A la espera del amigo
El orden se ha invertido y grandes pel¨ªculas son transformadas en series televisivas. Pero los cap¨ªtulos de 'Fargo' inspirados en el filme de los Coen no decepcionan
Hubo un tiempo en el que las series de televisi¨®n ofrec¨ªan el suficiente atractivo para que el cine, esa forma de arte presuntamente superior, descubriera que pod¨ªa hacer negocio condensando en un par de horas lo que otros hab¨ªan contado para la peque?a pantalla a lo largo de a?os. Y el doctor Richard Kimble, ese eterno fugitivo a la caza de El Manco, asesino de su esposa; o la sofisticada CIA resolviendo misiones imposibles; o el verdoso e incre¨ªble Hulk; o la muy desasosegante En los l¨ªmites de la realidad; o las enigm¨¢ticas historias que ocurren en ese pueblo llamado Twin Peaks, que su creador, David Lynch, convirti¨® en una de las pel¨ªculas m¨¢s imb¨¦ciles y absurdas de la historia del cine titulada El fuego camina conmigo; o las desinhibidas yuppies que intentaban follar mucho y bien en Nueva York; o los marcianos (o terrestres en el espacio, yo qu¨¦ s¨¦) de Star Trek; o los pivones detectivescos que ejerc¨ªan de los ¨¢ngeles de Charlie, y otras que mi escler¨®tica memoria olvida.
Pero los tiempos no es que est¨¦n cambiando (¡°no critiqu¨¦is aquello que no pod¨¦is comprender, vuestros hijos e hijas est¨¢n m¨¢s all¨¢ de vuestro dominio, porque los tiempos est¨¢n cambiando¡±, aseguraba Dylan, pero maldita la gracia que me hace su vieja profec¨ªa en la era en la que s¨®lo funcionas como alguien de tu ¨¦poca si est¨¢s conectado a alg¨²n aparato, en tu casa y por la calle, en tu trabajo y en tu intimidad), que los antiguos ser¨¢n implacablemente irreconocibles, sin posibilidades de supervivencia mental para aquellos ancianos que no podemos, ni nos gusta ni queremos quedarnos sin cines, sin librer¨ªas de papel, sin tiendas de discos. Y descubrimos entre otras nimiedades que el orden se ha invertido, que el mercado m¨¢s poderoso de la imagen aprovecha pel¨ªculas con aura y prestigio para inspirar series, para desarrollar hasta el infinito si la audiencia las respalda historias del cine que ten¨ªan comienzo, desarrollo y fin.
Y me dan escalofr¨ªos ante la posibilidad de que mis pel¨ªculas m¨¢s amadas, que se llaman El apartamento y El buscavidas ¡ªque cuentan, en el primer caso, c¨®mo una rata trepa (de nombre C. C. Baxter), que se sent¨ªa como Robinson Crusoe hasta que vio los pasos en la arena de la maravillosa y desgraciada ascensorista, se convierte, por ella y por su dignidad, en un pr¨ªncipe; y en el segundo, c¨®mo Eddie Felson, aquel alcoholizado artista del billar, pregunta con desesperaci¨®n activa a su capitalista explotador: ¡°Dime, Bert, ?c¨®mo puedo perder? Ya no puedo perder¡±¡ª, sean tentadores platos para los productores de series televisivas y desarrollen a lo largo de siete temporadas la vida de dos personajes que Billy Wilder y Robert Rossen hicieron perdurables en la gran pantalla.
Por ello veo con infinito retraso, cuando aparecen en ese mercado moribundo, llevado por bur¨®cratas nada imaginativos y muy bestias que cobran precios desorbitados despu¨¦s de que esas series hayan sido pirateadas hasta la risa y las cadenas de televisi¨®n las han repetido hasta el aburrimiento, esas series en DVD y Blu-ray que s¨®lo compran tarados como yo, a los que m¨²ltiples opiniones ajenas ya nos han informado desde hace un a?o o dos sobre la calidad que contienen. Si en la novela de Dino Buzzati El desierto de los t¨¢rtaros esperaban a un enemigo que nunca llegaba, yo en cambio me pregunto d¨ªa a d¨ªa, aunque in¨²tilmente, cu¨¢ndo me van a hacer feliz con la llegada del amigo, con esas series de las cuales ya ha disfrutado todo cristo y que probablemente van a hacer m¨¢s soportable mi soledad.
Y por fin llega a la venta Fargo. Solo en DVD. Porque les sale de los genitales o de su privilegiado cerebro a sus vendedores, por la asesinable ausencia de un criterio racional sobre los formatos que espera tu ¨ªnfima clientela. He o¨ªdo que los hermanos Coen, autores de aquella pel¨ªcula tan rara, sarc¨¢stica, tragic¨®mica y excelsa titulada Fargo (ellos siempre imprimen su fascinante y exclusivo toque, y a veces brilla mucho m¨¢s cuando no se limita a gracietas para disfrute exclusivo de la modernez, cuando lo que est¨¢n contando y el estilo para hacerlo alcanzan la condici¨®n de obra maestra; estoy pensando en Muerte entre las flores, El gran Lebowski, Fargo y Valor de ley), han asegurado que la serie es mejor que su pel¨ªcula. Opini¨®n arriesgada y generosa, aunque imagino que sus derechos de autor y figurar como productores ejecutivos de la serie compensa todo tipo de alabanzas sobre lo que va a engordar tu cuenta corriente, sin responsabilidad sobre la duradera criatura que ha engendrado esa idea tuya que abriste, desarrollaste y cerraste con la pel¨ªcula excepcional titulada Fargo.
Y veo los primeros cap¨ªtulos con mosqueo. Los ha creado Noah Hawley, cuyos m¨¦ritos art¨ªsticos desconozco. Pero compruebo que ha mamado hasta el fondo las esencias, los personajes, el ambiente, la atm¨®sfera, el ritmo que exist¨ªa en el producto original. O sea, vas a sentir el fr¨ªo extremo, la imbecilidad paleta de un mundo extremadamente primitivo aunque pertenezca a la gran Am¨¦rica; los sucesos extraordinarios y salvajes en un universo en el que aparentemente nunca ocurre nada trascendente; la listeza, el profesionalismo y la bondad de una polic¨ªa gorda y con mirada desarmante que ya no espera nada de la vida, pero s¨ª hacer bien su trabajo; el reverso inquietante de un hombre sometido y humillado que desde peque?o ha sido como el tonto de la clase; la aparici¨®n de dos asesinos profesionales (uno de ellos mudo) y el protagonismo del mal llevado al virtuosismo, encarnado por ese actor tan camale¨®nico como veraz llamado Billy Bob Thornton, s¨ª, ese se?or tan desasosegante cuyo nombre grab¨® en sus partes ¨ªntimas la bell¨ªsima Angelina Jolie.
Y es una serie tensa, con olor y sabor, tan bien escrita como dirigida, que ha integrado sin impostaci¨®n ni plagio barato las mejores virtudes de la pel¨ªcula. Y cuando acaba la primera temporada, ambientada en Fargo y en Minnesota (s¨ª, Duluth, aquella ciudad helada en la que nunca ocurr¨ªa nada que engendr¨® a un tal Robert Zimmerman y de la que escap¨® siendo muy joven un tipo genial para convertirse en Bob Dylan), te dan muchas ganas de que llegue la segunda temporada. Echaremos de menos a Billy Bob Thornton. Pero seguro que entre esa gente tan primitiva y esperp¨¦ntica siguen ocurriendo historias escalofriantes.
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