Madame Bovary somos todos
Una ruta tur¨ªstica por Ry, el pueblo que inspir¨® a Flaubert, dos adaptaciones al cine y una nueva traducci¨®n recalcan la inmortalidad del personaje
Los edificios de esta alargada calle comercial tienen las vigas de madera a la vista, como es obligaci¨®n en este rinc¨®n de la geograf¨ªa francesa. El establecimiento de Michel, una barber¨ªa a la antigua con silla reclinable que cobra 12 euros por cortar, peinar y afeitar, sigue siendo el m¨¢s veterano del lugar. Le siguen de cerca una droguer¨ªa, una florister¨ªa, dos carnicer¨ªas, un panadero que vende especialidades locales y varias tiendas de ultramarinos salidas de otra ¨¦poca, dispuestas a lo largo de esta peque?a arteria que avanza en direcci¨®n al Crevon, el afluente que marca los l¨ªmites de esta pintoresca localidad. Nos encontramos en Ry, el pueblo de la Normand¨ªa profunda que habr¨ªa inspirado a Gustave Flaubert a la hora de idear Yonville-l¡¯Abbaye, aquel paraje ficticio donde transcurr¨ªa su novela Madame Bovary.
Cuando este escandaloso libro apareci¨® por entregas a finales de 1856, nadie fue capaz de ubicar en el mapa el lugar donde la protagonista pon¨ªa fin a sus d¨ªas. Pero, ya entonces, los habitantes de Ry encontraron parecidos m¨¢s que razonables entre el libro y la realidad. Las coincidencias entre las suntuosas descripciones de Flaubert y la topograf¨ªa del pueblo eran demasiado flagrantes para ser casualidad. ¡°Despu¨¦s, no hay nada m¨¢s que ver en Yonville. La calle ¡ªla ¨²nica calle¡ª, larga como tiro de fusil y bordeada por algunos negocios, se interrumpe bruscamente en el recodo de la ruta¡±, escribi¨® Flaubert sobre este ¡°pueblo perezoso¡±, ¡°apartado de la llanura¡± y situado ¡°a ocho leguas de Ruan¡±. Todo coincide. Ah¨ª est¨¢ el riachuelo en el que ¡°los chicos se divert¨ªan pescando truchas los domingos¡±, el mercado principal de la comarca ¡°con un techo de tejas y sostenido por una veintena de postes¡± e incluso el supuesto domicilio del matrimonio Bovary, actual oficina del notario, dotado de una salida lateral que permit¨ªa que Emma entrara y saliera sin ser espiada por sus vecinos, que hoy siguen retirando los visillos para observar al forastero.
La 68? traducci¨®n al castellano
Los infortunios de Emma Bovary, esa hero¨ªna p¨¢lida, fantasiosa e insatisfecha que ¡°conservaba en las comisuras de los labios ese rictus que arruga el rostro de las solteronas y los ambiciosos venidos a menos¡±, se pueden leer en una nueva (y excelente) traducci¨®n publicada por Eterna Cadencia, realizada por el poeta y ensayista argentino Jorge Fondebrider, que se suma a las 67 traducciones previas existentes en castellano.
Vista la obsesi¨®n estil¨ªstica que ten¨ªa siempre Flaubert, la tarea ha resultado ardua. ¡°Me hice a la idea de que, si ¨¦l tardaba dos semanas en escribir media p¨¢gina, yo no pod¨ªa liquidar una en media hora¡±, sonr¨ªe Fondebrider. Su versi¨®n incluye 500 notas a pie de p¨¢gina con informaci¨®n sobre la ¨¦poca de Flaubert, extractos de su correspondencia y opiniones de expertos.
Al traductor, sin embargo, le importa poco el personaje: ¡°Bovary es lo menos fascinante. Existe un malentendido fenomenal en considerar que los personajes son el centro de esa novela. Tampoco importa demasiado la trama, por m¨¢s perfecta que sea. Importa el estilo y la manera de contar¡± ¡°Lo curioso es que Francia, que nunca prest¨® atenci¨®n a Flaubert, se vuelva a equivocar poniendo el ojo en el personaje antes que en el escritor¡±, concluye.
Para responder a los esc¨¦pticos que recuerden que otros pueblos comparten rasgos parecidos, los lugare?os cuentan con un argumento definitivo. Decidido a abandonar el lirismo de La tentaci¨®n de San Antonio, cuya escritura le hab¨ªa dejado insatisfecho, Flaubert quiso inspirarse en ¡°uno de esos incidentes de los que la vida burguesa est¨¢ llena¡±. Buscando un caso real que inspirara su historia, muchos creen que dio con un suceso acontecido a mediados del siglo XIX en este pueblo de 700 habitantes: el suicidio de Delphine Delamare, una joven que se dio la muerte a los 26 a?os tras acumular deudas impagables y tener distintas aventuras, dejando a una hija de seis a?os de la que nunca se ocup¨® demasiado. Es decir, igual que el personaje de Flaubert. Si las suspicacias subsisten, los aut¨®ctonos replican que su marido, Eug¨¨ne Delamare, fue alumno del padre de Flaubert en Ruan. Y que su madre incluso prest¨® 3.000 francos al matrimonio, como atestigua una acta notarial conservada en Ry. En uno de los laterales de la iglesia, en cuyo porche de madera Claude Chabrol film¨® parte de su adaptaci¨®n con Isabelle Huppert, figura la tumba de Delphine. Ostenta una inscripci¨®n que da por seguro un v¨ªnculo que Flaubert nunca reconoci¨®: ¡°Delphine Delamare, Madame Bovary, 1822-1848¡±.
El mercado de Emma
En esta especie de Flaubertlandia, los comerciantes no dudan en sacar provecho a ese lazo. En la calle principal, una tienda de productos artesanos llamada El Mercado de Emma vende miel, mermelada y galletas. Al mismo nombre rinde tributo la Droguer¨ªa Emma, ubicada en el lugar donde habr¨ªa comprado el ars¨¦nico con el que se suicid¨®. Sin contar con el caf¨¦ Le Flaubert, situado enfrente al restaurante Le Bovary, que sirve cerdo salteado ¨¤ la moutarde a la hora del almuerzo. La paradoja es que este pueblo denostado por Flaubert, que lo convirti¨® en s¨ªmbolo de la mezquindad provinciana, se muestre orgulloso de ser el modelo que inspir¨® al autor. ¡°Ry podr¨ªa ser un pueblo como otro cualquiera. Si no lo es, se debe a Flaubert. El libro le dio una identidad propia¡±, explica Catherine Parmentier, una de las j¨®venes gu¨ªas que conducen el llamado circuito Bovary, visitas tur¨ªsticas en las que se leen fragmentos de la novela. Las frecuentan profesores de franc¨¦s con fetichismo confeso por la novela ¡ªque desde 2014 vuelve a formar parte del programa del bachillerato¡ª y chicas adolescentes fascinadas por el destino de su desdichada hero¨ªna.
Lo mismo opina Nicolas Bourgaud, de 42 a?os, que regenta una relojer¨ªa fundada por su familia hace casi un siglo. Su difunto padre, obsesionado por la novela, cre¨® en los setenta un museo de aut¨®matas arcaico pero encantador, en el que recre¨® con 300 mu?ecos mec¨¢nicos los pasajes m¨¢s importantes del libro. ¡°Todo lo que describi¨® Flaubert es la pura verdad. Nada ha cambiado demasiado: siguen existiendo los personajes envidiosos, amargados y cornudos. En Ry se distingue la mediocridad de la naturaleza humana en todo su esplendor¡±, afirma Bourgaud, que sigue abriendo el museo familiar para grupos con cita previa.
?Qu¨¦ tiene esta hero¨ªna de hace siglo y medio para seguir fascinando a nuestra ¨¦poca? Su influencia sigue irradiando la literatura francesa actual, como demuestran autores como Sophie Divry con La condition pavillonnaire, biograf¨ªa de una esposa insatisfecha en un suburbio residencial de la Francia de hoy, o ?ric Reinhardt, quien ha novelado en El amor y los bosques (Alfaguara) la tr¨¢gica existencia de una Bovary contempor¨¢nea. Adem¨¢s, el oto?o vendr¨¢ acompa?ado de dos nuevas adaptaciones cinematogr¨¢ficas. La primera es Primavera en Normand¨ªa, que traslada la historia a la actualidad inspir¨¢ndose en el c¨®mic Gemma Bovery, a cargo de la dibujante brit¨¢nica Posy Simmonds.
La segunda, m¨¢s fiel al original, lleva el t¨ªtulo de Madame Bovary y est¨¢ dirigida por la francesa Sophie Barthes, que escogi¨® a la actriz australiana Mia Wasikowska como protagonista. ¡°Bovary siempre ser¨¢ un enigma, un personaje que intriga y cautiva. Podemos culparla de sus errores, caprichos y deseos, pero a la vez la entendemos. Con sus defectos y virtudes, lo tiene todo para ser una hero¨ªna tr¨¢gica moderna¡±, responde Barthes. Madame Bovary, ?c¡¯est moi? Tal vez lo seamos todos. Para la directora, Flaubert fue ¡°un visionario¡± que supo adivinar ¡°los excesos que llevaba consigo el modelo capitalista¡±, lo que tambi¨¦n explicar¨ªa su notoria actualidad. Al final del libro, el lector solo lograba discernir a dos vencedores: el usurero Lhereux, responsable de la deuda de Bovary y propietario de medio pueblo, y el farmac¨¦utico Homais, emblema del burgu¨¦s arribista que llegar¨¢ al poder bajo Napole¨®n III.
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