Las nuevas bibliotecas ya no son iglesias
Tres proyectos internacionales revolucionan la gesti¨®n de estos centros culturales
En la Biblioteca 10 de Helsinki se puede leer en una hamaca, hacer negocios, coser a m¨¢quina, bailar, digitalizar formatos decadentes como casetes y cintas de VHS, tocar la guitarra o echar una siesta. Se puede casi cualquier cosa que jam¨¢s habr¨ªa pensado hacer en una biblioteca. Se puede porque su director, Kari L?ms?, pens¨® que en el nuevo mundo hay poco espacio para las viejas bibliotecas y mucho para las aventureras: ¡°Tenemos que redefinir el papel que desempe?amos. Tenemos que ayudar a la gente, ser amigables, a veces somos demasiado formales y oficiales. Tenemos que decidir junto a los usuarios que materiales adquirimos y que necesitan. Yo no veo la biblioteca como una sala de estar sino como una cocina, donde cada uno trae ingredientes y cada d¨ªa sale un men¨² distinto¡±. Ellos han dicho definitivamente adi¨®s al almac¨¦n de libros.
Pa¨ªses desiguales
Finlandia. Un pa¨ªs de lectores. Tiene unos 5,5 millones de habitantes y una biblioteca p¨²blica, al menos, en cada uno de sus 836 municipios. En Helsinki, la capital, residen 600.000 personas, que tienen a su disposici¨®n 36 bibliotecas.
Estados Unidos. Hay una red de m¨¢s de 9.000 bibliotecas p¨²blicas ¡ªsuben hasta 119.000 si se agregan escolares, acad¨¦micas, militares y gubernamentales¡ª para atender un gigante de 319 millones de habitantes. En California, donde est¨¢ ubicada San Jos¨¦ (un mill¨®n de habitantes), se contabilizan 181 bibliotecas p¨²blicas.
Alemania. Con 82 millones de habitantes (en Wuerzburg, localidad b¨¢vara, viven 130.000 habitantes), el pa¨ªs tiene 7.875 bibliotecas p¨²blicas.
Espa?a. Existen 4.771 bibliotecas p¨²blicas (53 estatales, 70 auton¨®micas y las restantes, municipales) para una poblaci¨®n de 46 millones de habitantes.
L?ms? conoce el negocio tradicional: empez¨® colocando libros en los estantes. Pero lo que ha centrado la atenci¨®n sobre ¨¦l es que ha atisbado el futuro. ¡°Ten¨ªamos que cambiar la idea de la biblioteca como un espacio pasivo. En lugar de dise?ar un espacio para acceder a contenidos, hemos creado un espacio para crear contenidos¡±, explica poco antes de exponer el modelo de la Biblioteca 10 a medio centenar de bibliotecarios iberoamericanos, que han participado en READIMAGINE, el seminario organizado por Casa del Lector en Matadero, en Madrid, con el respaldo de la Fundaci¨®n Bill y Melinda Gates, para abordar proyectos de innovaci¨®n digital relacionados con la lectura y los libros.
El ¨¦xito de L?ms? puede medirse: reciben 2.000 usuarios al d¨ªa en una ciudad con 600.000 habitantes y 36 bibliotecas. La mitad de sus usuarios tienen entre 25 y 35 a?os. El sue?o de cualquier bibliotecario, que observa c¨®mo los grandes lectores que son los ni?os huyen al crecer. ¡°Es una preocupaci¨®n de casi todas las bibliotecas, que ven c¨®mo los ni?os dejan de ir a ellas cuando llegan a la adolescencia¡±, apunta Luis Gonz¨¢lez, director general adjunto de la Fundaci¨®n Germ¨¢n S¨¢nchez Ruip¨¦rez.
L?msa, sin embargo, ha logrado atraer a esa franja refractaria a un espacio asociado al silencio. Lo que ha demostrado el director es que s¨®lo rechazan el modelo tradicional. ¡°El 75% de los usuarios vienen para otras cosas distintas al pr¨¦stamo de materiales. Hemos logrado atraer a nuevos perfiles como trabajadores aut¨®nomos, artistas o artesanos¡±.
En esta d¨¦cada de vida han obtenido varios reconocimientos. El definitivo ha sido el espaldarazo del Gobierno de Finlandia, que abrir¨¢ en 2018 la nueva Biblioteca Nacional siguiendo su modelo, tras una inversi¨®n de cien millones de euros. Kari L?ms? es uno de los 20 bibliotecarios emergentes elegidos por la Fundaci¨®n Bill y Melinda Gates dentro de su programa de l¨ªderes globales. En esa lista exquisita de visionarios que ya han llevado la teor¨ªa a la pr¨¢ctica, figuran tambi¨¦n la alemana Anja Flicker y Jill Bourne, considerada una de las 100 mujeres m¨¢s influyentes de Silicon Valley.
Bourne dirige desde 2013 la biblioteca p¨²blica de San Jos¨¦, la d¨¦cima ciudad de Estados Unidos, donde se ubica la famosa tecn¨®polis. En menos de dos a?os ha logrado convencer a los pol¨ªticos para que aumenten los fondos municipales para la instituci¨®n y a las compa?¨ªas para que aporten ¡ªgratis¡ª su conocimiento. ¡°Las tecnol¨®gicas reinvierten en innovaci¨®n y desarrollo, no se dedican a regalar dinero, pero nosotros tenemos una reputaci¨®n y una confianza del p¨²blico que nos da valor a?adido¡±.
Despu¨¦s de que ingenieros de eBay desarrollasen gratis una aplicaci¨®n para la biblioteca, nuevas corporaciones como Microsoft, PayPal o Google est¨¢n negociando alg¨²n tipo de colaboraci¨®n. ¡°El reconocimiento de la biblioteca p¨²blica es un reconocimiento del valor del conocimiento. Hay que hacer ver a los pol¨ªticos que son esenciales¡±, defiende Bourne, que logr¨® que en junio de 2014 se aprobase un impuesto finalista, sufragado por propietarios inmobiliarios, para financiar la biblioteca de San Jos¨¦.
La revoluci¨®n de Anja Flicker, al frente de la biblioteca p¨²blica de Wuerzburg (Alemania) desde 2010, fue de otra ¨ªndole. Logr¨® que sus 40 empleados, en los que abundaba un perfil de veteranos desinteresados hacia la cultura digital, afrontasen una inmersi¨®n paulatina que ha resultado ejemplar. ¡°No pod¨ªamos dejar a nadie atr¨¢s. Ha sido un proceso duro y lento, pero no tiene marcha atr¨¢s. Como bibliotecarios hemos de ser capaces de formar a nuestros usuarios en tecnolog¨ªas y antes hab¨ªa que preparar al equipo¡±, cont¨® Flicker, que recurre a un verso de Hilde Domin, una poeta huida del nazismo, para resumir su filosof¨ªa: ¡°Puse el pie en el aire, y ¨¦l me sosten¨ªa¡±.
Babelia
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