Entrenados para viajar
Julio Llamazares ha llevado este verano a las p¨¢ginas de EL PA?S su recorrido por la ruta del Quijote, una joya de hemeroteca
Cuando le propusimos a Julio Llamazares que siguiera este a?o la estela que hace un siglo abri¨® Azor¨ªn para conocer la ruta del Quijote, el autor de La lluvia amarilla tuvo en seguida dos cosas claras: que s¨ª, que lo har¨ªa, y que quer¨ªa que le acompa?ara el fot¨®grafo Jos¨¦ Manuel Navia, experto, como Azor¨ªn, en esa misma ruta. Azor¨ªn hab¨ªa hecho ese viaje (a medias, no lleg¨® a Catalu?a) para El Imparcial del padre de Ortega y Gasset. Llamazares y Navia lo han hecho, hasta hoy, para la Revista de Verano que EL PA?S ha publicado hasta este ¨²ltimo domingo de agosto.
El resultado del encargo es ya una joya de la hemeroteca, as¨ª que los periodistas que tuvimos que ver con esa aventura ya tenemos algo que contar. Poner a un escritor y (en este caso) a un fot¨®grafo a caminar bajo las ruinas del tiempo, no s¨®lo por el calor que ha sonado como las chicharras en estos meses de verano, es como someter al ciclismo a los que est¨¢n habituados a la silla o al tr¨ªpode. No hubo un desmayo, ni una p¨¢jara; con lo cual el alma de redactor jefe que tiene siempre dentro un peri¨®dico no ha sufrido lo m¨¢s m¨ªnimo: estuvieron siempre a tiempo los dos, como Sancho y como don Quijote, cumpliendo la ruta como si delante tuvieran a Dulcinea o la ¨ªnsula Barataria. Ten¨ªan la platina del diario, y nunca le fueron infieles.
Tanto Llamazares como Navia tienen, dec¨ªa al principio, experiencia en la tarea de caminar, por la geograf¨ªa cultural y por el paisaje a secas, para recrearlo; en cierto modo, Julio Llamazares ha escrito siempre de viajes, de sus viajes por la tierra y de sus viajes hacia adentro, desde Tras-os-Montes a La lluvia amarilla. Y Jos¨¦ Manuel Navia ha hecho (en este peri¨®dico tambi¨¦n) de la paciencia de mirar una forma de explicar de d¨®nde viene la luz, como quer¨ªa Lewis Carroll cuando reclamaba velas apagadas para saber de qu¨¦ color es la luz cuando ya no existe.
Asistimos al bautizo de la ruta que hicieron ambos en el Bar Mariano de Madrid, delante de donde (dicen que) est¨¢ enterrado don Miguel de Cervantes. Junto a la pasi¨®n quijotesca (en todos los sentidos), a los dos los distingue tambi¨¦n el ejercicio de la com¨²n camarader¨ªa. Nosotros les dijimos adi¨®s, cuando acabaron aquel almuerzo y se pusieron a andar. En todo el trayecto hemos sido sus lectores. Ahora, seguro que como ellos, leeremos el Quijote de otra manera, porque ellos no han ido por los atajos sino por el alma de la obra que a¨²n explica la dif¨ªcil, entra?able y dura experiencia de vivir, y sobre todo de vivir en la piel ¨¢spera de un pa¨ªs cuyas met¨¢foras, incluso las inexplicables, siguen estando en ese libro.
En la hemeroteca de EL PA?S est¨¢ el resultado de aquel s¨ª y de su com¨²n esfuerzo. Y en este espacio especialmente abierto y accesible de elpais.com encontrar¨¢n ustedes la raz¨®n por las que la consecuencia del encargo puede verse hoy como un saludable ejemplo de aquel periodismo que hizo Azor¨ªn con su libreta y que ahora han hecho Llamazares y Navia con una libreta igual y con una c¨¢mara como las de siempre.
Babelia
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