n Leonardo, de Rosa Ribas, a no ficci¨®n literaria, como En la trampa, que re¨²ne tres breves ensayos de la siempre interesante escritora rumana, Herta M¨¹ller (premio Nobel 2009). En todo caso, mi recomendaci¨®n va para un ensayo que mezcla con sabidur¨ªa las caracter¨ªsticas del libro de memorias, el travelogue y la cr¨®nica de una aventura interior. Se trata del estupendo El leopardo de las nieves, de Peter Matthiessen, un libro de 1978 que no hab¨ªa sido publicado en castellano (traducci¨®n de Jos¨¦ Luis L¨®pez Mu?oz) hasta la fecha. Escrito en forma de diario, el libro cuenta la experiencia de un viaje del autor acompa?ando al zo¨®logo George Shaller a la perdida Tierra de Dolpo, una regi¨®n a orillas del Himalaya, en plena meseta del T¨ªbet, para estudiar los h¨¢bitos de apareamiento del carnero azul e intentar ver al rar¨ªsimo leopardo de las nieves, un felino (entonces) en v¨ªas de extinci¨®n. El viaje, realizado poco despu¨¦s de la muerte de la esposa de Matthiessen, resulta tambi¨¦n un recorrido por los estados de ¨¢nimo del escritor, confrontado a una naturaleza extra?a, casi virgen y a¨²n ajena a los ruidos de la civilizaci¨®n. Para viajar muy lejos (y hacia dentro) desde el sill¨®n del lector.
Librero
No cabe duda de que Anatole Broyard (1920-1990) fue cocinero antes de monje. Director del suplemento literario de The New York Times durante unos a?os gloriosos, Broyard canaliz¨® primero sus intereses literarios fundando despu¨¦s de la guerra en Greenwich Village una librer¨ªa de segunda mano especializada en literatura del siglo XX. Cuando Kafka hac¨ªa furor (La U?a rota; traducci¨®n de Catalina Mart¨ªnez Mu?oz) son unas breves memorias de una ¨¦poca y de un barrio entonces todav¨ªa bohemio, y en el que no hab¨ªa que ir esquivando a las hordas tur¨ªsticas. El volumen se completa con un ir¨®nico Retrato del hipster, que en la subcultura urbana de los forties designaba a los j¨®venes que escuchaban con arrobo a los mitos del bebop (Charlie Parker, Clifford Brown, Thelonius Monk), vest¨ªan despreocupadamente y pusieron de moda los petas de marihuana como m¨¦todo de relax.
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