S¨ª, los hombres tambi¨¦n lloran
Un tel¨¦fono y una cama le sobran a Antonio Dechent para despojar al amor de sus tab¨²es
Dice el m¨¦dico que la primera noche se descansa. Parece que la intoxicaci¨®n tiene un primer momento en que hasta el sufrimiento desaparece. Lo malo viene despu¨¦s. Ayer, claro, y hoy es terrible¡ Y ma?ana va a ser insoportable. Esas l¨ªneas de La voz humana no hablan sino de amor, o de su ausencia. El mon¨®logo de Jean Cocteau fue escrito en 1930 para el ¨²nico amor femenino de su vida, Edith Piaf. Para que la amante amiga interpretara la frustraci¨®n, la desesperaci¨®n, la agon¨ªa tal vez absurda pero necesaria del abandono. Ella nunca se atrevi¨® a hacerlo. Murieron el mismo d¨ªa, el 11 de octubre de 1963. Ella, por un c¨¢ncer hep¨¢tico. Unas horas despu¨¦s de enterarse de la muerte de la cantante, muri¨® el artista por un infarto de miocardio.
'La voz humana'
Autor: Jean Cocteau.
Direcci¨®n: Antonio Campos.
Interpretaci¨®n: Antonio Dechent.
Duraci¨®n: 55 minutos.
La voz humana se estren¨® en la primavera de 2013, ha pasado por decenas de peque?as y grandes salas desde entonces. Desde el 1 de julio y hasta el 31 de agosto estar¨¢ todos los mi¨¦rcoles a las 20.15 en la Sala Off del Teatro Lara (Madrid).
Esa es la historia breve de una pieza que durante 85 a?os ha sido interpretada por nombres de mujer: Ingrid Bergman, Anna Magnani, Mar¨ªa Bayo, Amparo Rivelles... En Espa?a, por primera vez, el papel cambia de g¨¦nero y Antonio Dechent, en pijama y en torno a una cama deshecha como el cad¨¢ver tibio de lo que se fue, derriba cualquier tab¨² que aun le quede al sufrimiento por amor. La pieza, de apenas una hora de duraci¨®n, tiene como eje una conversaci¨®n telef¨®nica, la ¨²ltima entre alguien enamorado y quien ya no lo est¨¢. S¨ª, los hombres tambi¨¦n lloran. Es julio de 2015, no deber¨ªa haber sorpresa. "El amor y el desamor no es patrimonio de ning¨²n g¨¦nero. Tal vez hace 20 a?os no hubiera podido funcionar as¨ª, todav¨ªa hoy hay personas reacias a creer que el hombre puede ser tan fr¨¢gil", explica Dechent (Sevilla, 1960).
Esta versi¨®n esparce sobre el escenario dos certezas. Una obvia e innegable, el amor duele en alg¨²n momento; y otra que deber¨ªa serlo, ellos, pese al vetusto lastre cultural, tienen todo el derecho a sentirlo y a expresarlo (o expulsarlo) de la misma forma. Ni todos son t¨¦mpanos, ni todas son la tragedia hecha carne. Dechent ley¨® el texto cuando era joven: "Todos los que han estudiado interpretaci¨®n se han acercado a ¨¦l, sobre todo los actrices, y recuerdo que pens¨¦: 'Qu¨¦ pena no ser mujer para poder hacer esto'". Qued¨® ah¨ª, latente. A?os despu¨¦s volvi¨® a surgir cuando el actor necesit¨® una pieza para un espacio de 28 butacas en Sevilla. "Desech¨¦ la idea directamente, pero sigui¨® dando vueltas en mi cabeza. Repas¨¦ entonces el texto y me di cuenta de que, a estas alturas, en la sociedad en la que vivimos ya pod¨ªa hacerse ese cambio de g¨¦nero".
Dechent, impoluto y por momentos sublime en esa degeneraci¨®n que trasciende al adi¨®s, ha ido muy lejos y muy hondo para poner en pie un personaje en el que cualquier puede reconocerse. O eso asegura: "Conforme vamos viviendo nos vamos acorazando, este hombre est¨¢ en carne viva en el escenario. He tenido que acudir no a recuerdos, sino a sentimientos que ya estaban muy tapados. Y de alguna manera no est¨¢ mal el recuperar cosas tan fuertes, emociones tan profundas... Te hace sentirte m¨¢s vivo, aunque sea a trav¨¦s del dolor".
No hab¨ªa m¨¢s intenciones en Dechent que enfrentarse a un reto como actor y hacer una pausa en el marasmo rutinario. Un remanso. "Que el amor se introduzca durante una hora y con cierta incomodidad en el espacio vital de otra persona". Lo cierto es que la visi¨®n de un hombre (o una mujer) humillado por voluntad propia, sumiso frente a lo inevitable, calmado solo por esa voz al otro lado del tel¨¦fono que el p¨²blico es capaz de imaginar, es, a intervalos, contradictoria.
Tambi¨¦n para el propio actor: "Si alguien tiene una m¨¢scara para relacionarse con los dem¨¢s soy yo, estoy bastante acorazado. Esto me ha servido y me ha cambiado". Asegura que sufri¨® mucho durante las primeras funciones, esas que removieron sus fangos personales. "Ha limpiado ese poso, reconozco esos detritus un poco m¨¢s, y me conozco mejor". Para algunos ser¨¢ volver a alg¨²n momento del pasado, otros se encontrar¨¢n ante un espejo, tal vez alguien sentir¨¢ verg¨¹enza (ajena o propia) o el resquemor de una cicatriz que se cre¨ªa olvidada.
Babelia
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