¡°Quise escribir algo er¨®tico¡±
El autor argentino siente que, despu¨¦s de 40 a?os publicando, ¡°las cosas pueden empezar a mejorar¡±, y habla de persistencia
"Se ve que no soy del todo famoso; a los escritores famosos les preguntan qu¨¦ desayunan y a m¨ª siguen haci¨¦ndome preguntas dif¨ªciles", ironiza C¨¦sar Aira (Coronel Pringles, 1949), ante una de mesa de un ruidoso pizza-caf¨¦ del barrio de Caballito en Buenos Aires, que ¨¦l mismo ha elegido para este encuentro. Aira habla bajo y las entrevistas no le gustan. No las concede desde hace a?os a medios argentinos, a pesar de que su obra, que ya roza el centenar de t¨ªtulos, su influencia en generaciones posteriores de autores y su prestigio han crecido exponencialmente desde los 90. La velocidad narrativa, el realismo delirante de sus historias, su uso de la propia vida para hacer ficci¨®n y su amor por la paradoja, entre otras se?as, son esenciales para explicar mucha de la joven literatura argentina.
Nominado recientemente al Man Booker Internacional, quiz¨¢s el premio m¨¢s prestigioso para escritores que publican en ingl¨¦s, y galardonado en noviembre de 2014 con el Roger Caillois, que se concede a escritores latinoamericanos por el conjunto de su obra, el autor de C¨®mo me hice monja ha dejado de ser "el secreto mejor guardado de la literatura argentina", r¨®tulo que acompa?¨® la aparici¨®n de sus primeros libros en Espa?a. ?Qu¨¦ cambi¨®? "Quiz¨¢s la persistencia. Bioy Casares les recomendaba a los j¨®venes no desalentarse y seguir publicando durante 40 a?os", reflexiona. "Bueno, yo llevo 40 a?os publicando, as¨ª que las cosas quiz¨¢s empiezan a mejorar. De cualquier manera es muy secundario, para m¨ª el placer de escribir lo es todo". Como fuera, no est¨¢ de m¨¢s recordar que Carlos Fuentes le vaticin¨® el Nobel.
Su nueva novela, El santo (Literatura Random House), inaugura en ese sello la Biblioteca C¨¦sar Aira, que recuperar¨¢ algunas de sus mejores obras. Desopilante relato ambientado en la Edad Media y protagonizado por un monje que se ha pasado d¨¦cadas haciendo milagros en un pueblo de la costa catalana, la historia se acelera cuando ya anciano decide volver a morir a su Italia natal. La regi¨®n ve peligrar su mayor fuente de ingresos y contratan a un mercenario para matarlo. El plan fracasa, el monje huye y vive aventuras incre¨ªbles, que lo llevan a ?frica.
Nunca quise escribir novelas realistas. Si lo dije alguna vez fue para hacerme el vivo C¨¦sar Aira
"El origen es una historia real", cuenta Aira. "Borges dec¨ªa que no hay idea tan absurda que no se le haya ocurrido alguna vez a un fil¨®sofo y yo agrego que si hay una idea tan absurda que ni siquiera un fil¨®sofo se le ha ocurrido, se le ocurri¨® seguro a un te¨®logo. Lo encontr¨¦ en un libro: un personaje con fama de santo en la regi¨®n de Catalu?a, de origen italiano, tal como lo relato al comienzo. A ¨¦l lo mataron. Yo me apiad¨¦. En parte para que la novela no terminara demasiado pronto."
De milagrero a ser vendido como esclavo, al protagonista le pasa de todo. "Lo de los esclavos lo tom¨¦ de Gracias, una novela de Pablo Katchadjian. Es genial, Pablito; hago bien en copiarme de ¨¦l. No creo que me acuse de plagio", bromea Aira, quien ha apoyado p¨²blicamente al joven autor argentino, procesado en una querella penal presentada por Mar¨ªa Kodama, viuda y heredera de Borges, por su reescritura ampliada de El Aleph. "Ya lo sobreseyeron dos veces; conf¨ªo en que lo har¨¢n de nuevo. No hay dos sin tres". Aira mismo reescribi¨® tempranamente a Borges en Las ovejas ("¨¦l se hubiera re¨ªdo, pero adem¨¢s, en ese momento Borges estaba casado con Elsa Astete, que era m¨¢s inofensiva").
El aprendizaje del mundo que mueve El santo, casi una Bildungsroman de la tercera edad ("es bueno eso y hay un peque?o chiste all¨ª porque le di al personaje mi edad al escribirla: 64 a?os. Aunque es cierto que hoy la juventud ha avanzado hasta niveles octogenarios como lo demuestra Vargas Llosa"), se concentra en una fren¨¦tica semana de peripecias con un ingrediente novedoso: un mayor detenimiento en las emociones del protagonista, que vive, incluso, una historia de amor. "Quer¨ªa hacer algo un poco er¨®tico", explica Aira. "Hace poco estaba en una librer¨ªa; hab¨ªa dos muchachos conocidos m¨ªos hablando de m¨ª y uno le dec¨ªa al otro 'lo que pasa es que en las novelas de Aira no hay sexo'. Ahora van a ver, me dije. Y me propuse hacer algo distinto."
Inagotable m¨¢quina de imaginar ("pronto saldr¨¢ La invenci¨®n del tren fanstasma, tres poemas en prosa sobre la macroeconom¨ªa"), desde la publicaci¨®n de Moreira (1975), Aira ha publicado casi una centena de t¨ªtulos entre novelas, relatos y ensayos ("me siento m¨¢s c¨®modo en la ficci¨®n; empec¨¦ a escribir ensayo para aclarar un poco las ideas y organizar el discurso, pero siempre obligado, como un desaf¨ªo"). Odia, sin embargo, que lo cataloguen de escritor prol¨ªfico: "Parece que les molestara que escriba y en realidad, mi obra completa entrar¨ªa en dos novelas de Joyce. No es tanto para escribir durante 50 a?os."
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Lee un libro por d¨ªa y traduce cada tanto, "para ocupar el tiempo". "Soy de esos rar¨ªsimos escritores a los que les gusta escribir. Escribir, dijo Stendhal, es un placer denso y profundo. ?l lo contrastaba con la lectura, que es un placer m¨¢s superficial, no por eso menor. Me siento muy identificado con eso. Todos los d¨ªas escribo una paginita a mano. Antes terminaba algo hac¨ªa alguna correcci¨®n o nada y se iba a la imprenta. Ahora hay una exigencia mayor. Es la cosa narcisista, quiero mantener mi prestigio."
Pregunta. De todas las peripecias que corre su protagonista, enamorarse es la m¨¢s intensa. ?Ha sido el amor tambi¨¦n la aventura m¨¢s profunda de su vida?
Respuesta. S¨ª, puede ser. No quiero ponerme sentimental. Hay cosas que no entran en mis libros. Por ejemplo, mi amor por los ni?os; ahora voy a tener un nieto. Y para m¨ª son lo m¨¢ximo de la humanidad. La decadencia del ser humano empieza a los 6 a?os porque se pierde esa elegancia maravillosa que tienen los ni?os, la creatividad. Uno ve un chico de 4 a?os y es todo gracia, inteligencia, atenci¨®n. Pasan 10 a?os y se transforma en un adolescente est¨²pido, distra¨ªdo, maleducado. Es como una cris¨¢lida al rev¨¦s: no sale una mariposa sino una oruga. Eso nunca ha entrado en mis libros.
P. ?Y la Argentina? ?Cu¨¢nto de lo desopilante que la cr¨ªtica encuentra en sus historias es simple destilaci¨®n de la realidad? El programa "Poligamia para Todos" de los Sultanes de Garaba?a, suena a medidas del kirchnerismo que socializ¨® desde el f¨²tbol hasta los electrodom¨¦sticos.
R. Tom¨¦ el eslogan. Pero los argumentos con los que se puede justificar la "Poligamia para Todos" provienen de un libro de antropolog¨ªa y se desarrollan en la novela. Me gustan esas ideas un poco raras que hay que justificar con alg¨²n argumento matem¨¢tico o l¨®gico. Siempre necesito esas dos cosas: por un lado, l¨®gicas ligeramente irracionales, juegos de ingenio, y por otro lado, algo que tenga que ver conmigo, aunque no sea autobiogr¨¢fico. Sin ese juego de inteligencia caer¨ªa en el sentimentalismo, en el patetismo, en la confesi¨®n, tonos que no me van.
P. ?Qu¨¦ es lo suyo en este libro?
R. Tiene mucho de roman ¨¢ clef. Las conversaciones en lo de Abdul Malik, el comerciante que compra al santo como esclavo, son las que tenemos en La internacional argentina, la librer¨ªa de Francisco Garamona, con todos sus personajes y sus tertulias. La librer¨ªa es un refugio al que voy siempre, como antes a Belleza y Felicidad, que cerr¨®. La vida va tomando su curso, los amigos de la vieja ¨¦poca se ven menos y con los j¨®venes hay algo de vampirismo: buscar sangre joven, gusto, energ¨ªa. Han sido muy importantes para m¨ª; para todo solitario la amistad es muy importante.
Siempre necesito, por un lado, l¨®gicas ligeramente irracionales, juegos de ingenio, y por otro lado, algo que tenga que ver conmigo, aunque no sea autobiogr¨¢fico. Sin ese juego de inteligencia caer¨ªa en el sentimentalismo C¨¦sar Aira
P. Uno sale de sus novelas con la sensaci¨®n de que cualquier cosa extraordinaria puede suceder a la vuelta de la esquina.
R. A m¨ª no me pasa. Soy un esc¨¦ptico que va caminando al nihilismo. Pero puede que yo busque en la literatura un contraste. Tengo una vida familiar tan apagada, tan peque?o burguesa que vuelo por el lado de la imaginaci¨®n. Adem¨¢s, creo que la literatura hay que hacerla divertida. Nunca entend¨ª a los escritores profesionalmente pesimistas a lo Thomas Bernhard. ?Para qu¨¦? Un poeta, hace muchos a?os, me dijo que lo importante en la literatura es el "tragicismo", pero eso te lo dan en bandeja todos los d¨ªas. Por supuesto, hay casos y casos. Puig es un escritor tr¨¢gico, pero hay algo "miliunanochesco" en ¨¦l que le da un brillo a eso. O Kafka que es para m¨ª el m¨¢s grande de todos.
P. ?Por qu¨¦?
R. Kafka es maravilloso, es completo, es el m¨¢s grande. No s¨¦ c¨®mo explicarlo, ser¨ªa un mal cr¨ªtico literario. Hay cosas que le envidio a Kafka... la perfecci¨®n.
P. ?Percibe diferencias entre c¨®mo se lee su obra en Europa y Estados Unidos y en la Argentina?
R. No, me comentan m¨¢s o menos lo mismo. La cr¨ªtica escrita es bastante decepcionante porque nunca va a la f¨¢bula, al gusto por el cuento, por la historia, sino a los elementos m¨¢s ideol¨®gicos. Hace poco se public¨® en la Argentina, una novela que hab¨ªa aparecido en M¨¦xico, La princesa Primavera. Y las rese?as hablaban de por qu¨¦ hay una primera parte en que la princesa se gana la vida traduciendo best-sellers. Yo celebro otro tipo de comentarios: una estudiante en Francia, hace a?os, me contaba cu¨¢nto le hab¨ªa gustado el arbolito de Navidad, lugarteniente del General Invierno, que viene a atacar a su sobrina La Princesa Primavera. El personaje es un verdadero arbolito de Navidad con los globitos que camina sobre una plataforma. Y la chica lo imitaba al andar. Ese tipo de cr¨ªtica me gusta: cuando alg¨²n joven, un chico, mis hijos, leen y me comentan eso, la parte de f¨¢bula no el elemento m¨¢s ensayista.
P. Patti Smith celebr¨® su obra en The New York Times; sus libros se reimprimen y arman bibliotecas personales, ?c¨®mo es ser un vanguardista can¨®nico?
R. La ¨²nica explicaci¨®n es que soy un vanguardista bueno, pero no estoy tan seguro. Por ah¨ª termin¨® siendo una nota al pie en la historia de la literatura argentina como un friki que hizo cosas raras. En mi largo contacto con escritura he conocido a figuras muy centrales que desaparecieron completamente. Hay tantos ejemplos. Marta Mercader, que era best seller, por ejemplo. Preg¨²ntale a un joven escritor qui¨¦n es, no lo sabe y era una figura muy central, sus libros se vend¨ªan en grandes cantidades. Es un poco triste. Tiene una cierta crueldad la literatura.
Me siento m¨¢s c¨®modo en la ficci¨®n; empec¨¦ a escribir ensayo para aclarar un poco las ideas y organizar el discurso, pero siempre obligado C¨¦sar Aira
P. ?C¨®mo le gustar¨ªa ser recordado a usted?
R. Trato de no pensar en eso.
P. Estamos jugando.
R. No s¨¦, como se recuerda a los surrealistas. Pero lo m¨ªo va a ser cosa de cen¨¢culo, de lectores entusiastas; lo agradezco mucho, pero nunca va a aglutinar p¨²blico. Hay una cierta densidad en lo que trato de hacer, por eso es breve: no dar¨ªa para 200 p¨¢ginas, no se aguantar¨ªa. Saer me habl¨® alguna vez de la nostalgia de escribir una novela larga; ¨¦l lo intent¨®, creo que se muri¨® sin terminarla. Pero bueno ya lo hizo Proust. Cuando uno piensa en todo lo que se ha hecho y tan bien: Cervantes, Kafka, Proust, Borges, hay como una cierta fascinaci¨®n paralizante en los buenos lectores. Uno casi siente cierta nostalgia de la ignorancia. Mi estrategia fue ir a lo menor. Inclusive eso de buscar peque?as editoriales, es mi juego personal: no me tomen mucho en serio, lo hago porque me gusta. Es un peligro volverse importante.
P. ?Vanidoso?
R. No, importante. Que te reconozcan como importante. Cuando muri¨® Garc¨ªa M¨¢rquez, por ejemplo, se llenaron diarios, suplementos con fotos de Garc¨ªa M¨¢rquez con Bill Clinton, con el Dalai Lama, con Fidel Castro, con Lula. Y pens¨¦ ?este hombre quer¨ªa ser escritor o quer¨ªa ser importante? ?Se puede ser las dos cosas a la vez?
P. Se puede ser un buen escritor y manifestarse a favor de ciertas causas, ?o no?
R. S¨ª, pero Garc¨ªa M¨¢rquez termin¨® siendo m¨¢s importante que escritor. No s¨¦ si el escritor pueda soportar los dos adjetivos: bueno e importante.
P. ?Qu¨¦ queda en usted del joven de izquierdas que quer¨ªa escribir novelas realistas?
R. Nunca quise escribir novelas realistas. Si lo dije alguna vez fue para hacerme el vivo. Puede haber sido una fantas¨ªa de tanto leer a Balzac, pero no. No podr¨ªa y no quiero. Me he resignado al cuento de hadas. No me he resignado, lo acepto con gusto.
P. ?C¨®mo una forma de comprensi¨®n o de evasi¨®n?
R. M¨¢s bien de evasi¨®n. Una vez hice en un congreso el elogio de la evasi¨®n a partir de la literatura de Stevenson. ?Qu¨¦ tiene de malo evadirse? Ahora tiene mala prensa, ?no?
P. ?Qu¨¦ lee usted?
R. Yo soy un lector muy tradicionalista, muy cl¨¢sico. A m¨ª dame Shakespeare y esas cosas. Leo muy poca literatura contempor¨¢nea. Me gustan el cine, las artes pl¨¢sticas, los viajes, la m¨²sica. El otro d¨ªa le dec¨ªa a un amigo pintor que uno de mis artistas favoritos de los ¨²ltimos a?os es Neo Rauch, un pintor alem¨¢n, porque sus cuadros son completamente surrealistas: un hombre grande ac¨¢, chiquitito all¨¢, o de otra ¨¦poca, interactuando en distintos planos de realidad, una casa, un volc¨¢n en erupci¨®n adentro de un cobertizo. Y este amigo me dijo: "As¨ª son tus novelas". Distintos planos, en los que el delirio se mezcla con algo muy cotidiano. Puede ser, uno siempre busca afinidades.
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