El hombre que respiraba ciudad
Se necesitaba la experiencia de toda una vida y la escritura de un gigante para escribir un libro como 'El peat¨®n de Par¨ªs'. L¨¦on-Paul Fargue ten¨ªa las dos cosas
Si mientras le¨ªa este libro, por ejemplo en un caf¨¦, se me hubiese acercado un conocido bastante respetuoso con la cultura, pero no excesivamente implicado en ella, queriendo saber de qu¨¦ iba lo que le¨ªa, me habr¨ªa visto obligado a hacerle una descripci¨®n que casi con toda seguridad le habr¨ªa quitado las ganas de comprarlo. Pues no tendr¨ªa m¨¢s remedio que decirle que el autor fue un poeta franc¨¦s nacido en 1876 cuyos versos, hoy como entonces, gozan de un merecido aprecio, pero que no vende (ni pinta) mucho. Deber¨ªa a?adir que L¨¦on-Paul Fargue, el autor, estuvo metido en la mayor parte de las movidas literarias y art¨ªsticas m¨¢s importantes de la primera mitad del siglo XX con la excepci¨®n del surrealismo, pues si empez¨® trat¨¢ndose mucho con sus principales estrellas, A. Breton, L. Aragon y P. Soupault, al final se las tuvo tiesas con todos ellos. Fruto de su omnipresencia en la vida parisiense es la impresionante lista de nombres que surgen a lo largo de su vida, pues si tuvo como profesores a Mallarm¨¦ y Bergson, m¨¢s tarde ir¨ªa firmando alianzas y fundando revistas con gente como Jarry, Levet, Larbaud, Ravel, Satie, M. Schwob, P. Val¨¦ry, Maurice Barr¨¨s o Valery Larbaud, rematando (con perd¨®n) su ciclo de amistades con Pablo Picasso, pues pr¨¢cticamente muri¨® en sus brazos en 1943 cuando, estando con ¨¦l en un bistr¨®, sufri¨® un derrame cerebral del que no se repuso, muriendo en 1947.
Y a¨²n habr¨ªa que a?adir un par de datos m¨¢s para ilustrar al curioso. Uno es positivo, entusi¨¢sticamente positivo, y seguro que le anima a comprar el libro: seg¨²n Mallarm¨¦, de los miles de peatones que han recorrido Par¨ªs de punta a punta para luego dar cuenta de sus hallazgos, ¡°un seul parmi eux accordait ¨¤ son c?ur le rythme de son pas afin d¡¯en nourrir la cadence des vers que nous aimons lire aujourd¡¯hui: L¨¦on-Paul Fargue¡±. No voy a osar parafrasear al maestro, s¨®lo se?alar que ¡°coraz¨®n¡±, ¡°el ritmo de sus pasos¡± y la ¡°cadencia de los versos¡± son un reflejo admirable de lo que es este libro: m¨¢s que pasear, el autor vive en los espacios urbanos que describe como quien da cuenta de su hogar y habla de su familia. Fargue escribi¨® El peat¨®n de Par¨ªs en 1939, cuando ten¨ªa 63 a?os. Los franceses resaltan, haciendo un gui?o de complicidad, que no se cas¨® hasta bien pasados los 50, como queriendo decir: ¡°Imagine la de golfadas que tuvo tiempo de hacer, y la clase de personal que lleg¨® a conocer este hombre que no sali¨® nunca de Par¨ªs¡±. ?l lo negaba. Le molestaba ser tomado por un provinciano y dec¨ªa conocer bien Rusia y gran parte de Europa, y a?ad¨ªa: ¡°Y China¡±, aunque luego precisaba que China le interesaba mucho y que contaba con ir alg¨²n d¨ªa.
Y tampoco es una gu¨ªa tur¨ªstica. Por descontado que describe lugares que forman parte del repertorio sentimental de un gran n¨²mero de nuestros contempor¨¢neos, como los Quais, Montmartre, Saint-Germain-des-Pr¨¦s, La Chapelle, l¡¯Op¨¦ra, y con ellos los colores, los olores, los sabores, los caf¨¦s y terrazas, los comercios, pero tambi¨¦n historias fascinantes y retratos tan vivos que s¨®lo alguien de la familia podr¨ªa conocer. Est¨¢ claro que se necesita la experiencia de toda una vida y la escritura de un gigante para escribir un libro as¨ª, porque (por m¨¢s que sea una inutilidad, ya que ser¨ªa como decir lo mismo otra vez pero peor) si alguien se lo propusiera, podr¨ªa escribir la biograf¨ªa de L¨¦on-Paul Fargue extrapolando los datos que da, de s¨ª mismo y de la ciudad, y siguiendo las pistas que va dejando como al desgaire, pero con una exactitud de miniaturista. As¨ª, por ejemplo, ese restaurante de Auteuil llamado Mouton Blanc, que fue el lugar donde se reun¨ªan La Fontaine, Moli¨¨re y Racine. Y tampoco parece inventada una historia tan peregrina como la de una poetisa americana, hija adoptiva de Par¨ªs, que en cuesti¨®n de carnes blancas s¨®lo se interesaba por la de las mujeres, pero que, cansada de luchar contra su enfermedad, decidi¨® poner fin a su vida ¡°a la chateaubriand¡±. Pero aconsejo leerlo en el cap¨ªtulo Passy-Auteuil.
El dato negativo que falta, aun a riesgo de descorazonar al curioso, es que el propio Fargue reconoce que el Par¨ªs del que habla ya no existe y que el tiempo lo ha cambiado todo. C¨®mo no. Pero hay una baza irrebatible: L¨¦on-Paul Fargue no ley¨® El peat¨®n de Par¨ªs casi un siglo despu¨¦s de haberlo escrito y, por tanto, no pod¨ªa saber hasta qu¨¦ punto es incierto que su Par¨ªs haya desaparecido. Qu¨¦ va. Y quien lea el libro podr¨¢ comprobar hasta qu¨¦ punto sigue vivo, como lo prueban, por ejemplo, hechos como que el piso ajedrezado del comedor de la Brasserie Lipp todav¨ªa procede de la f¨¢brica de cer¨¢micas Fargue, propiedad del padre del escritor.
El peat¨®n de Par¨ªs. L¨¦on-Paul Fargue. Pr¨®logo de Andr¨¦s Trapiello. Traducci¨®n de Regina L¨®pez Mu?oz. Errata Naturae. Madrid, 2015. 268 p¨¢ginas. 19,50 euros.
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