La enigm¨¢tica sonrisa de Fandi?o
La corrida de Victoriano del R¨ªo, ganadora en 2014 de todos los premios, fue un petardo
Primero, la noticia: la corrida de Victoriano del R¨ªo, ganadora el pasado a?o de todos los premios, fue un petardo. No parece posible que unos toros con tan inmejorables hechuras, deslumbrante trap¨ªo y astifinas arboladuras fueran todo un compendio de mansedumbre, y falta de casta, codicia y movilidad. Qu¨¦ pena m¨¢s grande de ese sexto toro, con un cuerpo para ponerlo en un marco, acobardado y moribundo. Pero as¨ª es, se supone, el misterio del toro. Se salvaron del naufragio los dos primeros, blandos, pero nobles y prestos para el triunfo, pero no redimen al conjunto de un fracaso tan inesperado como glorioso.
Y, ahora, las entretelas: se dir¨¢ lo que se diga, pero el peso de Madrid es incuestionable; al menos, en el ¨¢nimo de los toreros. Triunf¨® en San Isidro Sebasti¨¢n Castella y, desde entonces, est¨¢ que se come el mundo. No hay m¨¢s que verle la cara: presume sin pretenderlo de un semblante de campe¨®n. Anda por la plaza con una seguridad apabullante, firme, confiado, como si aquello fuera coser y cantar. Y eso es, ¡ªeso se dice, al menos¡ª porque un triunfo en Las Ventas te permite varios meses de tranquilidad. Despu¨¦s, ocurri¨® que la faena de Castella a su buen primero no tuvo la hondura requerida, pero ah¨ª quedaron los andares seguros de un torero que goza de un momento dulce en su vida profesional.
Del R¨ªo/Castella, Fandi?o, Talavante
Toros de Victoriano del R¨ªo, muy bien presentados, mansos, blandos, desfondados, sosos y nobles; destacaron primero y segundo.
Sebasti¨¢n Castella: estocada ca¨ªda (oreja); metisaca, pinchazo _aviso_ y un descabello (silencio).
Iv¨¢n Fandi?o: estocada contraria _aviso_ (oreja); estocada que asoma y cuatro descabellos (silencio).
Alejandro Talavante: pinchazo, estocada y tres descabellos (silencio); pinchazo (silencio).
Plaza de Pamplona. 9 de julio. Tercera corrida de la feria de San Ferm¨ªn. Lleno.
En el otro rinc¨®n del cuadril¨¢tero, Iv¨¢n Fandi?o. No super¨® con ¨¦xito su heroica encerrona del Domingo de Ramos en Madrid, y, desde entonces, anda cabizbajo y con la moral hundida. Y hace ya tres meses de aquella tarde. Pues llega a Pamplona, corta una oreja sanferminera (de poco peso, enti¨¦ndase), y se le cambia la cara; se atreve a esbozar una enigm¨¢tica sonrisa y se le ve feliz, como quien se acaba de despojar de una atadura que le acogotaba el alma. Parece mentira, pero ese es el peso de Madrid.
Dicho lo cual, quede claro que ni Castella ni Fandi?o estuvieron a la altura que requer¨ªan los dos buenos primeros toros. El torero franc¨¦s, f¨¢cil en todo momento, dio muchos pases a un noble codicioso, pero no hilvan¨® la obra que la ocasi¨®n exig¨ªa. Algo parecido le sucedi¨® ante el cuarto, que desarroll¨® genio y escasa colaboraci¨®n, al que mulete¨® sin apreturas ni hondura. Quiz¨¢, pec¨® de soberbia torera¡ Quiz¨¢s¡
Fandi?o se reencontr¨® con un animal de repetidora embestida y se esforz¨® por superar fantasmas del pasado. Pero tampoco fue capaz de expresar un argumento, y su quehacer careci¨® de rotundidad. ?l lo sab¨ªa, y, prueba de ello, es que se hinc¨® de rodillas para trazar unas alborotadas manoletinas y, entonces, s¨ª, el p¨²blico festivo de esta plaza vibr¨®. El quinto no vali¨® nada.
Y Talavante, con un corte de pelo de soldado raso, se llev¨® la peor parte. Perdi¨® la coleta ¡ªel a?adido postizo¡ª porque no hab¨ªa cabello donde agarrarla, y se estrell¨® con un lote infumable. Muy descastado y sin recorrido su primero, y afligido hasta la extenuaci¨®n el guapo sexto, que ven¨ªa para modelo de pasarela; del encierro matinal lo ten¨ªan que haber lucido en un museo.
Babelia
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