Grandeza e infortunio de Paco Ure?a
Paco Ure?a ha toreado en Las Ventas como una gran figura, profundo, entregado, inspirad¨ªsimo, plet¨®rico, sublime, arrebatador y magistral.
Acababa de salir de la enfermer¨ªa, con el antebrazo izquierdo y la mu?eca derecha contusionados despu¨¦s de las dos volteretas que sufri¨® ante su primero. Tom¨® la muleta, se coloc¨® cerca de los pitones y volvi¨® a volar por los aires sin m¨¢s consecuencias que otro testarazo en el cuerpo entero. Se recompuso, asent¨® las plantas de los pies y comenz¨® a torear. Ten¨ªa delante un buen colaborador, un toro de noble condici¨®n, y los muletazos surgieron largos, suaves y profundos en una primera tanda de derechazos de alto voltaje. Grandes y templad¨ªsimos brotaron los naturales, rubricados despu¨¦s con otra tanda, de frente, con la mano zurda, honda, emotiva, hermosa y magn¨ªficamente abrochada con un largo pase de pecho. Otra m¨¢s, hubo, del mismo tenor, con la plaza extasiada, arrebatada y conmovida por la visi¨®n del toreo m¨¢s grande siempre so?ado.
Unos ayudados por bajo, largos, sentidos, eternos, fueron el punto final a una de las faenas m¨¢s bellas que se hayan visto en esta plaza.
MART?N / RAFAELILLO, ROBLE?O, URE?A
Toros de Adolfo Mart¨ªn, muy bien presentados, astifinos, mansos, dificultosos y broncos; destac¨® el sexto por su calidad.
Rafaelillo: pinchazo y estocada (ovaci¨®n); pinchazo y casi entera trasera y tendida (ovaci¨®n).
Fernando Roble?o: pinchazo y estocada baja (silencio); estocada (silencio).
Paco Ure?a: pinchazo y estocada ca¨ªda (ovaci¨®n); pinchazo, sartenazo _aviso_ y estocada (vuelta al ruedo).
Plaza de las Ventas. Cuarta y ¨²ltima corrida de la Feria de Oto?o. 4 de octubre. Casi lleno.
Aqu¨ª debiera acabar la cr¨®nica porque ah¨ª debi¨® acabar la corrida. Un fogonazo de belleza tan deslumbrante no mereci¨® el infortunio de un fallo garrafal con la espada, que lo emborron¨® todo, lo mancill¨® y lo oscureci¨®. Ure?a, que estaba en los cielos del arte, se despe?¨® de sopet¨®n, como en otra maldita voltereta del destino para que el alma le duela hasta el aliento.
Dio una apote¨®sica vuelta al ruedo, con el semblante p¨¢lido, sin saber si re¨ªr o llorar, si responder al reconocimiento o darse un chocazo contra las tablas. Era el infortunio, indisolublemente unido, tambi¨¦n, a la grandeza del toreo.
Dur¨ªsimos fueron los cuatro primeros toros de Adolfo Mart¨ªn, -el quinto fue un noble inv¨¢lido-, complicados, orientados, listos, inciertos, bruscos¡; y los tres toreros fueron tres valent¨ªsimos jabatos de la lidia, que se jugaron el tipo en cada cite, que nunca volvieron la cara y sortearon las tarascadas y las miradas de toros que los radiografiaban en d¨¦cimas de segundo. Y a todos les robaron capotazos y muletazos de categor¨ªa.
El propio Ure?a lance¨® a la ver¨®nica a su primero maravillosamente bien, jugando los brazos, apretado el ment¨®n, embraguetado¡ Despu¨¦s, le dio todas las ventajas a un oponente muy dificultoso, de corto recorrido y r¨¢pido aprendizaje, se llev¨® dos volteretas y el respeto del tendido.
Grande, grande, Rafaelillo, hecho un torerazo con el brusco primero, ante el que derroch¨® valor e inteligencia. Una gran media firm¨® ante el cuarto, al que rob¨® muletazos muy estimables. La misma suerte tuvo y las mismas agallas derroch¨® Roble?o. Los tres merecieron la puerta grande, sin trofeos, como en los viejos tiempos.
Babelia
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