Greenaway, entre la violencia de hoy y el mito de Abraham
El cineasta y artista expone en el Museo Jud¨ªo de Berl¨ªn
Dec¨ªa el esot¨¦rico Samael Aun Weor que el diablo vive en Berl¨ªn. Tambi¨¦n que es piedra sin labrar, al igual que las ruinas que formaron la colina m¨¢s alta de la ciudad, tras los bombardeos de 1945, arrasadores por culpa de la prohibici¨®n de rendici¨®n de Hitler. Ahora, el Museo Jud¨ªo de la ciudad muestra Obediencia, una instalaci¨®n en quince salas, donde los artistas Peter Greenaway y Saskia Boddeke relacionan la violencia de nuestra era con el mito de Abraham, y c¨®mo ¡ªpor orden de Dios¡ª estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo en una cima de Moriah.
Greenaway y Boddeke son padres de una ni?a, as¨ª que no dudan en apelar a nuestra conciencia, cuestionando, de paso, los l¨ªmites de la fe.
En Obediencia hay animaciones, videojuegos y avatares, 200 crucifijos, 19 esculturas de ovejas, 136 cuernos de cabra, sogas, caperuzas de prisioneros y cadenas; suelos de plumas o piedras; c¨¢ntaros que lloran la sed ¡ªen recuerdo al periplo de Sarah por el desierto¡ª y cientos de caras infantiles autoproclam¨¢ndose ¡°Isaac¡±; una docena de incunables sacros, incontables portadas de peri¨®dicos y hasta 300 sables. Los quince ambientes van desde el p¨²rpura al dorado, el rojo o el verde, e incluso hay una sala de azulejos blancos, similar a la de una morgue.
Cada uno de los tres credos tiene su espacio. Tambi¨¦n el ¨¢ngel hecho de manos de l¨¢tex, obra del chino Xoang Choi. El cordero, ya sea descarriado o redentor, yace en negro dentro de un tanque l¨ªquido de Damien Hirst, o frente a un reclinatorio, donde se ve respirar al Agnus Dei de Zurbar¨¢n.
Caravaggio, Dix, Durero
Vibran las sombras sobre El sacrificio de Isaac, de Caravaggio, al lado de grabados de Otto Dix y Durero. Greenaway, director de pel¨ªculas como El contrato del dibujante o El cocinero, el ladr¨®n, su mujer y su amante, rinde homenaje al arte ancestral de la caligraf¨ªa. Como ya es costumbre en ¨¦l, suena una misma melod¨ªa durante toda la visita.
La pareja nos presenta al diablo del siglo XXI en una estancia oscura y estrecha. Su suelo refleja una intensa luz roja, y de sus paredes cuelgan leds sumando cifras. Son las piedras que lanzan a Sat¨¢n en La Meca. En primer plano, su cara p¨¢lida entre una larga melena pelirroja. Gesticula ansioso, sesea al hablar, parece torpe, pero resulta temible. Esta visi¨®n del demonio aparecer¨¢ tambi¨¦n en el v¨ªdeo principal de la instalaci¨®n, el de una danza entre Abraham, el ¨¢ngel y el hijo.
Su coreograf¨ªa, abundante en gestos de espanto o sorpresa, se funde en la sala final del Sacrificio con im¨¢genes reales de ni?os muertos o con pistolas, con la cabeza vendada, salpicados de metralla o hu¨¦rfanos. Algunos lloran por un pu?ado de arroz mientras la mujer-¨¢ngel del v¨ªdeo quiere salvar a Isaac.
Fuera, a pocas manzanas de esta instalaci¨®n, el monte de Kreuzberg o Colina de la cruz da nombre al distrito donde se emplaza, todo un foco multicultural berlin¨¦s. Es el mundo al que se sale despu¨¦s de Obediencia: un mundo de plena convivencia.
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