¡®Memoria¡¯ (y 6): ¡®El sue?o de la raz¨®n¡¯
Javier Olivares, guionista de series como 'Isabel' concluye su relato. Hoy, el protagonista se enfrenta al presente y al futuro, pero sin olvidar el pasado
Al d¨ªa siguiente, segu¨ª llamando. El primero fue Manuel Navarro Molina. Se alegr¨® de o¨ªrme al otro lado del tel¨¦fono. No viv¨ªa tiempos felices. Hab¨ªa heredado de su padre una inmobiliaria. Ahora no ten¨ªa ni para pagar la pensi¨®n a su ex y a sus tres hijos. ¡°Pero por lo dem¨¢s, todo de puta madre¡±, me dijo. Un superviviente.
Cuando iba a llamar a Alberto Pacios Mantec¨®n, son¨® mi tel¨¦fono. Era ¨¦l. Quer¨ªa hablar conmigo urgentemente: por lo de la orla. Al d¨ªa siguiente me present¨¦ en su casa. Me abri¨® la puerta su hermana peque?a, Maite. Su cara demasiado seria empez¨® a preocuparme. Su consejo, tambi¨¦n:
¨CProcura que no se ponga muy nervioso. ?ltimamente no lo est¨¢ pasando bien.
Nada m¨¢s verme, Alberto se gir¨® hacia m¨ª y empez¨® a hablarme de la memoria y del olvido. De que todo era un complot.
¨CTodo el mundo mira hacia otro lado y calla. ?C¨®mo es posible que quien tiene siempre la Constituci¨®n en la boca no vot¨® a su favor y nadie les diga nada? ?Por qu¨¦ es la Constituci¨®n intocable, si la cambian en un fin de semana para estar de acuerdo con la troika? ?Por qu¨¦ hablan de cumplir la legalidad si son ellos mismos los delincuentes?
Yo le escuchaba atento y aliviado: alguien se hab¨ªa dado cuenta por fin del complot. Como yo. Pacios, tras coger aire, sigui¨® hablando:
¨CLa Constituci¨®n de los cojones dice que tenemos derecho a una vivienda digna y desahucian a la gente¡ Dicen que hay m¨¢s puestos de trabajo y no dicen que son sueldos de esclavos¡ No podemos socorrer a Grecia, pero s¨ª a los bancos que nos han robado¡ Hacen leyes mordaza como cuando Franco y no pasa nada¡ ?Y los de la nueva izquierda? No me jodas, si son igual que los trotskistas de cuando iba a la facultad. Pura teor¨ªa sin ning¨²n plan concreto. Es todo mentira y todos callan. Yo estaba enga?ado. Pero me di cuenta de todo en cuanto vi la puta orla.
Pacios tambi¨¦n hab¨ªa llamado a los compa?eros.
¨CEst¨¢n todos alienados. Lo ¨²nico claro que he sacado es que me he tirado a Isabel, la pelirroja.
Maldita pelirroja folladora. Mi ego empeque?eci¨® tanto que habr¨ªa cabido en el bl¨ªster donde guardo las pastillas de la tensi¨®n. Pacios empez¨® a re¨ªr de manera desenfrenada. Su hermana entr¨® y le dio unos calmantes. Despu¨¦s, me pidi¨® que me fuera. Camino de la puerta, en la pantalla de televisi¨®n, Rajoy dec¨ªa que ¡°Espa?a era una gran naci¨®n y los espa?oles muy espa?oles y mucho espa?oles¡±. Tembl¨¦. ?l era el t¨ªpico hombre normal y sensato al que hab¨ªan votado millones de ciudadanos. Alberto Pacios, un verso suelto. Un loco. Cualquier psiquiatra lo habr¨ªa certificado.
No sab¨ªa qu¨¦ hacer: si tirarme desde la azotea o irme a dormir. Eleg¨ª esto ¨²ltimo. Siempre fui un cobarde.
Al llegar a casa, mir¨¦ la orla en el ordenador. La arrastr¨¦ hasta la papelera. Luego, me tom¨¦ unas pastillas para dormir y me met¨ª en la cama. Nada m¨¢s cerrar los ojos, volv¨ª a ver a mis amigos de la infancia. Cazamos unas abejas y nos fuimos a pasear con ellas.
Para sobrevivir hay que recordar algunas cosas. Pero no todas.
Babelia
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