Ensay¨¦monos (al menos de vez en cuando)
Se vuelve o recurre al ensayo por muchas y variadas razones. Una de ellas, y no la menor, es el cansancio que produce la ficci¨®n 'mainstream'
La concesi¨®n del Nobel de Literatura a una escritora (periodista) que nunca ha publicado ficciones, corrobora la tendencia se?alada por muchos observadores: existe entre los grandes lectores un cierto cansancio no s¨®lo de la novela (y de su avatar hoy mayoritario, la llamada ¡°novela negra¡±), sino tambi¨¦n de su autom¨¢tica y casi exclusiva identificaci¨®n con el marbete ¡°literatura¡±. Lo que se ha podido leer (m¨¢s en franc¨¦s que en espa?ol) de Svetlana Alexi¨¦vich, sagaz observadora del espacio postsovi¨¦tico y feroz denunciadora del imperialismo putiano (perdonen la malsonancia), es un ejemplo m¨¢s de c¨®mo el ensayo, cuando realmente lo es (hay quien lo confunde con la no-ficci¨®n e incluso con la autoayuda), lleva en s¨ª mismo la capacidad de implosionar los g¨¦neros (como sabe cualquier lector de Montaigne), incorporando elementos que, como la emoci¨®n y el estilo, parec¨ªan reservados a la ¡°literatura¡±. Tanto las insuficientes estad¨ªsticas de Comercio Interior de los editores (que parecen fiarse muy poco de los datos mucho m¨¢s exactos de su Agencia de ISBN), como las a¨²n menos fiables y m¨¢s ca¨®ticas de la Panor¨¢mica de la Edici¨®n, proporcionadas por el Ministerio del ramo, coinciden en que, en 2014, se publicaron m¨¢s libros de no-ficci¨®n que de ¡°literatura¡± o ¡°creaci¨®n literaria¡±, sea lo que sea lo que el bur¨®crata de turno entienda por ello. En todo caso, y sin extenderme en un asunto que requerir¨ªa mucho m¨¢s espacio y reflexi¨®n, lo cierto es que se vuelve o recurre al ensayo por muchas y variadas razones. Una de ellas, y no la menor, es por el cansancio que produce la ficci¨®n mainstream. Y no s¨®lo ella: abandon¨¦ la ¨²ltima novela de Salman Rushdie, cuando ni siquiera el recuerdo de sus pasadas obras maestras (incluyendo Joseph Anton, sus memorias de la fatwa) me permit¨ªan perdonarle el tedioso apelotonamiento de ideas e historias y el absoluto descentramiento y falta de sentido narrativo de que hace gala en ese caj¨®n de sastre -con algunos destellos gloriosos- de literatura fant¨¢stica que es Dos a?os, ocho meses y veintiocho noches, Seix Barral. Y lo mismo debe de haberle pasado a otras personas de mi entorno, porque no he logrado encontrar a casi nadie que la haya conseguido acabar (excluyo a editores y cr¨ªticos, que lo han hecho por oficio). Y es una pena, porque Rushdie es (?era?), entre mis contempor¨¢neos, uno de los m¨¢s grandes escritores (tambi¨¦n, por cierto, de ensayos).
Clamores
Lo primero que se pregunta quien se enfrenta a Clamor (La Oficina), que es como se ha traducido el Glas (literalmente ¡°toque de muerto¡±), de Jacques Derrida, es c¨®mo hay que leerlo (en ese momento el presunto lector a¨²n no sabe que ¡°leer¡± quiz¨¢s no sea el verbo correcto). Y la segunda pregunta que se formula es qu¨¦ es exactamente ese, digamos, ¡°texto¡±. La primera viene obligada por la misma naturaleza de su puesta en p¨¢gina: dos columnas truncadas, separadas por un amplio margen blanco, y compuestas en dos tipos (y cuerpos) diferentes de letra que, a su vez, se ven constantemente ¡°troceados¡± por glosas y comentarios (tambi¨¦n en otro tipo y otro cuerpo) que no siempre se refieren al texto en que est¨¢n insertos. Lo m¨¢s parecido, tipogr¨¢ficamente hablando, a una p¨¢gina del Glas de Derrida, es otra del Talmud, el palimpsesto hebreo que discute y complementa el texto sagrado de la Tor¨¢ (Derrida era de origen jud¨ªo-sefard¨ª). En cuanto a la naturaleza (?g¨¦nero?) de lo que el lector (?puede llam¨¢rsele as¨ª, cuando el t¨ªtulo hace menci¨®n t¨¢cita a la muerte del lector, del libro, de la tipograf¨ªa?) tiene ante sus ojos, la cuesti¨®n se complica. La columna izquierda es una especie de comentario, deconstruido y ¡°diseminado¡±, de Hegel; la de la derecha una reflexi¨®n muy sui generis sobre la obra autobiogr¨¢fica de Jean Genet y, especialmente, sobre su texto ¡°Lo que queda de un Rembrand roto en cuadraditos iguales y arrojado al retrete¡±. Desde que el libro -o lo que quiera que sea- se public¨®, los comentarios no han cesado: Clamor (1974), la obra m¨¢s oscura del m¨¢s oscuro (y citado) de los pensadores contempor¨¢neos, ha dado pie a casi tantos comentarios, interpretaciones, derivaciones y glosas como el propio Talmud. Glas dinamita en la pr¨¢ctica casi todo lo que tiene que ver con la cultura escrita tal como (a¨²n) se entend¨ªa circa 1974: libro, lector, autor, texto, g¨¦nero, puesta en p¨¢gina, narraci¨®n, ensayo, ficci¨®n. Y plantea su texto casi como ¡°hipertexto¡±, algo a lo que hace oblicua justicia esa web anunciada en la p¨¢gina de cr¨¦ditos, y en la que pueden encontrarse las referencias bibliogr¨¢ficas y el listado de t¨¦rminos que acompa?an a la (tit¨¢nica) traducci¨®n. Como no es exactamente un libro (destroza la linealidad del escrito, transgrede los l¨ªmites del texto, pone en cuesti¨®n la forma-Gutenberg), no tiene por qu¨¦ ser coherente (aunque a veces lo que se dice en una columna resuena en la otra): no es filosof¨ªa y tampoco ¡°literatura¡±. Como ha dicho uno de sus cr¨ªticos, ¡°es demasiado m¨®vil en sus ideas para ser legible: la legibilidad es para los libros¡±. Una tercera pregunta podr¨ªa ser: ?Y, qui¨¦n, entre nosotros, se ha atrevido a publicarlo? Qui¨¦n va a ser: Joaqu¨ªn Gallego, el editor de La Oficina, un tipo a quien parece aburrirle lo f¨¢cil (ganar dinero con un bestseller, por ejemplo), y que siempre ha demostrado un incre¨ªble olfato para lo que se esconde tras lo dif¨ªcil. Felicidades.
Diosas
La Diosa Madre -la Gran Diosa- es una figura esencial en todas las cosmogon¨ªas con las que la humanidad ha intentado explicarse el mundo. Sobre ella -su significado, sus manifestaciones- existe una bibliograf¨ªa apabullante a cargo de antrop¨®logos, prehistoriadores, mit¨®logos. En mi biblioteca conservo dos libros ya cl¨¢sicos que me parecen fundamentales:
El mito de la diosa (1991), de Anne Baring y Jules Cashford, publicado por Jacobo Siruela cuando dirig¨ªa la editorial que a¨²n lleva su apellido, y La gran madre, una fenomenolog¨ªa de las creaciones femeninas del inconsciente (1955), de Erich Newmann, publicado por Alejandro Sierra en su estupendo sello Trotta. A ellos se suma ahora Diosas, un libro p¨®stumo del gran mit¨®logo (junguiano, como todos los citados) Joseph Campbell (1904-1987) que ha editado Safron Rossi a partir de sus conferencias y papeles in¨¦ditos. Campbell, a quien las feministas siempre reprocharon que centrara exclusivamente en la figura masculina su texto de referencia sobre el viaje arquet¨ªpico del h¨¦roe (El h¨¦roe de las mil caras, 1949; publicado por el Fondo de Cultura Econ¨®mica), rastrea en este libro la huella de la Gran Diosa, desde la prehistoria al cristianismo (la Virgen Mar¨ªa) y al arte del Renacimiento. Lo ha publicado Atalanta, la actual editorial de Jacobo Siruela.
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