En casa de los abuelos

Regodearse en las dificultades de M. Night Shyamalan a la hora de emular el ¨¦xito y la brillantez de sus sucesivas El sexto sentido (1999) y El protegido (2000) han sido, durante largo tiempo, uno de los m¨¢s rutinarios deportes ejercidos por el grueso del gremio de la cr¨ªtica. La inercia sol¨ªa dejar de lado algo esencial: que aquello que acreditaba a Shyamalan como autor no ten¨ªa tanto que ver con eficaces giros de guion, sino con una cuesti¨®n de estilo y, sobre todo, de mirada. Elementos todos ellos que segu¨ªan presentes en trabajos tan notables como Se?ales (2002), El bosque (2004), la radical La joven del agua (2006) y El incidente (2008), pero que el propio autor aparc¨® en las frustradas jugadas comerciales de Airbender, el ¨²ltimo guerrero (2010) y After Earth (2013). Su nuevo trabajo es, al mismo tiempo, un aparente cambio de tercio y una triunfal recuperaci¨®n de las esencias. Es, asimismo, una pel¨ªcula susceptible de perpetuar el gran malentendido en torno a Shyamalan: aqu¨ª tambi¨¦n hay un giro de guion que no es, precisamente, lo que mejor funciona de la propuesta y que, si se hubiese evitado, habr¨ªa cristalizado en un trabajo m¨¢s poderoso y perturbador.

En La visita, el cineasta tantea los registros del terror de metraje encontrado, aportando una eficaz autoconciencia ir¨®nica a trav¨¦s de su protagonista femenina: una ni?a documentalista que piensa en t¨¦rminos de puesta en escena frente a un hermano banalizado por el desali?o formal de los realities. La historia se acerca a una relectura contempor¨¢nea del cuento de Hansel y Gretel, con dos ni?os atrapados en el hogar de un matrimonio aparentemente monstruoso ¨Csus propios abuelos-, tras el que quiz¨¢ no se oculte nada m¨¢s que una pareja de ancianos aquejados de demencia senil. Concisa, eficaz, recorrida por un negr¨ªsimo sentido del humor, La visita devuelve a un Shyamalan en forma con ganas de jugar.