Ve y dile adi¨®s al centinela
Lo que contribuy¨® al enorme ¨¦xito de 'Matar a un ruise?or' fue que apareci¨® en el lugar apropiado y en el momento m¨¢s favorable
Inmediatamente despu¨¦s del Pulitzer (1960) y, sobre todo, de la pel¨ªcula de Robert Mulligan (1962) Matar a un ruise?or (de la que la ¡°nueva¡± novela de Harper Lee Ve y pon un centinela no es mucho m¨¢s que una precuela-secuela imperfecta), comenz¨® su mete¨®rico recorrido que ha llevado a su autora a vender casi cuarenta millones de copias y a su obra a convertirse en una de las novelas imprescindibles de la literatura norteamericana del siglo XX, adem¨¢s de lectura obligatoria en el syllabus de la mayor¨ªa de colleges estadounidenses. Y, sin embargo, como se atrev¨ªa a se?alar Robert Saladrigas, no se trata de una novela para nada excepcional. Y, de hecho, no ha figurado hasta hace bien poco en los mejores diccionarios de literatura en ingl¨¦s. En mi opini¨®n, sus temas (no su argumento) estaban mucho mejor enraizados y planteados, y de forma menos convencional, por ejemplo, en Intruso en el polvo (William Faulkner, 1948). Lo que contribuy¨® al enorme ¨¦xito de Matar a un ruise?or (Harper Collins) fue que, como ya hab¨ªa pasado con La caba?a del t¨ªo Tom (Harriet Beecher Stowe, 1852), apareci¨® en el lugar apropiado y en el momento m¨¢s favorable. Cuando se public¨® en Estados Unidos, Kennedy hab¨ªa sido elegido presidente y el movimiento de los derechos civiles estaba en pleno auge. Los dilemas morales, los profundos desgarros que la integraci¨®n de los negros provocaban (y no solo en el sur) y la perspectiva ¡°fresca¡± que de esos asuntos ofrec¨ªa la mirada de una ni?a y algunos de sus amigos y vecinos cayeron en terreno abonado. En todo caso, hay libros que, dejando aparte sus cualidades literarias, son catapultados por el Zeitgeist. Algunos siguen manteniendo y acrecentando su ¨¦xito, lo que puede deberse a que los asuntos que tratan siguen m¨¢s o menos vivos o a que ha cambiado su target lector: Matar a un ruise?or, considerado al principio un libro ¡°para j¨®venes¡±, es hoy un ejemplo cabal de esa literatura cross-over con la que sue?an los editores. En cuanto a la ¡°nueva¡± novela, elegida por Harper Collins para su aterrizaje en el aeropuerto espa?ol de los grandes grupos, la cobertura medi¨¢tica ha sido impresionante. Lo que indica, por si fuera necesario subrayarlo, que los editores de la metr¨®poli del imperio (Harper Collins es el buque insignia editorial de Rupert Murdoch) buscan siempre (con resultados variables) mimetizar sus grandes ¨¦xitos en los otros territorios, como si la sensibilidad hacia los temas fuera la misma en todas partes. Casi un 55% de los libros traducidos al espa?ol provienen del ingl¨¦s, una proporci¨®n que, desde luego, no viene justificada por su calidad, sino por la presi¨®n comercial y medi¨¢tica, adem¨¢s de, en este caso, por el bombardeo parapublicitario en las p¨¢ginas de cultura durante los ¨²ltimos meses. De Ve y pon un centinela se han vendido m¨¢s de un mill¨®n de copias en EE?UU en poco m¨¢s de dos semanas, lo que lo convierte en uno de los mayores fast sellers del milenio. Y ya hay encargada otra tirada de 1,3 millones, incluyendo 150.000 para el mercado ¡°hispano¡± traducida por ¡ªatenci¨®n¡ª ¡°Belmonte traductores¡±, seg¨²n figura vergonzantemente en la p¨¢gina de cr¨¦ditos. En cuanto al texto, supongo que a los lectores estadounidenses les har¨¢ gracia la prehistoria de la famosa novela, pero el resultado deja ver a las claras que los editores no siempre se equivocan en sus consejos. La mayor diferencia ¡ªcomo se ha se?alado reiteradamente¡ª reside tanto en el car¨¢cter del antes un tanto irresoluto y buenista de Atticus Finch (convertido ahora en una especie de supremacista blanco) como en la mirada de Jean Louise (Scout), convertida (veinte a?os despu¨¦s / antes) en una joven m¨¢s reflexiva. Aparecen algunos personajes ¡°nuevos¡± y desaparecen, en cambio, secundarios como el amiguito Dill (el trasunto de Truman Capote) o la interesante (y un tanto g¨®tica) figura de Boo Redley. Lo mejor, para mi gusto, sigue siendo el sentido del lugar, que confirma esa creencia muy arraigada entre los grandes escritores sure?os, empezando por la gran Eudora Welty, de que para que la ficci¨®n tenga vida es preciso que sus personajes est¨¦n ¡°atados¡± al lugar (el famoso sello de correos de Faulkner, capaz de reflejar un ¨¢mbito limitado y hacerlo universal). Vivir en un lugar ¡ªy eso est¨¢ claro en el Maycomb / Monroeville de ambos libros¡ª es estar moldeado por una serie de creencias, asociaciones, referencias, formas de hablar, etc¨¦tera. Y eso es, en mi opini¨®n, en lo que Harper Lee alcanza la maestr¨ªa.
Corredores
Perro mundo. Me paso media vida fardando de mi ubicuo ej¨¦rcito de topos, de su eficacia para introducirse en las cloacas del poder, de su habilidad para esconderse en oscuros corredores de las instituciones implicadas, recabar informaci¨®n, clasificarla de acuerdo con su importancia y transmit¨ªrmela convenientemente y, de repente, me entero de la existencia de una red mexicana de megatopos criminales que deja a los m¨ªos como aut¨¦nticas cr¨ªas de musara?as. Comparados con el Chapo Guzm¨¢n, el rey de los subterr¨¢neos, no me extra?a que los machos de la talpa europaea que contrato carezcan de escroto y tengan el pene orientado hacia atr¨¢s (lo he comprobado en mi libro de zoolog¨ªa pintoresca). Tendr¨ªa que pagarles un cursillo de verano en Sinaloa para que aprendieran: ese kil¨®metro y medio de pasadizo con ventilaci¨®n y luz el¨¦ctrica que el supernarcovillano asesino recorri¨® en motoneta a velocidad del Correcaminos constituye toda una lecci¨®n de clandestinidad que va m¨¢s all¨¢ del espectacular sopapo al compungido Pe?a Nieto, que pocas semanas antes se atrevi¨® a decir que ¡°una segunda fuga del Chapo ser¨ªa imperdonable¡± y ahora se ha quedado tan estupefacto como un Maneki-neko, ese gato japon¨¦s de pl¨¢stico que no para de mover el brazo arriba y abajo. Mientras, mis topos madrile?os me se?alan que, a poco m¨¢s de dos meses de la inauguraci¨®n de Liber, la p¨¢gina de la Federaci¨®n de Gremios de Editores (FGEE) sigue informando muy poco al respecto, y eso que el sal¨®n anual es la actividad m¨¢s importante del sector. En todo caso, la defecci¨®n saud¨ª deja a la FGEE sin pelas para la cena tradicional, por lo que algunos aventuran su posible sustituci¨®n por un c¨®ctel a base de vinillo espa?ol, patatas fritas y kikos. Y lo de la cena es lo de menos: al parecer, el programa de actividades culturales tambi¨¦n tendr¨¢ que hacer frente a recortes en el presupuesto. Por lo dem¨¢s, mi topo en el Ministerio de Cultura me sopla que ser¨¢ probablemente en Liber cuando se presente ?por fin! el llamado ¡°sello de calidad¡± de las librer¨ªas, que identificar¨¢ a las mejores (by the way, ?qui¨¦nes y c¨®mo las elegir¨¢n?); el mismo topo ¡ªa la que gusta perfumarse con Acqua di Gioia¡ª me recuerda que, al parecer, cuando la Comunidad de Madrid cre¨® un sello parecido para las librer¨ªas de la ciudad, ninguna se apunt¨® como candidata. Esperemos que ¡°a nivel estatal¡± no se repita el chasco.
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