Un autor entregado a su p¨²blico
Charles Dickens fue uno de los primeros escritores que prescindieron del mecenazgo al optar por poner a la venta y al alcance del p¨²blico sus obras. Las novelas de Dickens se publicaban por entregas en los peri¨®dicos de la ¨¦poca y los lectores las segu¨ªan ¨¢vidamente semana tras semana. La novela se establece como g¨¦nero triunfante en el siglo XIX porque se interesa por la realidad de las clases sociales, habla de sus problemas y el p¨²blico responde; responde a tal extremo que, siendo muchos lectores analfabetos, reun¨ªan en el barrio unos dineros para compensar a un lector (pod¨ªa ser el boticario, el m¨¦dico...) que les leyera en voz alta los episodios semanales de unas historias que hablaban de ellos y de sus vidas y no, como hasta entonces, de la historias de gente cultivada y de abolengo. As¨ª se hizo popular el g¨¦nero y pas¨® a dominar el escaparate literario. El canon de la novela como g¨¦nero, establecido por autores como ¨¦l o Balzac naci¨®, pues, de la literatura popular.
Pero Dickens no se limit¨® a encerrarse en casa a escribir novelas en las que mostraba los entresijos del alma humana y la secular injusticia que afectaba a los m¨¢s desprotegidos en la r¨ªgida y puritana sociedad de la Reina Victoria. Adem¨¢s contribuy¨® al periodismo de la ¨¦poca colaborando en prensa y creando publicaciones, por lo general de car¨¢cter literario, a las que dedic¨® un gran esfuerzo personal y de ah¨ª procede la caja m¨¢gica, esa Piedra Rosetta reci¨¦n descubierta que contiene numerosas contribuciones de los mejores escritores de la ¨¦poca, incluidas las suyas, y sobre las que ejerc¨ªa un cr¨ªtica previa muy exigente. Y no s¨®lo eso: dedic¨® una parte importante de su vida a ofrecer recitales p¨²blicos.
En sus recitales, se dirig¨ªa a un p¨²blico devoto y multitudinario, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos, a donde viaj¨® en varias ocasiones en loor de multitud, entreg¨¢ndose a un esfuerzo f¨ªsico extraordinario. Ofrec¨ªa recitales de hasta dos horas de duraci¨®n, ¨¦l solo en escena, alivi¨¢ndose con una copa de champ¨¢n y una docena de ostras en los entreactos. Si a las novelas sumamos su trabajo de editor de revistas y las constantes giras una vez que alcanz¨® la cimas de su popularidad, no cuesta nada imaginar el desgaste que supon¨ªa para ¨¦l; pero Dickens es el ejemplo admirable del autor entregado a su obra y a su p¨²blico: sencillamente, no pod¨ªa dejar de atenderlos, no pod¨ªa dejar de escribir y no pod¨ªa ni quer¨ªa alejarse de todo lo que supusiera luchar en pro de la difusi¨®n de la cultura y de la educaci¨®n de las personas.
Dickens es, quiz¨¢, el m¨¢s grande los novelistas de su ¨¦poca. Su dedicaci¨®n corri¨® en paralelo al decaimiento de su salud, a un progresiva visi¨®n m¨¢s oscura de la sociedad en su madurez (v¨¦ase esa obra maestra que es Casa desolada) y a la decepci¨®n familiar de aquel ni?o que qued¨® retratado en David Copperfield. Dickens muri¨® de una apoplej¨ªa a los 58 a?os de edad. En realidad muri¨® de agotamiento, entregado hasta fin a la causa de las gentes y de la escritura.
Babelia
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