La resurrecci¨®n de Fleetwood Mac
La banda de los mil avatares apela al futuro con el regreso Christine McVie, en Isla de Wight
Para plantarse en el Festival de la Isla de Wight hace falta coger un avi¨®n, un tren renqueante (y con posible transbordo), un ferry de precio desorbitado y un par de autobuses para, finalmente, caminar media hora hasta la entrada del recinto y un trecho embarrado hasta el escenario grande. Pero las piezas de este peregrinaje demencial quiz¨¢s acaben encajando si al final del tercer d¨ªa, mientras los fuegos artificiales chisporrotean en el cielo de Newport, escuchamos a la rediviva Christine McVie abordando como una chavalita Don¡¯t stop, esa invitaci¨®n a sostenerle la mirada al futuro y dar portazo a cuantas cosas ya no funcionan.
El futuro es un ideal que ya no parec¨ªa razonable en el devenir de Fleetwood Mac. En realidad, el mero hecho de que el quinteto siga subi¨¦ndose a un escenario no es solo un acontecimiento, sino un milagro. Demasiadas cosas les han sucedido a estos tres hombres y dos mujeres que la noche del domingo clausuraban el Festival, tantas como para admirarnos de hasta d¨®nde puede llegar a veces el instinto de supervivencia en el ser humano. Algunos de sus antecesores no tuvieron tanta suerte. Peter Green, el primer jefe de filas, encall¨® en los ¨¢cidos y la esquizofrenia. Bob Welch, el hombre que capitane¨® los a?os de transici¨®n, acabar¨ªa suicid¨¢ndose en 2012. Pero los mismos cinco m¨²sicos que en 1975 acometieron su particular ?lbum blanco y en 1977 se tiraron memorablemente los trastos a la cabeza con Rumours (el segundo disco m¨¢s vendido de la historia, despu¨¦s de Thriller) han vuelto para acreditar su m¨ªtico equilibrio inestable, esa tensi¨®n entre el cari?o incondicional y el desapego indisimulado que les garantiza un lugar de privilegio en la historia.
'Rumours', un ¨¦xito hist¨®rico
En 1977, Fleetwood Mac public¨® Rumours , su obra m¨¢s c¨¦lebre: el ¨¢lbum se mantuvo en el n¨²mero uno en EE UU durante m¨¢s de 30 semanas. Ha vendido m¨¢s de 40 millones de ejemplares, lo que lo convierten en uno de los discos m¨¢s exitosos de la historia de la m¨²sica.
A finales de los setenta, la banda alcanz¨® su momento de mayor ¨¦xito. Su quinto y hasta ahora ¨²ltimo disco con el quinteto que actu¨® en Wight fue Tango in the Night , de 1987.
¡°Somos una banda con numerosos altibajos, todos muy bien documentados, pero el regreso de Christine abre un nuevo cap¨ªtulo prol¨ªfico en nuestra historia¡±, proclam¨® un euf¨®rico Lindsey Buckingham ante una explanada que, entre la excitaci¨®n y la elevada densidad por metro cuadrado, no pod¨ªa sino contener el aliento. La mujer de sonrisa serena que aport¨® al grupo sus ambros¨ªas instant¨¢neas (?existe algo m¨¢s adictivo que ese ¡°falling, falling, falling¡¡± al final de Say you love me?) emerge de 16 a?os de retiro en la campi?a, atenazada por un sobrevenido p¨¢nico a volar y repartiendo el tiempo entre el alcohol y la jardiner¨ªa. Pero no es la ¨²nica sobre las tablas que se ha encontrado con una pr¨®rroga vital. Su exmarido, el bajista John McVie (el mismo que en las peores noches et¨ªlicas lleg¨® a amenazarla con un cuchillo en el cuello), super¨® un c¨¢ncer en 2014. Y Stevie Nicks, que confes¨® haber estado cerca de morir tras el consumo de un antidepresivo mal prescrito, vuelve a ser una pitonisa de belleza perturbadora que al final de Gold dust woman se marca un fascinante baile en c¨ªrculos.
John aporta todav¨ªa una solidez r¨ªtmica a prueba de se¨ªsmos, pese al inaudito despiste con la tonalidad que el domingo se le escap¨® en el famoso solo de The chain. Pero quienes en mejor forma se conservan son los dos genuinos histriones de la formaci¨®n. El bater¨ªa Mick Fleetwood, ese que de joven utilizaba a veces como baqueta un aparatoso consolador, sigue siendo un absoluto metr¨®nomo con brazada de cefal¨®podo, porque parece imposible llegar a tantos sitios con solo un par de extremidades superiores. Y Lindsey Buckingham se echa sobre sus espaldas los momentos de mayor visceralidad musical: el prodigioso arrebato de furia tribal en Tusk, esa endiablada mara?a de arpegios sin p¨²a para Big love, el cataclismo guitarrero como ep¨ªlogo de I¡¯m so afraid. A ratos incluso se estimula profiriendo gritos y dando saltitos, como un atleta ol¨ªmpico de 65 a?os.
El futuro, pese a todos los avatares, a¨²n es una posibilidad en la cronolog¨ªa de Fleetwood Mac. Y m¨¢s desde que Christine y Lindsey se han puesto a trabajar en ¡°prometedoras¡± nuevas canciones y planean dar forma a un ¨²ltimo ¨¢lbum, el primero de este quinteto desde Tango in the night (1987). Claro que Stevie es ahora la que no parece muy convencida de querer aportar sus composiciones. En Wight se vislumbr¨® durante dos horas la resurrecci¨®n de una banda inconmensurable, pero tambi¨¦n las sombras de un inagotable historial de incertidumbres.
Babelia
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