¡°El desaf¨ªo es la exactitud de las palabras, no de los recuerdos¡±
El escritor mexicano H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn reflexiona sobre la relaci¨®n entre literatura y memoria al hilo de la publicaci¨®n de su libro 'Adi¨®s a los padres'

En Adi¨®s a los padres, publicado por Literatura Random House, H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn (Chetumal, M¨¦xico, 1946) relata la fascinante historia de su familia, marcada por la ausencia del padre, que se fue de casa cuando el escritor ten¨ªa13 a?os y reapareci¨® cuando ten¨ªa 55. En esta entrevista, realizada por correo electr¨®nico, Aguilar Cam¨ªn repasa las claves de su libro y reflexiona sobre las relaciones entre literatura y memoria.
PREGUNTA. En Adi¨®s a los padres dice que para su madre y su t¨ªa recordar era el mayor acto moral. ?Tambi¨¦n lo es para usted?
RESPUESTA. Me refiero a que hac¨ªan justicia siempre en su memoria a lo que amaban o despreciaban, y a que no a?ad¨ªan ni inventaban. Eran de una honradez conmovedora con su memoria. Yo no lo soy tanto. Como todos los escritores tiendo a inventar y a magnificar, como Borges el otro. Ahora, imagina el mundo que estas mujeres ten¨ªan que contar: sus padres, mis abuelos maternos, hab¨ªan salido de Asturias, donde naci¨® mi t¨ªa Luisa, a Cuba, donde naci¨® mi madre Emma Cam¨ªn. Y de ah¨ª a Chetumal, en 1938, un pueblo que ten¨ªa treinta a?os de fundado, ¡°un pueblo del oeste sin caballos¡±, dec¨ªa mi madre. Ah¨ª llega mi madre de 18 a?os y casa con H¨¦ctor, el hijo del empresario m¨¢s rico del lugar, mi abuelo paterno Don Lupe. Tienen cinco hijos y son felices, en 1955 el cicl¨®n destruye el pueblo, Don Lupe destruye los negocios de su hijo H¨¦ctor, la familia se muda a la Ciudad de M¨¦xico, H¨¦ctor se va de casa, y Luisa y Emma trabajan para cumplir la modesta epopeya de que sus cinco hijos, yo y mis cuatro hermanos, estudien y tengan una carrera. Expulsadas de los lugares donde han sido felices, Cuba y Chetumal, dedican el resto de sus d¨ªas a recordarlos, y a contar la historia de c¨®mo don Lupe destruy¨® a su hijo.
P. El libro es, adem¨¢s de un relato, un continuo an¨¢lisis de la relaci¨®n entre los hechos, la memoria y la escritura. ?Desconfiaba m¨¢s de sus recuerdos o de la capacidad de las palabras para serles fieles?
La verdadera fidelidad a lo narrado solo se alcanza cuando las palabras son suficientemente precisas
R. El desaf¨ªo central de Adi¨®s a los padres fue siempre la exactitud de las palabras, no de los recuerdos. Aunque como saben todos los escritores, la verdadera fidelidad a lo narrado s¨®lo se alcanza cuando las palabras son suficientemente precisas. En la verdad de los recuerdos escritos importa m¨¢s la precisi¨®n de la escritura que la nitidez de lo recordado. Las palabras precisas a?aden la nitidez que a veces falta en el rel¨¢mpago de la memoria. Mi memoria funciona en rel¨¢mpagos no en secuencias. Est¨¢ detenida en escenas, im¨¢genes, frases, sensaciones y sentimientos adheridos a un lugar, a un objeto, al recuerdo de un sue?o. De la averiguaci¨®n de esos rel¨¢mpagos, de esas condensaciones, est¨¢ hecha Adi¨®s a los padres. De investigar esos momentos vivos de la memoria que lo contienen todo. Por ejemplo, todo lo que yo s¨¦ por dentro y por fuera de mi madre est¨¢ en la escena que sigo viendo de la noche de 1955 en que el cicl¨®n Janet destruye mi pueblo Chetumal. Mi madre y nosotros estamos encerrados en nuestra casita de madera y de pronto el viento del cicl¨®n desgaja el frontis de la casa, que se desprende hacia adentro. Entonces mi madre corre hacia el frontis que se desgaja con los peque?os brazos en alto para detenerlo: sola frente al cicl¨®n defendiendo su mundo.
P. ?C¨®mo afront¨® narrativamente la ausencia de su padre y la omnipresencia de su madre en su vida a la hora de contar la vida de ambos?
R. Tuve que investigar lo que ignoraba de la vida de mi padre, ya que no supe nada de ¨¦l durante su larga ausencia. De hecho, todo lo que sab¨ªa de ¨¦l lo sab¨ªa de lo que contaban mi madre y mi t¨ªa. Siempre que pude verificar con mi padre lo que mi madre y mi t¨ªa dec¨ªan, la versi¨®n de estas fue exacta o muy pr¨®xima a la exactitud de lo sucedido. Para contar la historia de mi madre y mi t¨ªa tuve que hacer el proceso inverso: quitar mucho de lo que sab¨ªa. Tuve que vencer la excesiva familiaridad de la vida de mi madre y de mi t¨ªa para obtener de ellas lo m¨¢s atractivo narrativamente y lo m¨¢s verdadero. Porque ellas era una especie de milagro diario. Por ejemplo, cuando empezaban a hablar entre ellas o a contar historias.
Mi abuelo paterno le quita un negocio a mi padre y lo destruye econ¨®mica y vitalmente. Destruye el mundo feliz de mi familia, y lo arroja a la quiebra, a la desdicha y a la ciudad
Mi padre, en cambio, era un enigma total. Lo que pude saber de su vida con su segunda mujer, fue para m¨ª todo un proceso de sumar fragmentos y coser vestigios. Mi padre se fue de mi casa cuando yo ten¨ªa 13 a?os y reapareci¨® cuando ten¨ªa 55. Su memoria no era muy buena ya cuando reapareci¨®, pero suficiente para completar y cotejar la que yo tra¨ªa, la historia central de Adi¨®s a los padres. Ya he dicho cu¨¢l es: mi abuelo paterno le quita un negocio a mi padre y lo destruye econ¨®mica y vitalmente. Destruye de hecho un mundo, el mundo feliz de mi familia, y lo arroja a la quiebra, a la desdicha y a la ciudad. La historia de aquella felicidad y aquella quiebra recorre casi un siglo, va de los or¨ªgenes cuasi m¨ªticos de la fundaci¨®n de mi pueblo Chetumal, donde mi abuelo funda su casa y su familia, y avanza hasta el a?o 2010, en que muere su hijo H¨¦ctor, mi padre, en la Ciudad de M¨¦xico. Es una historia larga y accidentada, suficiente para incluir las reconciliaciones de mis padres con los suyos y la m¨ªa con mi propia historia familiar, y con la sombra de mi padre.
P. Usted afirma que la verdad no existe sino en la suma de las razones encontradas porque es siempre ¡°el resto opaco de las cosas, aquello que nos falta por conocer¡±. ?Aceptar que la verdad no existe no supone para un escritor una forma de rendici¨®n? ?Qu¨¦ un escritor acepte lo inefable no es lo mismo que si un m¨¦dico se resignara a lo incurable? ?No se escribe precisamente para sortear esa opacidad, para conocer?
R. Lo inefable es distinto de lo verdadero. Yo creo que un escritor tiene que partir de la certidumbre supersticiosa de que lo inefable no existe para ¨¦l, de que lo inefable es s¨®lo una expresi¨®n de su falta de oficio. Lo verdadero, por su parte, para el escritor, no es sino una forma de lo veros¨ªmil. Para un escritor la verdad no est¨¢ all¨¢ afuera, donde el mundo ¡°real¡± sino en el espacio que hay entre lo que escribe y ¨¦l, y entre lo escrito y el lector. Lo escrito debe ser verdadero para el lector, aunque sea una fantas¨ªa, y debe ser veros¨ªmil, aunque est¨¦ copiado de los diarios. Para que las cosas sean verdaderas en un libro hace falta oficio, si no genio.

P. Su libro tiene mucho de autorretrato. Hay un momento crudo en el que habla de su ¡°suficiencia¡± como fruto del desamparo y no de la vanidad (aunque tambi¨¦n dice que siempre lo ha negado ante propios y extra?os). ?La escritura facilita confesiones que la vida diaria hace dif¨ªciles? ?Le dio miedo mostrar esa ¡°debilidad¡± o se sinti¨® liberado?
R. Mi madre dec¨ªa que Benavente dec¨ªa: ¡°Las cosas son terribles hasta que se dicen¡±. Fue mi experiencia cotidiana con este libro. Pon¨ªa por escrito todo lo que ven¨ªa exigentemente a mi cabeza aun si cre¨ªa que al final lo iba a quitar. Y en la relectura, normalmente las cosas duras o dolorosas, parec¨ªan siempre menos graves que al ser escritas la primera vez. Y entonces iba hacia ellas buscando precisi¨®n y nitidez, buscando c¨®mo decirlas mejor en vez de c¨®mo no decirlas.
P. ?Cu¨¢l fue la parte m¨¢s dura de escribir?
R. Las descripciones de mis padres viejos y enfermos fueron particularmente dif¨ªciles. Sent¨ªa que traicionaba su intimidad y afrentaba su pudor. Pero sin ir a eso con rigor y verdad, hubiera sido imposible tambi¨¦n expresar todo lo que los quer¨ªa, lo que me hac¨ªa sufrir su vejez, su deriva hacia la muerte.
Las descripciones de mis padres viejos y enfermos fueron particularmente dif¨ªciles. Sent¨ªa que traicionaba su intimidad?
P. ?Cree que usted ser¨ªa diferente hoy ¨Cincluso como padre- si no se hubiera reencontrado con su padre?
R.Ser¨ªa un hombre m¨¢s melanc¨®lico, acaso con alg¨²n rasgo suicida, proclive a la autodestrucci¨®n. Reencontrar a mi padre me cur¨® de su ausencia, me devolvi¨® a la realidad de su p¨¦rdida y a la realidad de su existencia f¨ªsica. Hasta ese momento mi padre no era en m¨ª sino una cavilaci¨®n melanc¨®lica, irascible y culposa. Su aparici¨®n f¨ªsica, a¨²n cuando era ya el inicio de su decrepitud, me dio una extra?a alegr¨ªa, y el buen humor necesario para tratar con ¨¦l, que ten¨ªa un lado divertido, encantador.
P. ?Lo comprendi¨® al final? ?Cree que todo pod¨ªa haber sido de otra manera?
R. Lo comprend¨ª y volv¨ª a quererlo. Aunque hasta el final de sus d¨ªas sigui¨® ocult¨¢ndome que hab¨ªa sido feliz lejos de nosotros, que hab¨ªa encontrado una vida nueva en la que nosotros no hac¨ªamos falta. Descubr¨ª esto luego de su muerte, al ver la leyenda que hab¨ªa grabado sobre la l¨¢pida de la tumba de su segunda mujer. Y ah¨ª supe que lo hab¨ªa perdonado, porque me dio gusto saber que hab¨ªa sido feliz en los a?os en que me hab¨ªa hecho infeliz con su ausencia. ?Pudieron ser las cosas de otra manera? S¨ª, siempre hay otra historia posible, pero yo no habr¨ªa escrito este libro, una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Si me dieran a escoger, escoger¨ªa lo que sucedi¨®.
P. Su libro, escribe usted, es una forma de prolongar los relatos de su madre y su t¨ªa ya que no puede prolongar sus vidas. ?La escritura consuela?
?Pudieron ser las cosas de otra manera? Siempre hay otra historia posible, pero yo no habr¨ªa escrito este libro, una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Si me dieran a escoger, escoger¨ªa lo que sucedi¨®
R. La escritura es un extraordinario placebo. Y prolonga las vidas en un sentido muy preciso. Cuando me haya muerto yo, alguno de mis nietos o mis biznietos abrir¨¢ las p¨¢ginas de este libro y ver¨¢ a Emma, a Luisa, y a H¨¦ctor, tal como yo los dej¨¦ ah¨ª, tal como pude dejar sus vidas escritas al alcance de otros. Lo que dar¨ªa yo por tener a mis antepasados viviendo en un libro a la espera de mi visita-
P. Ha dicho alguna vez que M¨¦xico es un pa¨ªs de padres ausentes, ?qu¨¦ tipo de sociedad produce ese hecho?
R. Una sociedad de familias heridas, cuyo rasgo m¨¢s sorprendente es que millones de madres solteras cr¨ªan hijos que terminan siendo padres ausentes.
P. ?Han le¨ªdo sus hermanos Adi¨®s a los padres? ?Coinciden sus recuerdos?
R. Recordamos cosas distintas pero este libro le ha dado sentido a muchas de nuestras memorias dispares. En cierto sentido, nos ha dado una memoria com¨²n.
P. Y dos curiosidades. Una: ?vuelve usted a veces a Chetumal?
R. Voy todos los a?os a pasar el A?o Nuevo, con toda la familia.
P. Y dos: ?ha decidido ya qu¨¦ hacer con las cenizas de sus padres?
R. He decidido no decidir. Pens¨¦ ponerlas juntas en un ¨¢rbol hasta que descubr¨ª que ellos ten¨ªan raz¨®n en querer estar separados, que mi af¨¢n de reunirlos simb¨®licamente era pueril, y no hac¨ªa justicia a sus vidas. De modo que los tengo juntos en mi vida pero separados en sus muertes. Tengo un pu?ado de las cenizas de Emma en un alhajero en mi rec¨¢mara y la urna completa con las cenizas de H¨¦ctor bajo el librero de mi estudio. Hay algo t¨¦trico en esto pero yo lo vivo con una sonrisa. T¨¢natos tambi¨¦n sabe re¨ªr.
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