Complejo de Napole¨®n
Florence + The Machine crean temas memorables. Pero en un ¨¢lbum que se anunci¨® ¨ªntimo todo se ense?a y nada se sugiere
El tercer trabajo de Florence + The Machine es el ejemplo perfecto de artista de ¨¦xito atrapado en su propia realidad creativa. La banda liderada por Florence Welch anunciaba en primavera que este iba a ser un ¨¢lbum m¨¢s calmado, menos bomb¨¢stico, ¨¦pico y melodram¨¢tico que sus anteriores y extremadamente exitosos dos largos. Florence Welch, l¨ªder total del combo y mezcla casi perfecta entre Kate Bush, Annie Lennox y Marianne Faithfull, hab¨ªa sufrido un rev¨¦s sentimental y una crisis de identidad. Eso, advert¨ªa, iba a resultar en una colecci¨®n de canciones m¨¢s ¨ªntimas y sencillas. Pues no. Este disco vuelve a ser una superproducci¨®n en la que todo se ense?a, nada se sugiere. Lo que se dice, se dice bien claro. Lo que suena, no puede sonar m¨¢s alto.
A diferencia de su segundo largo, Ceremonials, en el que la inglesa s¨ª trat¨® de adaptarse como buenamente pudo a lo que en su cabeza deb¨ªan ser las modas del momento, en este, Florence se rinde ¡ªtal vez sin siquiera darse cuenta¡ª a la evidencia de que es como es: una diva con una sorprendente capacidad para armar temas memorables y un talento casi igual de grande para enmascarar los que no lo son tanto. ¡®Ship to Wreck¡¯, en manos de cualquier otro, ser¨ªa un medio tiempo pop inofensivo, algo que cantar en la ducha sin miedo a resbalarse. Con ella capitaneando, es la banda sonora de una batalla naval. ¡®What Kind of Man¡¯ podr¨ªa ser un peque?o cl¨¢sico garajero, pero Florence decide que donde no llega un riff de guitarra s¨ª pueden acercarse unos coros tribales.
El resultado es fascinante en el modo en que Frankenstein lo es. Eso s¨ª, en algunos pasajes del largo, la pelirroja recuerda su idea original, su b¨²squeda de la soledad y la paz crepuscular. Es all¨ª, en canciones como ¡®St. Jude¡¯, donde atisbamos lo que hubiera sido este disco si la promesa de practicar la doctrina de contenci¨®n no hubiera sido desbordada por el complejo de Napole¨®n. Ten¨ªa planeado quedarse en casa, pero al final decidi¨® que, a pesar de encontrarse medio resfriada, iba a conquistar Rusia en invierno.
Ya sea acompa?ada por un simple piano o por una banda de 32 m¨²sicos, Florence siempre aspira a pulsar la tecla de la emoci¨®n. Porque si algo le sobra a la inglesa son sentimientos. A diferencia de las otras divas actuales, la pelirroja crea en pos de la empat¨ªa. No le sirve solo que la escuchen, o que la envidien. Ni siquiera que la admiren. Quiere que la sientan. Y que la comprendan. A veces, apetece hacerle un hueco en el sof¨¢ para que se acurruque mientras se le recuerda que, sea lo que sea, tampoco es tan grave. En otras, dan ganas de bloquearla en WhatsApp y que vaya a darle la chapa a otro.
How Big, How Blue, How Beautiful. Florence + The Machine. Ilsand/Universal
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