Doblemente felices
El Scarlatti Project de Uri Caine es un viaje por un pu?ado de sonatas en el que se dan la mano literalidad y fantas¨ªa
?Puede reescribirse la historia de la m¨²sica cl¨¢sica en su totalidad en clave jazz¨ªstica? Despu¨¦s de oir a Uri Caine, solo cabe como respuesta un s¨ª rotundo. Desde sus pioneras aproximaciones en 1997 a Wagner y Mahler se han sucedido sus recreaciones de Bach (unas memorables y pantagru¨¦licas Variaciones Goldberg), Schumann (Amor de poeta), Mozart, Beethoven (Variaciones Diabelli), Verdi (Otello) o Sch?nberg (Pierrot lunaire).Algunos puristas se han rasgado las vestiduras, como era de esperar, pero ha predominado el reconocimiento de los m¨¦ritos ¡ªcuando no la genialidad sin ambages¡ª del pianista estadounidense para insuflar con naturalidad un esp¨ªritu contempor¨¢neo en estas relecturas, rememoraciones, reinvenciones o resurrecciones ¡ªque son todo eso y m¨¢s¡ª de los grandes cl¨¢sicos.
Ahora le ha llegado el turno a Domenico Scarlatti, hijo adoptivo de Madrid, una ciudad ingrata con su genio y poco amiga de que su m¨²sica suene habitualmente entre nosotros. Aqu¨ª se ha dado su nombre a una callecita ¡ªjunto al Tribunal Constitucional¡ª y poco m¨¢s: de haberse instalado en Londres, como Haendel, nacido al igual que ¨¦l y que Bach en 1685, ser¨ªa un h¨¦roe nacional ingl¨¦s. Caine sali¨® a tocar con la venerable edici¨®n de 60 sonatas publicada por Schirmer en 1953 y preparada por su compatriota Ralph Kirkpatrick, el clavecinista que catalog¨® y puso orden en el marem¨¢gnum de las 555 sonatas de Scarlatti y que proclam¨® bien alto al mundo su grandeza.
Fiel a m¨²sica y letra
Al contrario que en otras ocasiones, Caine se mantuvo fiel no s¨®lo al esp¨ªritu de la m¨²sica, sino tambi¨¦n a su letra. Su Scarlatti Project es un viaje por un pu?ado de sonatas en el que se dan la mano literalidad y fantas¨ªa, fidelidad e invenci¨®n. All¨ª siguen estando, claramente perceptibles, las estructuras binarias, los dejos arm¨®nicos folclorizantes, las refulgentes r¨¢fagas de agilidad en ambas manos, los giros mel¨®dicos del italiano, la efervescencia de los modos mayores, la suave melancol¨ªa de los menores, los gui?os humor¨ªsticos, la diversi¨®n, la luz.
Todo est¨¢ ah¨ª, s¨ª, pero todo se transforma sobre la marcha: Caine toca con la partitura original, pero la reescribe a cada paso. Lo que otros ser¨ªan incapaces de hacer tras meses de estudio, ¨¦l lo alumbra con la naturalidad y el desparpajo del superdotado, del improvisador natural, del creador omn¨ªmodo. Sus breves excursos jazz¨ªsticos recuerdan al John Lewis del Clave bien temperado de Bach, que se aparta temporalmente del original para volver a ¨¦l sin que se noten las costuras. El swing de Caine es m¨¢s encendido ¡ªy, a ratos, descoyuntado¡ª que el del legendario pianista del Modern Jazz Quartet, sobre todo por su infatigable mano izquierda, un prodigio de flexibilidad que lo sit¨²a en la ¨®rbita de Scarlatti, cuyas sonatas persiguen que su destreza corra pareja con la de la derecha. Fuera de programa, Caine ofreci¨® lo que ya es un cl¨¢sico: el primer movimiento de la Sonata K. 545 de Mozart, en el que el orden cl¨¢sico se ve abatido por los des¨®rdenes contempor¨¢neos y el desnudo Do mayor original se vuelve politonal e imprevisible.
En el pr¨®logo a sus ¨²nicas sonatas publicadas en vida, los Essercizi de 1738, Scarlatti se refer¨ªa a su m¨²sica como ¡°lo scherzo ingegnoso dell'Arte¡±, y as¨ª la toca Caine, como peque?as bromas llenas de ingenio. El italiano se desped¨ªa con un ¡°vivi felice¡± que debe leerse como toda una declaraci¨®n de intenciones y, acabado el concierto, las caras de todos los congregados en el Istituto Italiano di Cultura, una vez que el hurac¨¢n Scarlatti/Caine se alejaba ya por la Cuesta de la Vega y Las Vistillas, no eran los rostros de personas felices, sino doblemente felices.
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