Y en Utrecht se hizo la luz
El grupo vocal Vox Luminis conquist¨® en el Festival de M¨²sica Antigua de Utrecht
¡°En mitad de la vida estamos en la muerte¡±. En unas pocas horas de la tarde del s¨¢bado se escuch¨® hasta tres veces en el Festival de M¨²sica Antigua de Utrecht el turbador texto de esta ant¨ªfona en sus versiones latina (Media vita in morte sumus) e inglesa (In the midst of life we are in death). La tercera y ¨²ltima, con la m¨²sica que Henry Purcell compuso para el funeral de la reina Mary en 1695 y que quiz¨¢ sonara tambi¨¦n tras su propia muerte, pocos meses despu¨¦s. La interpret¨® un grupo que ha demostrado manejarse como pocos en estos repertorios f¨²nebres, Vox Luminis (en lat¨ªn, Voz de la Luz). Hace tres a?os, cuando apenas era a¨²n conocido, logr¨® la haza?a de que su versi¨®n de las Exequias musicales de Heinrich Sch¨¹tz fuera elegido por la revista Gramophone el mejor disco de 2012, por encima de los grabados por cualesquiera orquestas, cantantes o solistas consagrados. Fue el triunfo de David contra un ej¨¦rcito de Goliats. Cuando interpretaron la misma obra en Utrecht causaron una conmoci¨®n, al igual que sucedi¨® el a?o siguiente con un monogr¨¢fico dedicado a Orlande de Lassus o, el a?o pasado, con su revelador Requiem de Johann Joseph Fux.
La esencia del festival conmemora la m¨²sica inglesa de los siglos XVI y XVII, los m¨¢s gloriosos de su historia
Su concierto del s¨¢bado empez¨®, sin embargo, de forma dubitativa, con una interpretaci¨®n tensa y vacilante de My heart is inditing, la oda de Purcell para la coronaci¨®n de Jacobo II. Liberados los nervios, mejoraron mucho con Celebrate this festival, otra oda festiva, aunque segu¨ªan sin ser reconocibles las mejores virtudes de este grupo vocal, ahora complementado por un conjunto instrumental poco rodado, formado probablemente ad hoc y falto de la arrolladora personalidad de las voces. Sin embargo, cuando lleg¨® la m¨²sica f¨²nebre, en Utrecht se hizo la luz: The Queen¡¯s farewell, de James Paisible y Thomas Tollett, son¨® en el intermedio por los pasillos para ir mudando de ambiente. Y la segunda parte se abri¨® con la misma m¨²sica, sencilla y doliente, tocada desde una galer¨ªa del Vredenburg, un auditorio que se levanta a pocos metros del lugar en que Carlos V erigi¨® en 1529 una fortaleza o ?castillo de la paz? ¨Ceso significa en holand¨¦s Vredenburg¨C, que toma su nombre del tratado de paz que firm¨® Carlos el a?o anterior en Gorcum con el duque de G¨¹eldres. Trompetas y trombones tomaron el relevo con la marcha f¨²nebre de Purcell mientras los cantantes procesionaban lentamente hacia el escenario y, a partir de ah¨ª, se sucedieron una maravilla tras otra, o una punzada de dolor tras otra, culminadas casi como un susurro por O dive custos, la eleg¨ªa f¨²nebre de Purcell que interpretaron en un escenario ya desolado las sopranos Sara J?ggi y Zsuzsi T¨®th. Con excelente criterio, Lionel Meunier, el director de Vox Luminis, hab¨ªa incluido tambi¨¦n tres plantos f¨²nebres de Thomas Morley, entre ellos In the midst of life, un siglo anteriores a los de Purcell, por lo que el concierto fue un perfecto compendio de la esencia del festival holand¨¦s de este a?o: un generoso recorrido por la mejor m¨²sica inglesa de los siglos XVI y XVII, los m¨¢s gloriosos de su historia.
John Sheppard pertenece a la generaci¨®n anterior a Morley y su Media vita, con casi media hora de duraci¨®n, es una de las cimas polif¨®nicas de su ¨¦poca. Stile Antico, que se disputa con Vox Luminis el cetro de mejor grupo vocal de la actualidad, interpret¨® la ant¨ªfona en la Jacobikerk de Utrecht consiguiendo que obre su prop¨®sito de arrancarnos de espacio y tiempo, como si fuera una descarga sobrenatural. Estos doce j¨®venes brit¨¢nicos, que cantan sin director en un asombroso ejercicio de interacci¨®n constante, hacen f¨¢cil lo casi imposible y lograron que la polifon¨ªa heterodoxa, imprevisible y a ratos hipn¨®tica de Sheppard dejara al p¨²blico que llenaba la iglesia sumido en esa sensaci¨®n que supo describir como nadie Giacomo Leopardi: ¡°E mi sovvien l¡¯eterno¡±.
El festival lo inaugur¨® Hesp¨¨rion XXI con un programa mal concebido y pobremente ejecutado
El festival lo hab¨ªa inaugurado con m¨¢s pena que gloria el viernes Hesp¨¨rion XXI con un programa mal concebido y pobremente ejecutado. Jordi Savall present¨® una sucesi¨®n constante de piezas breves, con sus secciones repetidas ad infinitum, en la que el mismo esquema (comienzo grave y lento, final vivo y danzable) se repet¨ªa cansinamente. Es dif¨ªcil entender, por ejemplo, qu¨¦ pintaba un violone en la interpretaci¨®n de las Lachrimae antiquae de John Dowland, del mismo modo que cuesta comprender por qu¨¦ no se interpretaron, por ejemplo, las Lachrimae completas para que la inauguraci¨®n tuviera m¨¢s empaque y enjundia. Savall, que mantiene ahora fuertes v¨ªnculos personales con Utrecht, fich¨® incluso a Philippe Pierlot, uno de los grandes nombres de la viola da gamba, aunque el belga se cuid¨® muy mucho de tocar siempre a la sombra del l¨ªder. La primera parte se cerr¨® con t¨ªmidos aplausos y hubo incluso deserciones en el intermedio aunque, con su habilidad habitual, y echando mano de su aura, Savall, con dos propinas apenas solicitadas, logr¨® que el decepcionante concierto se cerrara con un falso ¨¦xito.
Triunfo de verdad, y muy merecido, lo ha obtenido en estos tres primeros d¨ªas el veterano Benjamin Bagby, que ofreci¨®, arpa medieval en mano, una selecci¨®n de Beowulf, el poema ¨¦pico del siglo XI que ya interpretara aqu¨ª en Utrecht hace un cuarto de siglo, en 1990. Su interpretaci¨®n se ha convertido en un cl¨¢sico y no deja de ser, claro, una propuesta especulativa, aunque con cierto fundamento y, sobre todo, que el estadounidense sabe transmitir con un dominio absoluto de todos los recursos expresivos que caben en canto y recitaci¨®n para mantener la atenci¨®n del p¨²blico durante una hora de texto ininteligible para cualquier o¨ªdo moderno. Tambi¨¦n ha deslumbrado Bob van Asperen con un concierto monogr¨¢fico dedicado a John Bull (se abri¨® con su autorretrato musical, Doctor Bull¡¯s my selfe) interpretado en clave, virginal y muselaar. En este ¨²ltimo, y utilizando con tino el registro del harpichordium y sus extra?as resonancias, toc¨® el Canon perpetuus que remeda la armon¨ªa de las esferas, esa que seg¨²n Shakespeare en El mercader de Venecia, ¡°no podemos o¨ªr¡±. El holand¨¦s es un dechado de todo tipo de extra?os momos faciales antes, durante y despu¨¦s de tocar, pero a su edad (es un disc¨ªpulo de primera hornada de Gustav Leonhardt), van Asperen parece haber logrado trascender todos los secretos de esta m¨²sica de quien ¨¦l mismo califica de ¡°el m¨¢s extravagante de los virginalistas ingleses¡±, fruto de combinar ¡°una fantas¨ªa apocal¨ªptica con una educada reflexi¨®n¡±. Y han triunfado, como siempre, Paul van Nevel y su Huelgas Ensemble, que representan justo lo contrario que Stile Antico y Vox Luminis. Aqu¨ª los cantantes viven pendientes de la mirada amedrentadora de su director, que consigue un sonido de terciopelo bru?ido con mano de hierro: la m¨²sica no vuela en libertad sino que, poblada de manierismos, nace del control y los gestos imperiosos del director belga. Excelentes, en fin, en este arranque del festival la Accademia Bizantina de Ottavio Dantone, entusiasta y en¨¦rgica, y Phantasm, el delicado consort de violas que lidera Laurence Dreyfus y que ofreci¨® cuatro piezas del Royal Consort de William Lawes, otro de los grandes nombres de la m¨²sica inglesa del siglo XVII. Pero ninguna de estas r¨¢fagas de luz consigui¨® acercarse al deslumbramiento de Vox Luminis y su sombr¨ªa m¨²sica f¨²nebre. Como grupo residente del festival, a¨²n actuar¨¢ tres veces m¨¢s esta misma semana, de modo que la fiesta no ha hecho m¨¢s que comenzar.
Babelia
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