Mucho m¨¢s que policiaca
Justo Navarro ha escrito una novela por encima del g¨¦nero, con una lengua literaria luminosamente viva e imaginativa
La literatura de Justo Navarro se asienta sobre superficies opacas. Su filosof¨ªa compositiva adquiere su sentido crucial en esa manera de mirar la vida, hombres y mujeres, hijos y padres en busca de una explicaci¨®n definitiva para entender lo ininteligible. Los argumentos novelescos de Navarro no funcionan pa?ralelos a la trama. Los argumentos son la trama. Navarro hasta ahora nunca hab¨ªa escrito una novela de g¨¦nero policiaco, pero sus leyes estaban en todas sus novelas anteriores. Tangenciales. Estaban en la configuraci¨®n de las atm¨®sferas, en esa indefinici¨®n de los personajes que tan bien cuadran en las a¨²n m¨¢s indefinidas historias que arrastran, desde sus pasados hasta sus presentes. Sus novelas encarnan lo novelesco, lo indagatorio, el enigma familiar, el pasado sospechoso, el presente a veces indecible. Y algo muy importante, el tiempo en sus novelas, como sucede ahora en su nueva obra, es como la presencia fundida de varios tiempos simult¨¢neos (¡°El tiempo para m¨ª es una visi¨®n¡±, afirm¨® un d¨ªa). Ahora ha dado el paso. Las reglas del g¨¦nero policiaco son las que son. Se puede disimular su rigidez, relativizar su suspense, incluso hacer que una escritura tan singular como la de Navarro nos haga olvidar por momentos que estamos en un g¨¦nero, pero al final debe haber un crimen (o varios) y un culpable.
Gran Granada transcurre durante los a?os sesenta, es decir, una d¨¦cada anterior al tiempo en que sucede El alma del controlador. Y veinte m¨¢s tarde que La casa del padre (1994). Estamos en Granada, corre 1962. En la ciudad andaluza hubo inundaciones catastr¨®ficas y se est¨¢ en v¨ªsperas de una visita de Franco. Un cambio de viraje del r¨¦gimen hace necesarias algunas defenestraciones pol¨ªticas. Un gobernador civil por otro y un jefe de polic¨ªa relegado. Estamos, por tanto, en la superficie. Opacidad program¨¢tica de un r¨¦gimen dictatorial. Pero por debajo de esa superficie esmerilada, reprimida e hip¨®crita se urden cr¨ªmenes, se chantajea, se medra, se adula y se miente. La novela negra aporta dispositivos eficaces para crear una atm¨®sfera de podredumbre tir¨¢nica, de arbitrariedad institucionalizada, de codicia desmedida en las altas esferas del poder. El autor usa en su libro la novela negra a su manera. Descentraliza la figura del investigador y lo suplanta por la letal y corrupta profesionalizaci¨®n de un funcionario al servicio del r¨¦gimen. La intuici¨®n, la b¨²squeda de alguna verdad en medio de tanta peligrosa deshonestidad, queda en manos de una bibliotecaria y voraz lectora de novelas de misterio.
En Gran Granada, Navarro vuelve a sus temas preferidos: la relaci¨®n hijo-padre (en esta novela hija, y una frase paradigm¨¢tica de un personaje: ¡°No me gustan los padres, no quiero ser padre de nadie¡±), la sinuosidad moral, la fascinaci¨®n por los obscuros pasados, las l¨ªneas de sombra que se ciernen como una maldici¨®n sobre la realidad (hist¨®rica y personal). As¨ª tenemos un comisario, un oculista (llamado Federico) que tiene que disimular su condici¨®n sexual manteniendo un noviazgo con la bibliotecaria, unos cr¨ªmenes y varias verdades que nunca lo parecen, pero que funcionan muy bien para que todo siga igual. Justo Navarro ha escrito una novela soberbia. Por encima del g¨¦nero que la sostiene. Y lo ha logrado en virtud de una lengua literaria luminosamente viva e imaginativa. Una lengua literaria que lo hace todo. Desde dibujar el perfil de ese ominoso gordo que tanto nos recuerda a los ex¨®ticos malignos de Eric Ambler hasta la sobriedad y exactitud descriptiva de Clara, esa bibliotecaria tan llena de vida sin vivir.
Gran Granada. Justo Navarro. Anagrama. Barcelona, 2015. 260 p¨¢ginas. 17,90 euros.
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