Las segundas veces
No me interesan demasiado las primeras veces, creo que est¨¢n sobrevaloradas
No me interesan demasiado las primeras veces, creo que est¨¢n sobrevaloradas. No recuerdo m¨¢s que muy borrosamente el primer beso (pero s¨¦ que lleg¨® muchos a?os despu¨¦s de las pruebas de besos con lengua con mis amigas en el patio del Liceo Franc¨¦s, muertas de risa y de asco), el primer polvo, el primer amor, la primera vez que pis¨¦ Venecia (demasiado joven para haberlo ni siquiera deseado). Para alguien precipitado y suertudo como yo, las primeras veces casi siempre llegan demasiado pronto. La primera vez para un ni?o (incluso para la adolescente rezagada que yo fui) no significa nada porque uno piensa que esa fuente, como todas las dem¨¢s, no se va a secar nunca.
Cuando los escritores o los poetas o los cursis, hablan de la primera vez, se equivocan. Casi nunca es realmente la primera vez. La primera vez no se ve nada, la primera vez casi nunca se nos otorga nada. Si me emocion¨¦ con el Parten¨®n la primera vez que lo vi en persona fue porque lo hab¨ªa estudiado e imaginado (y por lo tanto visto) miles de veces y porque no esperaba, al abrir la habitaci¨®n del Grande Bretagne, encontr¨¢rmelo delante de los morros. Pensaba que estaba entrando a empujones con mi hermano en otra habitaci¨®n de hotel y el Parten¨®n me detuvo en seco y me oblig¨® a pensar que aquello (mi madre feliz, las peleas con mi hermano, la excitaci¨®n por estar a punto de embarcarnos, el sol explotando) no ocurrir¨ªa siempre.
Los mejores besos (como las mejores pelis, los mejores libros) te hacen pensar en la muerte, te se?alan el precipicio con un dedo y te salvan en el ¨²ltimo momento, solo durante un rato. Los besos sin v¨¦rtigo son besos tirados a la basura. As¨ª que soy partidaria de las segundas (y terceras y cuartas) veces. De todas las veces que decid¨ª volver a la Tumba de los Medicis hasta poseerla, de todos los brazos a los que he decidido volver una segunda vez. No se ve nada la primera vez porque cerramos los ojos. Yo no quiero ver ning¨²n amanecer como si fuese el primero, no quiero dar ning¨²n beso como si fuese el primero, cada amanecer que veo es el reflejo de docenas de amaneceres (y de resacas, y de amigas apret¨¢ndome la mano) y cada beso el resultado de miles de besos (los ego¨ªstas y los lujuriosos, los furiosos y los d¨®ciles, los vencidos, los agotados, los enfermos, los sexys, los maternales, sobre todo los maternales) que he dado. No necesito volver a las primeras veces, me conformo con las segundas.
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