La llave de los sue?os
Trabajando con prisas y con pocos medios t¨¦cnicos, Grete Stern cre¨® una galer¨ªa de im¨¢genes que tienen toda la angustia y toda la belleza y el absurdo de los mejores sue?os
En una pel¨ªcula de Bu?uel una mujer va sacando objetos del bolso y mencion¨¢ndolos al mismo tiempo que los deposita sobre la mesa: las monedas, dice, el encendedor, los cigarrillos, la llave de los sue?os, el l¨¢piz de labios, etc¨¦tera. Esa llave de los sue?os se nombra con la misma naturalidad rutinaria que los dem¨¢s objetos, y en ning¨²n momento se le da una explicaci¨®n, ni vuelve a mencionarse. Tampoco tiene un aspecto particular, que sugiera lo fant¨¢stico. La llave de los sue?os es uno de esos elementos comunes y po¨¦ticos que a Bu?uel le gustaba introducir en sus pel¨ªculas, sin caer en la indelicadeza de sugerir un simbolismo, por pura afici¨®n a lo misterioso y a lo inexplicado, a las im¨¢genes que surgen y se sostienen por s¨ª mismas, y luego desaparecen, igual que las de los sue?os, unas veces borradas sin rastro, otras persistiendo en la memoria como una llama encendida en la oscuridad, un fotograma aislado de una pel¨ªcula.
Hay con frecuencia una poes¨ªa visual y narrativa muy poderosa en los sue?os, pero es muy dif¨ªcil de captar y de transmitir en el arte, casi tanto como precisar su recuerdo despu¨¦s del despertar. Dal¨ª la convirti¨® muy pronto en iconograf¨ªa para sal¨®n comedor de clase media con inquietudes art¨ªsticas. Me parece que s¨®lo Bu?uel y Magritte supieron crear obras ¨ªntegramente traspasadas por el mismo esp¨ªritu secreto que empieza a actuar incluso unos segundos antes de que se nos haya desvanecido la consciencia. Somos animales sin remedio narrativos. Despu¨¦s de pasarnos el d¨ªa contando historias, invent¨¢ndolas, minti¨¦ndolas, record¨¢ndolas, imagin¨¢ndolas, deduci¨¦ndolas, evaluando su grado de veracidad o mentira, en cuanto cerramos los ojos y nos rinde el sue?o, lo primero que hacemos es seguir tramando otras historias, con pocas interrupciones, a lo largo de toda la noche; historias ahora descabaladas y chocantes, porque los mecanismos cerebrales de control de la coherencia del espacio y el sentido del tiempo se han quedado en suspenso.
Grete Stern cre¨® una galer¨ªa de im¨¢genes que tienen la angustia, la belleza y el absurdo de los mejores sue?os
¡°De toda la memoria solo vale / el don preclaro de evocar los sue?os¡±, dice Antonio Machado. Baudelaire ten¨ªa de ellos una noci¨®n nada alentadora. Dec¨ªa que echarse a dormir era la ¡°aventura siniestra de todas las noches¡±, y que los hombres se rend¨ªan al sue?o con la audacia temeraria de quien no se da cuenta de los peligros a los que va a enfrentarse. Como atestiguan estudios cuantitativos y como puede confirmar cualquiera de nosotros, la mayor parte de los sue?os son de ansiedad y amenaza. Los espantos objetivos del mundo tienen su resonancia y su reflejo oculto y su archivo en los sue?os de quienes los han sufrido. En 2005 yo conoc¨ª en Nueva York a un hispanista alem¨¢n jubilado, el profesor Karl-Ludwig Zeligman, que ten¨ªa 12 a?os cuando sus padres lograron hacerle salir de Alemania, en 1938, en un avi¨®n ocupado por ni?os jud¨ªos con destino a Londres. Al llegar al espacio a¨¦reo brit¨¢nico la torre de control prohibi¨® el aterrizaje y le exigi¨® al piloto que regresara a Alemania. El piloto fingi¨® una aver¨ªa y un aterrizaje forzoso, consciente de lo que esperaba a los pasajeros si volv¨ªan a su pa¨ªs. El profesor Zeligman me dijo que segu¨ªa so?ando que iba en ese avi¨®n y que no aterrizaban nunca en Londres; y que muchas noches despertaba temblando de sue?os en los que lo deten¨ªa la Gestapo.
En 2005 la Gestapo segu¨ªa apareciendo en los malos sue?os de alguien. Los tiranos y sus verdugos alcanzan la posteridad siniestra de seguir viviendo en las pesadillas de sus v¨ªctimas. Primo Levi cuenta que durante la noche, en el barrac¨®n con las luces apagadas, se escuchaba el ruido de los prisioneros so?ando que com¨ªan. Durante muchos a?os, hasta el final de su vida, sigui¨® despert¨¢ndolo el recuerdo del grito con el que los guardias polacos llamaban a levantarse.
No sabemos c¨®mo ser¨ªan los sue?os alemanes de Grete Stern, que emigr¨® a Buenos Aires en 1935, casada con otro de los grandes de aquella numerosa edad de oro de la fotograf¨ªa, Horacio Coppola. Fotografiar un sue?o es una tarea todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil que contarlo, y tal vez requerir¨ªa una de aquellas m¨¢quinas de futurismo porte?o que inventaba Bioy Casares para algunas de sus historias fant¨¢sticas. Pero a eso se dedic¨® Stern durante varios a?os, a partir de 1948, en las p¨¢ginas de una revista del coraz¨®n que se titulaba Idilio, destinada a un p¨²blico femenino de mucha vehemencia sentimental y pocos recursos, sirvientas, dependientas, empleadas. Parece que Idilio fue pionera en el arte ya olvidado de la fotonovela, pero tambi¨¦n contaba, cosas de Buenos Aires, con un consultorio psicoanal¨ªtico. Cada semana se publicaba una carta de una lectora con el relato de un sue?o. Grete Stern lo ilustraba con un fotomontaje.
El narrador oculto urde sus ficciones combinando a su capricho los datos de lo vivido y mezcl¨¢ndolos con lo temido y deseado
El resultado es asombroso. Trabajando con prisas, con pocos medios t¨¦cnicos, con tijeras y pegamento y una ampliadora, para un semanario de medio pelo, cobrando casi nada, con una inflexible integridad est¨¦tica, Grete Stern cre¨® una galer¨ªa de im¨¢genes que tienen toda la angustia y toda la belleza y el absurdo de los mejores sue?os, los que son al mismo tiempo iluminadores y enigm¨¢ticos, porque construyen ficciones aut¨®nomas con los materiales y los residuos de la experiencia diurna y de los caprichos de la memoria, entre el arquetipo y el puro disparate. Ahora sabemos que muchos de los elementos formales de los sue?os est¨¢n determinados por los cambios f¨ªsicos que suceden en el cerebro dormido. Desactivadas las zonas de coordinaci¨®n sensorial y procesos racionales, las im¨¢genes de la memoria y las sensaciones se organizan en conexiones inusitadas. El narrador oculto urde sus ficciones combinando a su capricho los datos de lo vivido y mezcl¨¢ndolos con lo temido y lo deseado. En cada uno de los fotomontajes de Grete Stern una mujer asiste a un cuento fant¨¢stico o contempla una visi¨®n en la que casi siempre es la protagonista, la perseguida o la v¨ªctima. Con presupuestos multimillonarios y despliegues de tecnolog¨ªas digitales y efectos s¨ªsmicos de sonido, el cine de ahora levanta fantas¨ªas hipertr¨®ficas que se borran sin rastro en cuanto termina la pel¨ªcula. Bu?uel necesit¨® un ojo de vaca y una navaja de afeitar para sobrecogernos una y otra vez con la imagen m¨¢s terror¨ªfica del cine. En su estudio de Buenos Aires, Greta Stern inventaba cada semana la maqueta exacta de un sue?o: una mujer intenta escalar las estr¨ªas jabonosas de una tabla de lavar; otra, vestida con un traje de chaqueta, en una playa, ve acercarse un avi¨®n incendiado; una violinista comprueba con angustia que el arco del viol¨ªn que se dispon¨ªa a tocar es un palo de escoba; una muchacha quiere hablar por tel¨¦fono pero no acierta a decir nada porque su boca se ha borrado; una concertista con traje de noche se inclina sobre un piano que tiene un teclado de m¨¢quina de escribir; una mujer sola junto al mar ve surgir de las olas un monstruo marino cuya larga cola recta es un tren.
Los fotomontajes son de peque?o formato y se exhiben en una sala rec¨®ndita del C¨ªrculo de Bellas Artes, al que se llega bajando por una escalinata de m¨¢rmol, en un silencio en el que resuenan las pisadas. Es como bajar al s¨®tano de un sue?o.
Sue?os. Grete Stern. C¨ªrculo de Bellas Artes, Madrid. Hasta el 31 de enero de 2016.
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