Las eternas noches de ¡®El alcalde de Zalamea¡¯
El empe?o y la progresi¨®n en la de los vecinos en la interpretaci¨®n ha permitido la supervivencia de la representaci¨®n popular de la obra de Calder¨®n
Un sombrero de paja que da sombra a una barba blanquecina, ahora bien perfilada, su extremada delgadez y algunos achaques componen la genuina figura de hombre de la far¨¢ndula de Miguel Nieto, el director de la representaci¨®n popular de El alcalde de Zalamea, que el jueves inici¨®, con el aforo completo ya para los cuatro d¨ªas, su 22? edici¨®n.
Las horas de vuelo en las barras de bar que confiere la vida m¨¢s all¨¢ de las bambalinas fueron un elemento decisivo para que una obra que en su primera edici¨®n iba a contar con solo 25 actores, pasara a 185 en apenas tres semanas y, que con el tiempo, se convirtiera en uno de los acontecimientos culturales m¨¢s esperados del verano extreme?o. Dominar el arte de saber alternar, una llave maestra para una buena integraci¨®n en un pueblo, le dio a Nieto la posibilidad de dar con el caladero de actores. Se apostaba en los bares, estudiaba fisonom¨ªas y caracteres que pudieran ligar con los protagonistas creados por Calder¨®n de la Barca y se lanzaba a su reclutamiento. ¡°Yo les invitaba a ellos y ellos a m¨ª. Me dec¨ªan que no, pero al final les convenc¨ªa. Me cost¨® unas cuantas borracheras, fue una resaca continua durante 20 d¨ªas¡±, rememora Nieto mientras consume un refresco en un bar colindante a la Plaza de la Constituci¨®n de este municipio pacense, donde tiene lugar el montaje.
No era f¨¢cil, en un n¨²cleo rural, abordar una empresa tan ambiciosa. ¡°El pueblo lo vive, hay gente digna de admiraci¨®n que tiene que levantarse a las cinco de la ma?ana para ir al campo a trabajar cuando han terminado de ensayar a las dos. Tambi¨¦n hay carpinteros, peones de alba?il, fontaneros, abogados... Se vive como algo propio, hay que tener en cuenta que es una obra del Siglo de Oro, escrita en verso, y que estamos hablando de muchas personas sin estudios¡±, observa Antonio Pozo, que interpreta al escribano que anuncia la llegada del tercio de Flandes a la villa de Zalamea de la Serena.
Nieto recuerda c¨®mo tuvo que sortear con algunos actores que no supieran leer: ¡°Les grabamos su parte del di¨¢logo en cintas que escuchaban en casa o mientras iban en el coche. A veces, era capaz de distinguir qui¨¦n era hijo de qui¨¦n porque los ni?os recitaban por las calles los textos que sus padres ten¨ªan que aprenderse¡±.
¡°Yo no tengo estudios, trabajo en la construcci¨®n, pero el teatro me llena y me llega¡±, asegura Antonio Murillo
¡°Yo no tengo estudios, trabajo en la construcci¨®n, pero el teatro me llena y me llega¡±, asegura Antonio Murillo, que interpreta al sargento, y dice emocionarse a¨²n con escenas como aquella en la que el capit¨¢n se niega a aceptar casarse con la hija de Pedro Crespo, a la que ha secuestrado y violado previamente. El suyo es un ejemplo palmario de que la cultura es universal en cualquier rinc¨®n del mundo en el que se haga algo por difundirla. ¡°Hay gente que tras ver la obra que no se cree que los actores no son profesionales. Los ¨²nicos somos los t¨¦cnicos de luz y sonido, apunta el director. El propio argumento, que esconde la rebeli¨®n de un pueblo y su alcalde ante el avasallamiento del poder mal entendido, tambi¨¦n es un fuerte nexo de identificaci¨®n entre la poblaci¨®n de Zalamea y la obra. Durante el ensayo general, los mayores aplausos se escuchan cuando Jos¨¦ Calvente, que caracteriza al alcalde Pedro Crespo ¡ª¡°otro ejemplo de progresi¨®n¡±, seg¨²n Nieto¡ª, declama: ¡°Al rey la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma s¨®lo es de Dios¡±.
¡°Me siento un privilegiado, he tenido la suerte de tener un pueblo en mis manos. El d¨ªa que los habitantes de Zalamea decidan no hacerla, esto se acab¨®¡±, advierte Nieto.
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