Isabel Allende: ¡°El instinto me dice si algo queda demasiado triste o largo¡±
La escritora chilena publica ¡®El amante japon¨¦s¡¯, su 21? novela
¡°Es como una madre para m¨ª; acept¨® el manuscrito de esa pobre diabla, a la que no conoc¨ªa de nada, que lo hab¨ªa hecho con su m¨¢quina port¨¢til, en la cocina; todo lleno de manchas de caf¨¦ y de tachaduras y de borrones con tippex de los de papel, y que hab¨ªa apellidado al villano como mi padre, Bilbaire, que cambi¨¦ porque mi madre me lo pidi¨®; en fin¡ Y va y se lo vende a Plaza & Jan¨¦s nada menos que en un pack con¡ Graham Greene; y luego hizo una recepci¨®n por todo lo alto, con caviar y grandes literatos, espl¨¦ndida como si fuera Cleopatra¡¡±. Era el a?o 1982 y as¨ª recuerda hoy aquella ¡°diabla¡±, Isabel Allende (Lima, 1942), su debut en la literatura, una historia, La casa de los esp¨ªritus, que dej¨® en manos de la agente Carmen Balcells. 43 a?os y 65 millones de ejemplares de todas sus obras despu¨¦s la escritora viva en lengua espa?ola m¨¢s le¨ªda del mundo le entreg¨® hace apenas unos meses el original de su 21? novela, El amante japon¨¦s (Plaza & Jan¨¦s; Rosa dels Vents en catal¨¢n), que ahora aparece en plena Feria del Libro de Madrid y que pronto lo har¨¢ en ingl¨¦s.
¡°Son dos historias de amor que se entrecruzan: la de una pareja joven y la de una pareja vieja, vista ¨¦sta con la distancia generacional que comporta la mirada de la gente joven¡ La vejez es deprimente, por m¨¢s que la poetices¡±, resume Allende su nueva novela tras los casi cuatro a?os de silencio desde El cuaderno de Maya, si no se contabiliza su primera incursi¨®n en el g¨¦nero polic¨ªaco: El juego de Ripper, de 2014.
Tampoco quiere ni ha deconstruido a¨²n del todo bien qu¨¦ m¨¢s decir de su nueva obra, como le ha ocurrido siempre, tocada por ese don de escribir innato, que le permite no haber hecho nunca un guion previo de la obra que aborda. ¡°La ficci¨®n es org¨¢nica para m¨ª; empiezo a escribir y muy a menudo me meto en un callej¨®n sin salida¡±. Y ah¨ª entra el misterio: ¡°Entonces releo en voz alta y el instinto me dice si me queda demasiado triste, largo o deprimente¡ Y entonces coloco tres adjetivos en ese p¨¢rrafo y ¨¦ste cambia de color, con un m¨ªnimo ajuste, como si fuera bisuter¨ªa: pongo palabras como tanteando, deslizando piedrecillas¡±.
Solo me importan, como escritora y como persona, las pasiones
S¨ª sigue El amante japon¨¦s con esa tendencia de las ¨²ltimas obras de Allende de economizar adjetivos, influencia en parte de ¡°vivir en ingl¨¦s¡± (Allende est¨¢ afincada en San Francisco desde 1988 y su actual marido es el escritor ¡°gringo¡± William Gordon) y de los nuevos tiempos: ¡±Vivimos en un mundo mucho m¨¢s audiovisual que cuando empec¨¦, con comunicaciones instant¨¢neas y una capacidad de atenci¨®n de la gente m¨¢s limitada; lo hiperb¨®lico est¨¢ hoy de m¨¢s y busco m¨¢s que nunca una manera de contar las cosas m¨¢s sencilla; lo que corto son adjetivos y hago que el di¨¢logo sea lo m¨¢s coloquial y breve posible¡ Ya nadie escribe como Cervantes, sus par¨¢metros no sirven en esta ¨¦poca¡±.
A lo que s¨ª que no est¨¢ dispuesta a renunciar en su obra la autora de De amor y de sombra es a las emociones y al sentimiento como motor de la misma: ¡°Lo ¨²nico que me importa, como escritora y como persona, son las pasiones, que son lo que mueven la vida y el mundo; en EEUU est¨¢n muy encorsetados por lo racional: ?qu¨¦ limitaci¨®n un mundo donde s¨®lo se acepta lo que entiendes y controlas y compras y vendes!; si te limitas a lo racional, a la literatura le quitas vida, dinamismo¡¡±. Y esa creencia es la que explica que, aunque se la haya clasificado como la escritora del postBoom, mantenga de aquellos un punto siempre de realismo m¨¢gico, algo no muy alejado de su propia experiencia. ¡°Tengo sue?os premonitorios; o m¨¢s de una vez, a las tres de la ma?ana, he notado una presencia al lado de mi cama, un reflejo verde¡ Y decides que no quieres mirar, porque si prendes la luz¡ Hay cosas milagrosas, extra?as, en la vida y cuantas m¨¢s haya en la tuya m¨¢s rica es; en verdad, es un regalo, tu existencia cobra una dimensi¨®n m¨¢s completa. Mi problema es que si acepto que a veces puedo leer la mente se me asusta el gringo¡¡±, bromea.
Tendr¨ªa pocos motivos, en el fondo, la autora chilena para re¨ªr. Nacida en Lima (1942) de padre diplom¨¢tico que abandon¨® a su esposa con sus tres hijos, la sobrina del presidente asesinado Salvador Allende march¨® al exilio, vivi¨® un duro divorcio no ajeno del todo a su ¨¦xito como escritora y en 1992 vio morir a su hija Paula de 28 a?os tras un una enfermedad que la sumi¨® en un coma. Tienen pues m¨¦rito su entereza, simpat¨ªa y una brizna de humor, de esperanza, que rezuman tambi¨¦n sus libros. ¡°Siempre hay un punto de redenci¨®n en la vida que he intentado reflejar en mi obra; uno no puede controlar todo lo que le pasa. Adem¨¢s, vengo de una familia depresiva: una abuela vasca muri¨® de melancol¨ªa; la depresi¨®n es paralizante: lo vi en mi madre¡¡±.
Tengo sue?os premonitorios¡ Hay cosas milagrosas, extra?as, en la vida; en verdad, es un regalo, tu existencia cobra una dimensi¨®n m¨¢s completa
Recuerda n¨ªtidamente hoy el origen de esa angustia por la impotencia ante el dolor que sufri¨® mucho tiempo: ¡°A los cinco a?os era una ni?a ya rebelde, taimada, furiosa, fruto de la situaci¨®n que vivi¨® mi madre abandonada y del patriarcado que nos envolv¨ªa. S¨¦ del momento preciso de mi rebeld¨ªa: un d¨ªa que mi madre me hizo tejer con las piernas juntas, mientras ve¨ªa por la ventana a mis hermanos sentados a horcajadas en un ¨¢rbol: mi destino estaba limitado por ser mujer; ah¨ª me rebel¨¦ contra toda forma de autoridad¡±.
De aquellas experiencias ha quedado, entre muchas cosas en la vida y la cabeza de la escritora, su fundaci¨®n de ayuda a mujeres y ni?os en temas educativos y de salud y un compromiso sociopol¨ªtico que la hace pronunciarse sin tapujos sobre cualquier tema, como la violencia en Am¨¦rica Latina. ¡°No es un problema de M¨¦xico y seguramente ya tampoco del continente. Lo ¨²nico que ha hecho el narco es montarse en la cima de una violencia por la que la civilizaci¨®n siente ya pura fascinaci¨®n y que ha llegado hasta los videojuegos; se ha desbordado: la droga, el tr¨¢fico de mujeres y el crimen ya forman parte de la cultura mundial, es un conflicto global que no se resolver¨¢ si no es con el concurso de todas las naciones¡±.
En esa l¨ªnea, la crisis de Grecia ¡°ten¨ªa que suceder, el sistema apret¨® tanto las clavijas que¡ A mi hay un punto que me recuerda a lo que sucedi¨® con Allende en Chile en 1970, un movimiento de base que ha sacudido los cimientos de una sociedad tras una crisis que ahora ha dejado una clase media reventada; el fundamentalismo religioso no deja de ser una variante de esta situaci¨®n insostenible de unos j¨®venes que no tienen nada: ?C¨®mo pesc¨® el nazismo?¡±. Se detiene un segundo y prosigue: ¡°Crecemos en democracias compradas por un 1% de la poblaci¨®n que tiene todos los recursos de dinero y poder, pero no siempre ganan porque a veces sale un Barack Obama¡±, suelta citando al presidente de EEUU, que a finales del pasado noviembre impuso a la escritora la selecta Medalla de la Libertad. ¡°Es dif¨ªcil que salga un presidente republicano en EEUU en las pr¨®ximas elecciones; Obama es un hito: los blancos del sur le odian s¨®lo por el hecho de ser negro; es un pr¨ªncipe; marc¨® algo irreversible, igual que ha hecho Michelle Bachelet en Chile: mujer, madre soltera, socialista, atea¡¡±.
Han pasado apenas dos meses, pero Allende, cartesiana, arranc¨® el 8 de enero, como siempre desde su primera novela, la que ser¨¢ su 22? obra. ¡°Es por disciplina: necesito tiempo para la fundaci¨®n y los compromisos y para escribir. Bueno¡ y tambi¨¦n es superstici¨®n¡±, acaba admitiendo, con un deje aun de esa ni?a taimada de los cinco a?os.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.