¡®Las impurezas¡¯ (y 6): ¡®El amor¡¯
Natxo L¨®pez, guionista de series como '7 vidas' e 'Hispania' concluye su relato de verano. Hoy, la pareja se enfrenta a los esc¨¢ndalos del Partido
La capital era un lugar mucho m¨¢s grande en el que desde el primer momento se sintieron peque?os. Ella se encarg¨® de buscar casa, colegio, club deportivo, valorando siempre que facilitaran compa?¨ªas adecuadas. Por las ma?anas ¨¦l acud¨ªa puntual a la sede del Partido, donde se le encomendaban tareas triviales en las que su ineptitud no pudiera perjudicar; siempre lejos de los focos y de cualquier toma de decisiones. Sus nuevos compa?eros toleraban su presencia como la de una mosca que revolotea por los despachos sin encontrar su lugar en el mundo.
?l se daba cuenta. Al volver a casa descargaba su frustraci¨®n contra cualquier cosa: la cena, el servicio, los ni?os que ya se le sub¨ªan a la chepa. Ella procuraba calmarle.
¨CLo est¨¢s haciendo bien ¨Cdec¨ªa¨C, tu ¨²nica obligaci¨®n ahora es estar donde est¨¢s.
?l se dejaba guiar. Ella le planificaba la agenda haci¨¦ndole acudir a continuos eventos sociales. Actos de Partido, encuentros con j¨®venes emprendedores, comidas populares y ¨Clo m¨¢s frecuente¨C cenas en casa con miembros de la Ejecutiva, en las que Ella ejerc¨ªa de anfitriona y se las arreglaba para encontrar un momento discreto en el que susurrar al o¨ªdo de los invitados: "Mi marido te apoya".
Moncho ya no la llamaba para que le despeinara el flequillo ralo en hoteles discretos. Su posici¨®n en el partido le permit¨ªa ganarse los favores de j¨®venes aspirantes m¨¢s entusiastas. Ella evitaba cualquier gesto de reproche, sonri¨¦ndole orgullosa desde la distancia del patio de butacas en los congresos nacionales.
La noche en la que los medios empezaron a hacerse eco de los primeros esc¨¢ndalos estaban los dos solos en casa. Los tel¨¦fonos empezaron a sonar. A ?l le pill¨® por sorpresa. Ella sigui¨® cenando.
¨C?C¨®mo puedes estar tan tranquila? La polic¨ªa puede venir en cualquier momento.
¨CEres tan idiota que nunca robaste nada.
¨CYa. Pero estaba all¨ª.
El Partido estableci¨® r¨¢pidamente un plan de control de da?os, pero segu¨ªan surgiendo filtraciones, nadie sab¨ªa de d¨®nde. Muchas mencionaban la peque?a ciudad de provincias. La informaci¨®n, como un buitre carro?ero, planeaba en c¨ªrculos sobre el Presidente de la Ejecutiva, cerc¨¢ndole, se?al¨¢ndole como m¨¢ximo responsable de la trama.
Moncho, cazador convertido en presa, fue obligado a dimitir. Hab¨ªa perdido ya casi todo el pelo y los apoyos. Demasiados enemigos. Demasiado empe?o en postularse.
Las siguientes horas fueron fren¨¦ticas. Era urgente buscar un liderazgo limpio, r¨¢pido, ejecutivo. El partido se fraccion¨®. Cada candidato propuesto supon¨ªa un insulto, o un peligro, para la mitad de la ejecutiva. La ¨²nica soluci¨®n era buscar un l¨ªder de perfil bajo, sin adversarios, que no molestara ni preocupara a nadie. Alguien suficientemente maleable e inane como para poder venderlo como el pr¨®ximo presidente de la naci¨®n.
Cuando ?l descolg¨® el tel¨¦fono Ella ya sab¨ªa lo que le iban a decir. Se le acerc¨®, observ¨® su boca abierta, su gesto de desconcierto, el miedo en los ojos.
¨CTe quiero ¨Cle dijo por primera vez.
Y ?l se dej¨® hacer.
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