Bruce Lundvall, ejecutivo discogr¨¢fico y diplom¨¢tico en la sombra
Entre 1975 y 2000, dirigi¨® CBS, Elektra, Manhattan y Blue Note. Tambi¨¦n organiz¨® Havana Jam, un intento de impulsar el deshielo entre EEUU y Cuba.
Bruce Lundvall, legendario hombre del disco, falleci¨® el 19 de mayo en su New Jersey natal. Ten¨ªa 79 a?os y trabaj¨® hasta que la enfermedad de Parkinson le oblig¨® a jubilarse.
Nacido en la ciudad de Englewood en 1935, se aficion¨® al jazz viajando a Manhattan para escuchar a los rebeldes del be-bop. Ingres¨® en el departamento de mercadotecnia de la discogr¨¢fica CBS en 1960, donde destac¨® por la agudeza en seleccionar singles y buscar conceptos vendibles (suya fue la idea de llamar Super Session a las grabaciones de Al Kooper con Mike Bloomfield).
Pero no olvid¨® su primer amor y, ascendido a presidente en 1975, convirti¨® a CBS en una potencia jazz¨ªstica. Dexter Gordon, Woody Shaw, Stan Getz, Herbie Hancock, Bobby Hutcherson y muchos otros se sumaron a estrellas de la casa como Miles Davis o Dave Brubeck.
Lundvall protagoniz¨® una de las historias m¨¢s curiosas de la Guerra Fr¨ªa. Jimmy Carter deseaba restablecer las relaciones con Cuba y, al estilo de la diplomacia del ping-pong que junt¨® a Nixon con Mao, quiso utilizar la baza de la m¨²sica. Con su bendici¨®n, Lundvall mont¨® en 1979 Havana Jam, un festival donde se encontraron artistas estadounidenses de jazz, pop, rock, country y salsa con figuras cubanas, un prodigio de log¨ªstica y buenas intenciones.
El acercamiento qued¨® frustrado con el triunfo electoral de Ronald Reagan en 1980, pero a Lundvall le qued¨® una debilidad por los torrenciales jazzmen cubanos. Facilit¨® la carrera internacional de Irakere y de sus miembros (Paquito D¡¯Rivera, Chucho Vald¨¦s). Supo sortear la legislaci¨®n anticastrista: el pianista Gonzalo Rubalcaba fue fichado a trav¨¦s de una filial japonesa.
Lleg¨® a Elektra en 1982, donde relanz¨® la carrera de Rub¨¦n Blades, que se sent¨ªa maltratado por Fania. All¨ª puso en marcha el sello Musician, que ofrec¨ªa libertad total a los artistas. Una libertad de la que no gozaba Lundvall, que descubri¨® a Whitney Houston cuando todav¨ªa era menor de edad: no logr¨® convencer a la c¨²pula de la empresa (integrada en Warner) de la urgencia de contratarla.
En 1984, Capitol le hizo la oferta irresistible. Deb¨ªa montar un sello pop en Nueva York, que se llamar¨ªa Manhattan Records; como incentivo, le permitir¨ªan resucitar Blue Note, tal vez la discogr¨¢fica m¨¢s m¨ªtica del jazz. Lundvall aprovech¨® esa doble cara. As¨ª, Bobby McFerrin firm¨® como artista de jazz ¨Chab¨ªa grabado para Elektra Musician- pero su?Don¡¯t worry, be happy se benefici¨® del marketing pop de Manhattan, convirti¨¦ndose en himno global. En sentido contrario, aplic¨® la ic¨®nica etiqueta Blue Note a la cantante Norah Jones.
Esos ¨¦xitos permitieron a Lundvall reanimar Blue Note. Se abri¨® al nuevo p¨²blico que llegaba al jazz a trav¨¦s de las pistas de baile, v¨ªa US3 o St. Germain, impulsando las remezclas. Simult¨¢neamente, emprendi¨® una exhaustiva campa?a de reediciones, incluyendo las extraordinarias cajas de Mosaic Records, la compa?¨ªa de su amigo Michael Cuscuna.
Por encima de todo, Lundvall estaba orgulloso de facilitar la carrera de jazzmen en activo: Joe Lovano, Greg Osby, Terence Blanchard, John Scofield, Charlie Hunter, Jason Moran o Medeski Martin & Wood. Le encant¨® contar con los servicios de Dianne Reeves, Cassandra Wilson, Kurt Elling y otros vocalistas, una carencia muy evidente en la Blue Note original. Todos ellos disfrutaron del amplio margen de confianza que conced¨ªa Lundvall.?
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