Baile comprometido bajo los frescos florentinos
Virgilio Sieni culmina un monumental ciclo sobre el ¨¦xodo contempor¨¢neo representado en espacios de museo
Los murales que representan La ¨²ltima cena y que abundan tanto desde la iconograf¨ªa prerrenacentista encuentran su mayor supervivencia en Florencia. Hay un recorrido por esos?Cenacoli fuera de los c¨ªrculos tur¨ªsticos habituales. De hecho, tienen horarios particulares y hasta raros. Verlos es una de las experiencias est¨¦ticas de calado para quien se interese por esta ¨¦poca, su arquitectura y su pintura, y cinco de estos espacios pintados son los que ha escogido el core¨®grafo Virgilio Sieni para presentar su ciclo de danza contempor¨¢nea experimental bajo el t¨ªtulo de??xodo, un tema recurrente sobre el que piensa y act¨²a desde hace tiempo. El t¨ªtulo gen¨¦rico de la experiencia es?Grande Adagio Popolare. A ellos agrega para la clausura la Biblioteca de San Marco, que con sus arcadas y tirantes f¨¦rreos tanto recuerda los cuadros de Fra Angelico.
A veces sin sonido,
algo electrizante
recorre el espacio de lo que fue refectorio
y ahora es museo
Bajo pinturas de Andrea del Castagno (Cenacolo de Sant¡¯Apolonia), Domenico Ghirlandaio (Cenacolo de Ognissanti), el de Santa Croce (con frescos de Taddeo Gaddi) o el de San Salvi (con las pinturas de Andrea del Sarto) ocurren unas impactantes escenas entre la danza y el rito civil. Ni?os, adolescentes, gente com¨²n, un coro de ancianos jubilados: todos caben en la experiencia de transmitir desde solidaridad hasta desamparo. Las escenificaciones son conmovedoras, lentas y rituales. Hablan de los emigrantes. Los actuantes llevan mantas sobre los hombros o esos metalizados t¨¦rmicos que se usan tambi¨¦n en las ambulancias y para cubrir a los accidentados. Las mantas, vulgares, se convierten h¨¢bitos, figuradas t¨²nicas, pluviales o capuchas de mendicantes, pues siempre algo impone como imagen al espectador cuando aparece una cabeza cubierta, que no sabemos si ora o se esconde, si teme o descansa en la huida.
Una l¨ªnea blanca en el suelo, en todos los casos, delimita la acci¨®n bailada del p¨²blico, que es invitado a moverse fuera del per¨ªmetro acotado como escenario. Es all¨ª dentro donde sucede la acci¨®n a veces separada en grupos que no sobrepasan la docena. Lo que pasa en todos los?Cenacoli es distinto, pero est¨¢ muy estrechamente vinculado, dir¨ªase que hay una secuencia ¨²nica y ¨²ltima, de ideario, que recorre toda la propuesta. En Italia, como en Espa?a, el tema de las pateras en el Mediterr¨¢neo es una desgarradora realidad diaria que cada vez aporta momentos m¨¢s tr¨¢gicos, muertes y sobre todo un evidente desamparo ante lo desconocido y a lo que no se ve soluci¨®n.
A veces sin sonido, algo electrizante recorre el espacio de lo que fue refectorio y ahora es museo. En un momento, las mantas se tiran al aire o se acumulan en una monta?a que parece una figurada obra de Michelangelo Pistoletto, uno de los pilares te¨®ricos del Arte povera. Y es que en las propuestas de Sieni hay algo de Arte povera reencontrado y redirigido hacia su propia est¨¦tica. Al fondo de cada una de estas escenas de danza la pintura memorial de la ?ltima cena juega un papel m¨¢s ideol¨®gico que escenogr¨¢fico. Con la memorizaci¨®n en el espectador de las secuencias de ca¨ªdas y recuperaciones, las poses mixtas, los movimientos de grupo en un obstinado deambular que no lleva a otro sitio que a la propia observaci¨®n, terminan por tensar el ambiente, darle la gravedad del argumento, a entender que somos parte de ese ¨¦xodo dram¨¢tico y global.
Al fondo de cada escenas
la pintura memorial de
'La ¨²ltima cena'
juega un papel m¨¢s ideol¨®gico
que escenogr¨¢fico
La conexi¨®n con el?Evangelio seg¨²n San Mateo, trabajo inmediatamente anterior de Sieni es evidente, si bien es verdad que el experimento de los?Cenacoli florentinos bascula entre tiempos de creaci¨®n coreogr¨¢fica. Sieni tiene la teor¨ªa de que todos bailamos, de que en todas las personas, en el com¨²n de los mortales, habita un bailar¨ªn, entendiendo la danza como un acto de comunicaci¨®n primaria y humana, vital y necesaria. Nadie, ning¨²n creador contempor¨¢neo ha ido tan lejos en la exposici¨®n y el experimento de unos procesos de construcci¨®n que implican mover masas y usar espacios monumentales fr¨¢giles e hist¨®ricos, porque parte del atractivo est¨¢ en esa pared a medio iluminar, donde Juan el Bautista duerme en el regazo de Jes¨²s, o Lucas diserta por su cuenta demostrando aquella tendencia a sobresalir y a expresarse por s¨ª mismo. En otra parte, es la figura de Mateo la que sobrecoge, con su inclinaci¨®n casi interrogante sobre el perfil del maestro al que sigue o Judas Iscariote oculta su bolsa entre los pliegues de la r¨²stica t¨²nica. Esos doce hombres representados, como dice Sieni, a¨²n tienen cosas que decirnos, religiosidades aparte. Es verdad que en un tiempo estos sitios era donde se cortaba el pan, donde se nutr¨ªa el cuerpo y el esp¨ªritu. Hoy son espacios muse¨ªsticos, plurales, donde estas partituras corales claman, alertan, promueven una revisi¨®n de la postura consciente ante la migraci¨®n incesante. Sieni escribe en el programa de mano: ¡°Pr¨®fugos sin tiempo, no sabemos de cual para¨ªso perdido se alejan, ni tampoco a cual para¨ªso por reconquistar se dirigen¡±.
El ¨²ltimo ciclo de??xodo, n¨²mero 6, se podr¨¢ ver el martes 21 y el mi¨¦rcoles 22 con unas ¨²ltimas citas en la Biblioteca de San marco, arquitectura firmada por Michelozzo y realizada alrededor de 1440. En este??xodo 6 participa, entre otros artistas, el bailar¨ªn invidente Giuseppe Comuniello. La entrada siempre es gratuita previa reserva y la respuesta del p¨²blico de la ciudad ha sido sorprendente por masiva.
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