Jonathan Lethem: ¡°El primer instinto de Carpenter?era la desmitificaci¨®n¡±
El escritor se ocup¨® de terminar 'Los viernes en Enrico¡¯s', la novela inconclusa del gran autor norteamericano fallecido hace 20 a?os
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En m¨²sica pop, hallar el ¨¢lbum desaparecido de una banda extinta es tan improbable como la segunda venida del Mes¨ªas convertido en Minion c¨ªclope. Esas cosas, simplemente, no suceden. Pero ojo: en literatura, s¨ª. Por norma general suelen ser las primeras novelas in¨¦ditas de autores prefama (Summer Crossing, de Capote; The Sea is My Brother, de Kerouac, etc¨¦tera). M¨¢s raro es hallar la obra inconclusa de un autor adulto. Esto ha sucedido con Los viernes en Enrico¡¯s, de Don Carpenter. Carpenter, uno de los grandes autores de la costa oeste americana, amigo de Richard Brautigan pero heredero de la voz dura y limpia de John O¡¯Hara o Richard Yates, nos hab¨ªa legado algunas novelas memorables: Dura la lluvia que cae (su cima), La promoci¨®n del 49, A Couple of Comedians¡ Veinte a?os despu¨¦s de su muerte, Los viernes en Enrico¡¯s (escrita en 1993) saca la cabeza de su caj¨®n, y se le encarga al escritor neoyorquino Jonathan Lethem ¡ªfan de Carpenter¡ª pulir la novela para su publicaci¨®n. Un faen¨®n que, como nos cuenta Lethem, result¨® m¨¢s sencillo de lo esperado.
PREGUNTA.??C¨®mo llegaste a Don Carpenter? En aquella ¨¦poca trabajabas en una librer¨ªa, si no me equivoco.
RESPUESTA.?S¨ª. Trabajaba en una librer¨ªa en Berkeley, California, y le¨ªa todos los libros olvidados que hallaba. Primero top¨¦ con A Couple of Comedians, que llevaba una cita de portada de Norman Mailer. La novela segu¨ªa en las estanter¨ªas porque nadie quer¨ªa comprarla, pero aun as¨ª parec¨ªa poseer un mont¨®n de cualidades intrigantes. La devor¨¦. De all¨ª pas¨¦ a Dura la lluvia que cae. Un libro tot¨¦mico para m¨ª, y enorme influencia en La fortaleza de la soledad. El personaje blanco y el negro, la c¨¢rcel, los elementos de romance homoer¨®tico entre personajes heterosexuales¡ Todo ello me ayud¨® a dise?ar un libro con tantos puntos de vista (Carpenter tambi¨¦n utiliza muchos) como La fortaleza de la soledad.
Era un hombre gregario, algo mis¨¢ntropo, s¨ª, pero a quien tambi¨¦n le gustaba charlar
P.??Viv¨ªa a¨²n Don Carpenter cuando sucedi¨® todo esto?
R.??S¨ª, y muy cerca de mi calle! Podr¨ªa hab¨¦rmelas ingeniado para que alguien me lo presentara. En lugar de eso, fantase¨¦ con que un d¨ªa me personaba en su casa. Yo acababa de empezar a escribir. Hab¨ªa publicado un par de relatos cortos, y no cre¨ªa que pudiese ir por ah¨ª llamando a cualquier escritor para hacerle preguntas. Era solo un librero. Al final nunca fui a verle, y un d¨ªa de 1995 me top¨¦ con su obituario. Hacia aquella ¨²ltima ¨¦poca ¨¦l estaba bastante enfermo. Asimismo, he hablado con gente que le conoc¨ªa bien, y me aseguraron que le habr¨ªa encantado conversar conmigo sobre las razones por las que me gustaba su trabajo. Que era un hombre gregario, algo mis¨¢ntropo, s¨ª, pero a quien tambi¨¦n le gustaba charlar [r¨ªe].
P.??Era Carpenter un tipo da?ado, un alma torturada por su pasado o circunstancia? No s¨¦ por qu¨¦ tiendo a verle as¨ª. Quiz¨¢s por su suicidio.
R.?No creo. Le cayeron unos cuantos golpes duros, porque la vida siempre te los da, y desde luego hacia el final era un hombre da?ado por su deterioro f¨ªsico. En lo emocional, Carpenter hab¨ªa sufrido sus desenga?os, y se hab¨ªa divorciado de forma traum¨¢tica. Comparado con otros autores de su generaci¨®n, ¨¦l no pose¨ªa el tipo de vanidad que hace que te sientas frustrado por c¨®mo se recibe lo que publicas. Por ejemplo, su amigo Richard Brautigan alucinaba con la idea del gran novelista americano, y de hecho sabore¨® el t¨ªtulo, pero entonces se le arranc¨® de las manos, lo que acab¨® mat¨¢ndole. Brautigan s¨ª era un alma torturada. Solo viv¨ªa para su audiencia. Carpenter, por el contrario, aunque algo decepcionado por las ventas y estatus que alcanzaban sus obras, pose¨ªa una humanidad y un sentido de su destino que le hac¨ªa interesarse por la vida y la gente, sin m¨¢s. Estaba equipado para sobrevivir a lo de ser un escritor desconocido. Y adem¨¢s no viv¨ªa enga?ado por im¨¢genes rom¨¢nticas de la vida, ve¨ªa a trav¨¦s de ellas de un modo muy natural, y por tanto pose¨ªa una gran sabidur¨ªa. Y esa sabidur¨ªa le ayud¨® a sobrevivir.
Carpenter es un escritor inmaculado y adulto. Es un viejo en el cuerpo de un joven, incluso cuando escribe en la voz de un joven
P.?En el pr¨®logo de Dura la lluvia que cae afirmas que lo que m¨¢s te impresion¨® de Carpenter era la autoridad de su voz.
R.?Su estilo es muy preciso, pero no recargado. No tiene ese deseo de agradar que uno encuentra en muchos escritores. Su prosa es siempre efectiva, y siempre cumple un prop¨®sito. Imprime una huella reconocible a su paso, y la frase se dirige hacia su meta siguiendo esas huellas. Tiene un destino, y modestia, y gracia. Tiene un objetivo limpio y claro cada vez que empieza. Nunca malgasta aliento, nunca alardea de su prosa.
P.?Existe rivalidad entre escritores de la costa este y oeste. Richard Price (puro este) me habl¨® de gente como Ken Kesey con cierta condescendencia. Como si fuesen novelas universitarias o de los sesenta, nada m¨¢s. ?Te parece que a Carpenter le ha ca¨ªdo tambi¨¦n ese sambenito?
R.?Si te fijas en las tres figuras prominentes del oeste en los a?os sesenta ¡ªKesey, Brautigan y Kerouac¡ª, o los poetas beat, acabas decidiendo que todo es muy rom¨¢ntico, o inmaduro, fruto de una cierta adolescencia dilatada [r¨ªe]. Hay grandeza en esos autores, sin duda, pero son la generaci¨®n rocanrolera. Carpenter, como sabemos, no es para nada as¨ª. Es un escritor inmaculado y adulto, m¨¢s parecido a Richard Yates, que es anterior a ¨¦l. Es un viejo en el cuerpo de un joven, incluso cuando escribe en la voz de un joven. Pero si solo le juzgamos por la gente que le rodeaba, o la generaci¨®n a la que se le puede conectar, podr¨ªas pensar: bah, seguro que es uno de esos beats de San Francisco. Un hippy. Pero Carpenter no era nada hippy.
P.?Los cameos de Richard Brautigan en Enrico¡¯s son muy mundanos. Aparenta ser un t¨ªo convencional, cuando en realidad estaba como una chota.
R.?Carpenter intenta decirnos que todos esos escritores eran solo una panda de t¨ªos sentados en un bar. El primer instinto de Carpenter es siempre la desmitificaci¨®n de las cosas. Y eso, para un t¨ªo del oeste americano en plenos a?os sesenta, era muy jodido. Porque hab¨ªa mitos a porrillo [r¨ªe]. Cuando Carpenter nos pinta a Brautigan, lo que quiere decirnos es: fuese lo que fuese lo que Brautigan pensara de s¨ª mismo o la imagen que sus fans ten¨ªan de ¨¦l, Brautigan tambi¨¦n era un t¨ªo entrado en a?os que tomaba cerveza con nosotros. Es como la foto aquella de Samuel Beckett en traje de ba?o, con su toalla y sandalias. La primera reacci¨®n es ?oh, no, Beckett nunca iba a la playa! Pues claro que iba. Puedes preferir el mito que te d¨¦ la gana, pero vas a topar con la vida real. Los lectores anhelan que los autores vivan en un estado perpetuamente exaltado, pero incluso tipos tan exc¨¦ntricos como Brautigan pasaban mucho tiempo realizando actividades cotidianas. La amistad de Brautigan y Carpenter se sosten¨ªa en que ten¨ªan el mismo trabajo diario y les gustaba hablar de ello.
El plan inicial no era que lo terminara. Se trataba solo de leer el manuscrito y ayudar a decidir si el libro pod¨ªa ser rescatado
P.?A Couple of Comedians habla de escritores prometedores perdidos en Hollywood, al estilo Barton Fink. El propio Carpenter fue a ganarse las habichuelas all¨ª. ?C¨®mo le sent¨®?
R.?Por lo que parece sufri¨® el desencanto gen¨¦rico que padecen los escritores que realizan ese periplo. Es como una m¨¢quina del mill¨®n: pones tu moneda, y les arreas a los flippers un rato, y unas cuantas cosas se iluminan a lo largo del proceso, pero el destino de la bola es acabar en el agujero [r¨ªe]. Si metes la moneda en la m¨¢quina, ese va a ser el resultado. Por otro lado, firm¨® una pel¨ªcula genial: Payday (1973). Un filme espl¨¦ndido, muy Carpenter. As¨ª que si de ello sacas una pel¨ªcula que puede ostentar tu nombre con orgullo¡
P.??Qu¨¦ sentiste cuando te encargaron pulir la novela de uno de tus ¨ªdolos?
R.?El plan inicial no era que lo terminara. Se trataba solo de leer el manuscrito y ayudar a decidir si el libro pod¨ªa ser rescatado. Cuando empec¨¦ a leerlo lo pas¨¦ bien; se me olvid¨® que era una obra inconclusa, pues aquello se le¨ªa como un mundo completo y una visi¨®n completa. Tambi¨¦n vi que era uno de sus mejores libros, acabado o no. Incluso con los peque?os vac¨ªos estructurales que exist¨ªan. Adem¨¢s, ten¨ªa el final. El final que has le¨ªdo en este libro es el final que ¨¦l escribi¨®. No lo invent¨¦ yo. Cuando al fin se me ofreci¨® pulirlo un poco para su publicaci¨®n, supe que la gente acabar¨ªa d¨¢ndome m¨¢s cr¨¦dito del que merec¨ªa. Yo hice solo lo que cualquier buen editor deber¨ªa hacer siempre. ?
Los viernes en Enrico¡¯s.?Don Carpenter [terminada por Jonathan Lethem]. Traducci¨®n de Javier Guerrero. Sexto Piso. Madrid, 2015. 396 p¨¢ginas. 20 euros.
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