Democracia, la crisis de los cuarenta
Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de la muerte de Franco, historiadores y fil¨®sofos sostienen que ha llegado el momento de reformas profundas en Espa?a
Es dif¨ªcil sustraerse a la atracci¨®n de los n¨²meros redondos. El pr¨®ximo 20 de noviembre se cumplir¨¢n cuatro d¨¦cadas de la muerte de Franco y justo un mes despu¨¦s se celebrar¨¢n las elecciones generales m¨¢s abiertas de los ¨²ltimos tiempos. En medio, la formaci¨®n del Gobierno independentista salido de los pasados comicios catalanes y el 37? aniversario de la Constituci¨®n de 1978. Para algunos, la Carta Magna es un fruto prohibido ¡ªm¨¢s mel¨®n que manzana¡ª imposible de abrir sin que se desate el caos; para otros, el origen de un r¨¦gimen que consideran agotado. Junto a palabras como crisis, brecha, casta o vieja pol¨ªtica vuelven a escucharse algunos t¨¦rminos fetiche de la Transici¨®n: reforma, ruptura, consenso, pacto.
Hace dos a?os, el jurista Santiago Mu?oz Machado, miembro de la RAE y de la Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas, gan¨® el Premio Nacional de Ensayo con un libro de t¨ªtulo sobrio ¡ªInforme sobre Espa?a¡ª y subt¨ªtulo espinoso: Repensar el Estado o destruirlo. All¨ª escribe p¨¢rrafos como este: ¡°Cuando las Constituciones han durado m¨¢s, como ocurri¨® con la de 1876, o est¨¢ pasando con la de 1978 en la actualidad, ha sido porque la clase pol¨ªtica y las ¨¦lites sociales han conseguido trenzar sus intereses de modo que las ventajas de la estabilidad y el parasitismo sobre las instituciones p¨²blicas se reparta de un modo equilibrado entre ellos o, en su caso, procurando una razonable rotaci¨®n en el disfrute de prebendas. Si la situaci¨®n aprovecha a los principales actores pol¨ªticos y sociales, existir¨¢n menos razones para cambiarla. El anquilosamiento o la congelaci¨®n del r¨¦gimen constitucional no es dif¨ªcil si la trama se extiende por todo el territorio del Estado, apostando en cada lugar estrat¨¦gico a un leal cacique local que asegure la aceptaci¨®n pac¨ªfica, o incluso entusiasta, y desde luego participativa, del reparto del poder¡±.
Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, a ese congelado institucional parece llegarle el tiempo del deshielo. El bipartidismo lleva tiempo amenazado desde la derecha, la izquierda y el centro ¡ªy ¡°desde el centro-centro¡±, seg¨²n algunas¡ª. Mientras, la crisis econ¨®mica y la desigualdad han hecho que ya sea historia el bienestar que, seg¨²n Mu?oz Machado, ¡°camufl¨®¡± la inadecuaci¨®n del apartado del Estado para la correcta administraci¨®n de los intereses p¨²blicos. ?Rotura, desgaste, envejecimiento, fin de era, cambio de ciclo? ¡°Es un desgaste producido por el tiempo¡±, explica el ensayista en su despacho, en Madrid, ¡°y por la falta de atenci¨®n a un deterioro de las instituciones que hace poqu¨ªsimo era tan general que afectaba desde a la Corona hasta el ¨²ltimo rinc¨®n: el Parlamento, que no funciona sino a las ¨®rdenes del Gobierno; un Senado inservible; un Tribunal Constitucional dudoso; un Consejo General del Poder Judicial en cuesti¨®n¡¡±.
"Igual que se habla de Segunda Rep¨²blica, tal vez deber¨ªamos hablar de segunda democracia", propone el historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco
La sensaci¨®n de que algo tiene que cambiar es casi un¨¢nime. ¡°S¨ª, hay un cierto final de ciclo¡±, apunta el historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco. ¡°Igual que se dec¨ªa Primera Rep¨²blica, Segunda, tal vez se deber¨ªa decir segunda democracia si tomamos como referencia el 78¡±. El autor de Mater dolorosa. La idea de Espa?a en el siglo XIX subraya que la Constituci¨®n vigente tiene una virtud in¨¦dita en nuestra tradici¨®n ¡ªnaci¨® del consenso¡ª, pero reconoce que desde el franquismo arrastramos un problema: el miedo a la democracia: ¡°Nos martillearon durante 40 a?os con que las democracias son reg¨ªmenes muy inestables. ¡®Miren Italia¡¯, nos dec¨ªan, ¡®cae el Gobierno cada seis meses. Miren la Segunda Rep¨²blica¡¯. Y se hizo una Constituci¨®n contra la inestabilidad. Aqu¨ª los Gobiernos no pueden ser derrocados porque el voto de censura constructivo es imposible de superar. Tenemos un sistema muy blindado y, adem¨¢s, los partidos se han ido convirtiendo en muy autoritarios ¡ªno lo eran tanto al principio¡ª y en muy clientelares¡±. A falta de la transici¨®n ¨¦tica.
La catedr¨¢tica de ?tica Adela Cortina sostiene que vivimos en una ¨¦poca de cambio, no en un cambio de ¨¦poca. ¡°La gente¡±, argumenta, ¡°se ha cansado del conformismo de los dos partidos preponderantes, de su tendencia a no pensar en proyectos, sino en ocupar un puesto y dedicarse a sobrevivir. Eso ha llevado a la gente a indignarse con mucha raz¨®n¡±. Para explicar su dedicaci¨®n a la ¨¦tica, Cortina suele remontarse a la Transici¨®n. Con el final de la dictadura, quiso saber si una sociedad vertebrada en torno a los valores del nacionalcatolicismo podr¨ªa desarrollar una ¨¦tica compartida. Por eso se march¨® a Alemania a estudiar la ¨¦tica dial¨®gica de la Escuela de Fr¨¢ncfort. ?Necesitamos hoy un cambio similar de valores? La pensadora responde sin dudar: no. ¡°El paso del franquismo a la democracia no se puede comparar con lo que ahora podr¨ªamos hacer de novedoso. Somos un pa¨ªs democr¨¢tico con instituciones deterioradas pero leg¨ªtimas. No hay una crisis de legitimidad, pero las instituciones tienen que estar de acuerdo con los valores que dicen representar: la libertad, la igualdad ¡ªque est¨¢ en una situaci¨®n deplorable¡ª, la solidaridad¡ Hicimos la transici¨®n legal, ahora habr¨ªa que hacer una transici¨®n ¨¦tica¡±.
Santiago Mu?oz Machado subraya que el deterioro institucional ha llevado a una p¨¦rdida de fe en el valor de la democracia: ¡°La gente tiende a no creerse que el que habla en las elecciones es el pueblo y que las instituciones les representan. Ese valor es precioso, necesita mucho cuidado y no se ha cuidado nada¡±. Cuando recuerda algunos de los esl¨®ganes del 15-M ¡ª¡°No nos representan¡±, ¡°Democracia real ya¡±¡ª, Mu?oz Machado cuenta que, ¡°como tantos¡±, tambi¨¦n ¨¦l pens¨® aquel 2011 que eran ¡°exageraciones, un movimiento sufl¨¦¡±. Aunque lo vivi¨® con mucho inter¨¦s. ¡°Ver a los alumnos en la calle era una alegr¨ªa por el hecho mismo de aspirar a otra cosa, fuesen o no atendibles sus reclamaciones. Durante a?os no se conmov¨ªan con nada. Eso s¨ª, les est¨¢ costando convertirse en un partido estable¡±, dice en alusi¨®n a Podemos este catedr¨¢tico de Derecho de la Universidad Complutense.
"Hicimos la transici¨®n legal, ahora habr¨ªa que hacer una transici¨®n ¨¦tica", sostiene la fil¨®sofa Adela Cortina
En las aulas o en las plazas, nunca se discuti¨® tanto sobre la democracia como desde entonces. Tanto que conceptos que durante a?os fueron marginales se han instalado en el centro del debate hasta el punto de bautizar exitosas plataformas electorales. Lo com¨²n, por ejemplo. El reto para los indignados es marcar la frontera entre lo com¨²n y el fantasma del comunismo agitado por sus cr¨ªticos m¨¢s ruidosos. ¡°Lo que est¨¢ en cuesti¨®n hoy¡±, explica la fil¨®sofa Marina Garc¨¦s, autora de Un mundo com¨²n, ¡°es c¨®mo nos definimos y c¨®mo nos organizamos colectivamente m¨¢s all¨¢ de la soluci¨®n moderna, que es la del Estado nacional y su concepci¨®n de la relaci¨®n entre lo p¨²blico y lo privado. ?Qui¨¦nes somos nosotros en un sistema capitalista (productivo y financiero) globalizado? En un planeta tan interdependiente, la vida se ha convertido en un problema radicalmente com¨²n. Esta dimensi¨®n de la pol¨ªtica no tiene nada que ver con la soluci¨®n comunista a la configuraci¨®n del Estado y de su gesti¨®n. Nos obliga a inventar otras soluciones¡±.
Muchos pensadores e historiadores coinciden en el diagn¨®stico, casi ninguno en el tratamiento. En el cap¨ªtulo de las soluciones reaparece la dicotom¨ªa de moda en la Espa?a de los a?os setenta: ruptura o reforma. La globalizaci¨®n, la preeminencia de la econom¨ªa sobre la pol¨ªtica o la propia integraci¨®n en la Uni¨®n Europea han dejado tocada, seg¨²n algunos, esa ¡°soluci¨®n moderna¡± a la que se refiere Garc¨¦s: el Estado-naci¨®n. Si la corrupci¨®n pol¨ªtica y la indefensi¨®n social ante la crisis ¡ª?los mercados primero!¡ª llevaron a muchos a decir que sus representantes no les representaban, la deriva globalizadora ha llevado a otros a decretar que el Estado del que forman parte ya no les sirve. Entre estos ¨²ltimos est¨¢ el fil¨®sofo barcelon¨¦s Xavier Rubert de Vent¨®s, exdiputado al Congreso y al Parlamento Europeo por el PSC y autor del ensayo De la identidad a la independencia, consagrado a defender el independentismo catal¨¢n no desde el costado sentimental-nacionalista, sino desde un pragmatismo m¨¢s centrado en la teor¨ªa pol¨ªtica que en la econom¨ªa.
¡°El Estado-naci¨®n¡±, explica Rubert por tel¨¦fono desde Barcelona, ¡°nace en parte para solucionar un problema de escala y de funcionamiento mercantil en Europa. Funciona por el do ut des, doy para que me des. Los pueblos renuncian a la violencia a cambio de protecci¨®n econ¨®mica y militar¡±. Seg¨²n Rubert de Vent¨®s, ese Estado-naci¨®n est¨¢ dejando de ser una entidad funcional para reducirse a entidad simb¨®lica. Con la globalizaci¨®n ha ido perdiendo lo que antes ofrec¨ªa: democracia, seguridad y presencia internacional. ¡°?Qu¨¦ estamos haciendo en Siria?¡±, se pregunta. ¡°No tenemos ni idea de qu¨¦ hacer. La concentraci¨®n del poder da miedo y si el Estado se hace poco funcional ya no me sirve. Pero por funcionalidad, no por identidad. Cuando uno pone el motor, lo razonable es que lleve el volante¡±.
Para C¨¦sar Rendueles, que naci¨® el a?o de la muerte de Franco y es autor del ensayo Sociofobia. El cambio pol¨ªtico en la era digital, lo que est¨¢ pasando en Catalu?a es lo que Gramsci llamaba ¡°revoluci¨®n pasiva¡±: un intento por parte de las ¨¦lites de sobrevivir a una crisis haciendo algunas concesiones que les permitan seguir en el poder. Una soluci¨®n ¡°desde arriba¡±. Esa tensi¨®n entre lo nacional y lo social pone sobre la mesa otra grieta: la que existe entre derechos individuales y derechos colectivos, que algunos consideran ¡°hist¨®ricos¡±. Seg¨²n Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia, los llamados ¡°derechos hist¨®ricos¡± son una reminiscencia del Antiguo R¨¦gimen anterior al establecimiento de las democracias: ¡°Basarse en criterios de territorio, de nacimiento, de pertenencia a la tribu y de diferenciaci¨®n en la superioridad, en lugar de hacerlo en la ciudadan¨ªa que nos hace bajo la ley com¨²n ¡®libres e iguales¡¯, es una regresi¨®n que perjudica a los m¨¢s pobres, dificulta la movilidad social en beneficio de unos pocos y vulnera la libertad individual¡±. En un Estado de derecho, argumenta la historiadora, son los ciudadanos los que tienen los derechos, no los territorios: ¡°El territorio com¨²n de ese Estado de derecho ¡ªEspa?a¡ª es, como dice Fernando Savater, ¡®el nombre que respalda mi ciudadan¨ªa, mis derechos y obligaciones, mi libertad de perfilar las identidades que prefiero¡±. El propio Savater sostiene que las tensiones proceden de no haber sabido explicar la diferencia entre identidad cultural y ciudadan¨ªa democr¨¢tica: ¡°Una vez aceptada la ley com¨²n, el ciudadano tiene derecho a ser diferente a todos los dem¨¢s¡±. La soluci¨®n, afirma el fil¨®sofo, est¨¢ en el largo plazo, en la educaci¨®n. Resignado a las prisas, apunta: ¡°Ahora llegan elecciones y vamos a tener que ocuparnos de esa pedagog¨ªa de urgencia que son las campa?as electorales¡±.
Seg¨²n Fernando Savater, las tensiones territoriales proceden de no haber entendido la diferencia entre "identidad cultural" y "ciudadan¨ªa democr¨¢tica"
Saliendo de la discusi¨®n entre lo individual y lo colectivo, que seg¨²n Marina Garc¨¦s no se resuelve ni con la ¡°simplificaci¨®n nacionalista¡± ni con la ¡°abstracci¨®n ciudadanista¡± porque ¡°cada uno de nosotros es individual y a la vez m¨²ltiple¡±, la pensadora barcelonesa propone medidas concretas: ¡°Refer¨¦ndum en Catalu?a, cambio en las leyes electorales, tanto generales como locales, y, a partir de ah¨ª, proceso constituyente sin tab¨²es que redibuje de abajo arriba la arquitectura institucional y el sistema de toma de decisiones colectivas, incluida la jefatura del Estado. Lo que salga de ah¨ª puede ser un pa¨ªs o varios, pero lo deseable es que sea bien distinto a la Espa?a que hemos conocido¡±.
Para otros, como ?lvarez Junco y Mu?oz Machado, la salida de la crisis institucional pasa por reformar la Constituci¨®n con toda la profundidad que sea necesaria, pero sin necesidad de un proceso constituyente. Se tratar¨ªa, por un lado, de reconocer a Catalu?a y a otros territorios una singularidad que qued¨® diluida en el famoso ¡°caf¨¦ para todos¡± auton¨®mico. Por otro, de definir cabalmente las competencias y la financiaci¨®n de las Comunidades Aut¨®nomas. Seg¨²n Mu?oz Machado, ¡°es menos respetuoso con la Constituci¨®n cerrar los ojos ante su decadencia que reformarla¡±. El inmovilismo, dice, es ¡°irresponsable¡±: ¡°Desestabiliza m¨¢s que cualquier reforma¡±. Tambi¨¦n toca controlar, apunta el jurista, la ¡°patrimonializaci¨®n¡± del Estado por parte de los pol¨ªticos. ¡°La Constituci¨®n y el Estado de las autonom¨ªas permitieron expandirse a la clase pol¨ªtica hasta t¨¦rminos que nunca hubiera so?ado. Se apoder¨® de las instituciones sin un sistema de controles suficientemente severo. Eso hizo posible una corrupci¨®n galopante. Modificar ese estatus les producir¨¢, obviamente, temor a la p¨¦rdida econ¨®mica y de influencia, pero si no lo hacen, el pueblo se lo cobrar¨¢. Ya se lo est¨¢ cobrando¡±.
¡°Es menos respetuoso con la Constituci¨®n cerrar los ojos ante su decadencia que reformarla", recuerda el jurista Santiago Mu?oz Machado
En el supuesto de que se solucionara la crisis institucional, quedar¨ªa por resolver otra que llev¨® a muchos ciudadanos a reparar en ella: la econ¨®mica. Pesimista ante la posibilidad de que los cambios vayan m¨¢s all¨¢ de ¡°unos parches que permitan seguir tirando¡±, el historiador Josep Fontana se mueve entre lo local ¡ª¡°?qu¨¦ vamos a votar en Catalu?a el 20 de diciembre?¡±¡ª y lo global: ¡°?Habr¨¢ una tercera crisis como las de 1929 y la de 2008? Esa incertidumbre est¨¢ en todas partes. Hay problemas muy serios que tienen que ver con la econom¨ªa y con la desigualdad, pero eso no los vamos a poder resolver aqu¨ª¡±. La idea lanzada por Sarkozy en 2008 de refundar el capitalismo es recibida hoy con una sonrisa ir¨®nica tanto por Fontana como por Adela Cortina, directora de una fundaci¨®n para la ¨¦tica en los negocios (?tnor). ¡°Europa invent¨® una f¨®rmula muy buena que es la econom¨ªa social de mercado. El mercado tiene que vivir en un marco institucional para que la distribuci¨®n de la riqueza sea lo m¨¢s justa posible. Por ahora, estamos retrocediendo¡±, afirma Cortina, que no se resigna a la infalibilidad de los ciclos econ¨®micos: ¡°La crisis parece una cat¨¢strofe natural, y los ciclos, un destino implacable, pero la econom¨ªa es una actividad humana. Ah¨ª est¨¢ el caso Volsk?wagen. Hay cosas que no podemos prever, pero hay decisiones que afectan sobre todo a los peor situados. Son ellos los que acaban qued¨¢ndose sin empleo¡±.
C¨¦sar Rendueles, que acaba de publicar el ensayo Capitalismo canalla, recuerda que en Espa?a la pobreza juvenil, por ejemplo, est¨¢ muy camuflada por la fuerza de las familias: ¡°Aqu¨ª la solidaridad familiar es muy intensa, y el tejido asociativo, muy d¨¦bil, al contrario que en los pa¨ªses del norte. Necesitamos, aunque la expresi¨®n no me gusta, sociedad civil¡±. La pol¨ªtica no puede ser estar en asamblea permanente, sugiere, ni reducirse a votar cada cuatro a?os. ¡°Creo que la soluci¨®n pasa por Europa, que debe ser algo m¨¢s que el Banco Central. Tiene un tejido institucional que debemos resignificar. Es una de las principales econom¨ªas del mundo y puede desafiar al neoliberalismo global¡±. Eso del lado del optimismo. Del lado del pesimismo, la idea de que la crisis, como en algunos pa¨ªses latinoamericanos, puede convertirse en la normalidad: ¡°?Claro que se puede vivir yendo a peor!¡±. Cuarenta a?os despu¨¦s de la muerte de Franco ¡ªlos que tiene Rendueles¡ª, llega el momento de comprobar si el sistema funciona mal o es que funciona as¨ª. Ni una cosa ni la otra deber¨ªan ser inevitables.
Lecturas para el debate
Informe sobre Espa?a. Repensar el Estado o destruirlo.?Santiago Mu?oz Machado. Cr¨ªtica.
Mater dolorosa. La idea de Espa?a en el siglo XIX. Jos¨¦ ?lvarez Junco. Taurus.
?Para qu¨¦ sirve realmente la ¨¦tica??Adela Cortina. Paid¨®s.
Un mundo com¨²n.?Marina Garc¨¦s. Bellaterra.
De la identidad a la independencia. La nueva transici¨®n.?Xavier Rubert de Vent¨®s. Anagrama en castellano/Emp¨²ries en catal¨¢n.
Contra las patrias.?Fernando Savater. Tusquets.
No siempre lo peor es cierto. Estudios de historia de Espa?a.?Carmen Iglesias. Galaxia Gutenberg.
Sociofobia. El cambio pol¨ªtico en la era digital.?C¨¦sar Rendueles. Capit¨¢n Swing.
Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945.?Josep Fontana. Pasado & Presente.
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