Medio siglo de vivencias de jazz
Numerosas estrellas han pasado por el festival de San Sebasti¨¢n en 50 a?os
¡°Est¨¢bamos agobiados, 12.000 espectadores esperando a Gato Barbieri, y Gato que estaba en el hotel con una tajada monumental¡±, recuerda Miguel Mart¨ªn, director del Festival de jazz de San Sebasti¨¢n. ¡°Hasta que Rafael Aguirre, que entonces dirig¨ªa el festival, viene a m¨ª y me dice: ¡®Vete corriendo al hotel, lo sacas de la habitaci¨®n y lo subes al escenario aunque sea por los hombros¡¯. Y as¨ª fue. Saqu¨¦ a Gato a escena y, ahumado como estaba, tom¨® el micr¨®fono: ¡®?Buenas noches, Barcelona!¡±.
Fundado en 1966, el Festival de jazz de San Sebasti¨¢n, decano entre cuantos acoge nuestro pa¨ªs, cumple medio siglo: ¡°Ser¨¢ una celebraci¨®n a nuestro estilo¡±, apunta su director sobre la edici¨®n que empieza este mi¨¦rcoles, ¡°con discreci¨®n y sin grandes alharacas¡±. Para Mart¨ªn, la historia arranca en el a?o 1977. El futuro director del festival se estrenaba como profesor de f¨ªsicas en el Colegio de los Jesuitas de San Sebasti¨¢n: ¡°Como todo donostiarra, me encantaba criticar todo lo que se hace en la ciudad. Un d¨ªa me encontr¨¦ sentado en una cena con Rafael Aguirre e hice lo que hubiera hecho cualquier donostiarra: sugerirle qu¨¦ cosas en mi opini¨®n deb¨ªan cambiar; ¡®Oye, pues si tantas ideas tienes, incorp¨®rate al equipo¡¯. Al d¨ªa siguiente me estren¨¦ como director t¨¦cnico del festival; el tipo de cosas que uno hace cuando se tienen 21 a?os¡±.
Pocos a?os antes, en 1974, la actuaci¨®n de Charles Mingus hab¨ªa cambiado muchas cosas en un festival, hasta entonces, definido por su car¨¢cter dom¨¦stico, casi familiar. Juan Jos¨¦ Gonz¨¢lez, con varias d¨¦cadas de experiencia escuchando jazz, recuerda c¨®mo despu¨¦s del concierto varios aficionados fueron al camerino a felicitar a Mingus: ¡°Estaba muy cansado pero, contrario a su fama de ogro, se mostr¨® muy afectuoso con nosotros¡±.
El festival hab¨ªa dejado ser la ¡°reuni¨®n de amigos que formaban tribu aparte tres d¨ªas al a?o¡± (como escribi¨® la revista Aria Jazz) para convertirse en la versi¨®n celtib¨¦rica de los cert¨¢menes de ¡°rock y amor¡±. Son los a?os de la Transici¨®n. En 1978, el festival vivi¨® su primera crisis con la cancelaci¨®n unilateral de los conciertos de Bill Evans y McCoy Tyner a causa del clima pol¨ªtico en el Pa¨ªs Vasco. Un a?o m¨¢s tarde, se inauguraba el Vel¨®dromo de Anoeta como escenario principal para los conciertos, sustituyendo a la tradicional Plaza de la Trinidad: ¡°Los accesos al escenario eran los mismos que utilizaban los ciclistas; los artistas recorr¨ªan la rampa envueltos en el runr¨²n del p¨²blico; era como entrar en una c¨¢mara de sonido. As¨ª ocurri¨® en 1981, con los famosos 15.000 espectadores de Chick Corea, que todav¨ªa es el r¨¦cord del festival. El rumor de los espectadores mientras recorr¨ªamos la rampa resultaba sobrecogedor. Recuerdo que Chick me cogi¨® del brazo y me dijo: ¡®Escucha eso, igualito que en los Estados Unidos¡±.
Un territorio de colosos
Los grandes creadores del g¨¦nero que dejaron su huella:Miles Davis, Ornette Coleman, Oscar Peterson, Dizzy Gillespie, Sonny Rollins, Herbie Hancock, Ella Fitzgerald, Wynton Marsalis, Cab Calloway, Dexter Gordon, Sarah Vaughan, Stan Getz, Keith Jarrett, Charles Mingus, Modern Jazz Quartet, Dave Brubeck, John Lee Hooker, Muddy Waters, Ray Charles, Nina Simone...
Para entonces, una nueva generaci¨®n de aficionados al jazz hab¨ªa tomado al asalto la ciudad: los ¡°mochileros¡±. La organizaci¨®n puso a su disposici¨®n un espacio donde dormir ¡ªel front¨®n Carmelo Balda, conocido como el ¡°hotel de las mil estrellas¡±¡ª, y un grupo especializado en la desinfecci¨®n de espacios p¨²blicos, los populares ¡°chicos del Zotal¡±. M¨¢s all¨¢ de las cuestionables costumbres higi¨¦nicas de los reci¨¦n llegados, la convivencia entre las distintas especies de aficionados resultaba de lo m¨¢s pac¨ªfica; cosa distinta eran los n¨²meros. El festival, as¨ª lo reconocieron sus responsables, viv¨ªa por encima de sus posibilidades. Consecuencia de ello, durante tres a?os el Ayuntamiento donostiarra confi¨® la organizaci¨®n del mismo a una entidad privada. ¡°Hasta que descubrieron que el jazz no es un negocio y dej¨® de interesarles el asunto¡±, se?ala Mart¨ªn.
En 1992, el festival volvi¨® a manos del consistorio y a su espacio natural de la plaza de la Trinidad, la Trini para los amigos, al tiempo que los bajos del Ayuntamiento, primero, y la playa de Zurriola, m¨¢s tarde, emerg¨ªan como escenarios alternativos. ¡°Importamos la idea de crear una zona de libre acceso a una serie de escenarios que programan m¨²sica ininterrumpidamente hasta las dos de la ma?ana¡±, recuerda su director. ¡°Ese fue el espacio por el que empezaron a colarse en el festival otros g¨¦neros de m¨²sica¡±.
Y llegaron las grandes figuras. Y, con ellos, el habitual cat¨¢logo de antojos, excentricidades y caprichos, se supone, propios de la condici¨®n de tal. Para Miguel Mart¨ªn, ninguno como James Brown: ¡°Lo primero es que nos obligaron a depositar 9.000 d¨®lares en un banco antes de ver un solo documento. Naturalmente protest¨¦: ¡®?Usted quiere ver a James Brown s¨ª o no?¡¯. De alg¨²n modo, consegu¨ª que el Ayuntamiento autorizara la operaci¨®n; la ¨²nica condici¨®n que puse es que permitieran grabar la actuaci¨®n por televisi¨®n; ¡®Usted est¨¢ loco¡¯, me dijeron, ¡®El se?or Brown jam¨¢s permite que se le grabe¡¯. No s¨¦ ni c¨®mo les convenc¨ª. Total, que el d¨ªa del concierto estaba yo all¨ª esper¨¢ndoles con el contrato bajo el brazo. Primero llegaron los encargados de montar el escenario. Al ver las c¨¢maras, pusieron el grito en el cielo: ¡®S¨¢quenlas inmediatamente¡¯. Discusi¨®n, llamada a Los ?ngeles, y ah¨ª queda la cosa por el momento. Segundo, los encargados de los camerinos, y lo mismo. Tercero, los asistentes personales del cantante, luego, su m¨¢nager: ¡®?Usted sabe lo que hace el se?or Brown con los contratos firmados?¡¯. Pero lleg¨® James Brown y pas¨® ol¨ªmpicamente del tema¡±.
En el lado contrario, B.?B. King. ¡°Sin duda, el artista m¨¢s profesional que he visto nunca. B.?B. King era un monstruo en todos los sentidos. Al final, el m¨²sico casi siempre es un bendito, los problemas los ponen sus s¨¦quitos, que tienen que justificar el salario que est¨¢n cobrando¡±.
Del gato que le regalaron a Jo Jones a la ¡®stripper¡¯
Famoso por su genio levantisco y su imbatible sentido del swing, el baterista Jo Jones se convirti¨® en el primer h¨¦roe musical de los aficionados donostiarras. Su ¨²ltima actuaci¨®n en el festival sucedi¨® en el a?o 1976. La organizaci¨®n, sabiendo el gusto del veterano baterista por los gatos, le regal¨® uno. Jones le puso el nombre de Sansebasti¨¢n.
En 1977, el grupo brit¨¢nico Last Exit comparti¨® escenario con otras 10 agrupaciones de aficionados llegadas de toda Europa. La presencia en sus filas del contrabajista Gordon Matthew Thomas Sumner, m¨¢s tarde conocido como Sting, pas¨® completamente desapercibida, salvo para un cr¨ªtico local, en cuya opini¨®n, el joven "adem¨¢s de mediocre, romp¨ªa el ritmo".
1978. La inesperada aparici¨®n de una stripper sobre el escenario durante la actuaci¨®n del grupo suizo Shivananda provoc¨® la suspensi¨®n del concierto. Los suizos se negaron a regresar hasta que la joven fuera desalojada. Minutos antes, un grupo de manifestantes hab¨ªa intentado bloquear la entrada al recinto al grito de "jazz s¨ª, negocio no".
La cuota de ¡°malditos¡± que han dejado huella en la historia del festival incluye los nombres de Frank Morgan y Art Pepper, dos saxofonistas de excepci¨®n marcados por un pasado tempestuoso. Otro que tal, el tambi¨¦n saxofonista Dexter Gordon lleg¨® a San Sebasti¨¢n y dijo: ¡°Me siento como un James Dean de la tercera edad¡±.
El d¨²o Art Ensemble of Chicago y Ornette Coleman & Prime Time en el a?o 1987 consigui¨® aquello que, seg¨²n los manuales, solo supera en dificultad a colmar un aforo: vaciarlo por completo. 17 espectadores asistieron al bis.
Babelia
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