Esa foto

Es sorprendente que ese se?or cuya mujer y sus ni?os acaban de ahogarse, y no por la voluntad de Dios o de Al¨¢ sino de los putos hombres, capaces de obligar a familias desesperadas, que lo han perdido todo o lo poco que ten¨ªan, a exponerse a perder la vida, con infinitas posibilidades de que eso ocurra, sea capaz de expresarse con palabras, que no haya quedado completamente paralizado por su inimaginable dolor. Ser¨ªa l¨®gico que aullara blasfemias, o su ¨²nico deseo se concentrara en matar a los que provocaron su ruina, pero este hombre roto ha reunido el temple y la generosidad para pedirle al universo presuntamente civilizado algo tan racional como generoso, tambi¨¦n inaplazable: ¡°Queremos que el mundo nos preste atenci¨®n para que puedan evitar que esto le ocurra a otros. Que los m¨ªos sean los ¨²ltimos¡±.

Y por supuesto que no lo ser¨¢n, pero su ruego estremece. Como la fotograf¨ªa de un cr¨ªo muerto. Y es injusto que el cad¨¢ver de un inocente absoluto nos afecte mucho m¨¢s que las noticias que testifican el asesinato de cientos, o miles, o millones de personas que en la lejan¨ªa nos resultan lamentables pero tambi¨¦n abstractos. En cinco meses se cargaron con machetes a un mill¨®n de tutsis en Ruanda. Y Pol Pot envi¨® a criar malvas a un cuarto de la poblaci¨®n de Camboya. Y as¨ª... Y ocurre todos los d¨ªas en Asia y en ?frica. Pero nos sentimos tan seguros que solo son cifras mortuorias en lugares remotos.

Sin embargo, no soportamos la imagen de un ni?o brutalmente asfixiado, una cr¨ªa vietnamita con la piel abrasada por el napalm, los beb¨¦s de los que buscan refugio en Europa intentando atravesar vallas espinosas o trepar a esos trenes hacinados. La barbarie ceb¨¢ndose con la infancia sirve para que Europa abra un poquito m¨¢s sus r¨¢canas puertas ofreciendo asilo. La fotograf¨ªa atroz de un ni?o muerto es m¨¢s pr¨¢ctica que el conocimiento de que millones de personas habitan en las tinieblas.