Rushdie, una isla poblada de fantasmas
El autor cada vez se esconde menos y conf¨ªa m¨¢s en la realidad y no en la magia, por mucho que esta sepa embellecer el mundo
Salman Rushdie se ha pasado escondido media vida. Todos recordamos por qu¨¦: la condena a muerte que, con recompensa millonaria incluida, dict¨® contra ¨¦l el ayatol¨¢ Jomeini a ra¨ªz de la publicaci¨®n en 1988 de Los versos sat¨¢nicos, considerado blasfemo por ¨¦l, le oblig¨® a cambiar de identidad, de h¨¢bitos, de amigos y de mujer, y a llevar escolta d¨ªa y noche. La historia de ese cambio la cuenta en el que quiz¨¢ sea su mejor libro hasta la fecha, Joseph Anton, que es de 2012, una cr¨®nica l¨²cida, pormenorizada, descarnada y arrasadora de su destierro y de los efectos que esto tuvo en su familia, su escritura y su concepci¨®n del mundo. Se titula as¨ª como homenaje a dos de sus escritores preferidos, Joseph Conrad y Ant¨®n Ch¨¦jov, y porque ese fue el alias que escogi¨® para confundir a sus perseguidores. Joseph Anton se abre con una cita de La tempestad, de Shakespeare, obra en la que es probable que tambi¨¦n estuviera pensando cuando escribi¨® Los versos sat¨¢nicos, cuyos dos protagonistas se precipitan desde un avi¨®n, hecho estallar por unos terroristas, sobre una isla que produce en ellos cambios considerables. La isla de Shakespeare estaba situada en las Bermudas, y la de Rushdie, en el canal de la Mancha, pero en ambas hombres normales acaban viviendo experiencias sobrenaturales (hechicer¨ªas, monstruosidades y misterios ultramundanos) que les hacen entender la urdimbre secreta del universo y de las sociedades humanas. Salman Rushdie, que publica ahora Dos a?os, ocho meses y veintiocho noches (Seix Barral), sabe lo que es vivir en una isla poblada de fantasmas porque lleva d¨¦cadas haci¨¦ndolo, pero tambi¨¦n sabe burlarse de esos fantasmas de muchos modos: escribiendo libros magistrales, haciendo cameos en pel¨ªculas (Los amigos de Peter, El diario de Bridget Jones, Cuando ella me encontr¨®) o apareciendo por sorpresa en congresos literarios o televisiones.
Ya no se esconde tanto. Su isla ya no es la del exiliado. Quiz¨¢s cada d¨ªa conf¨ªe m¨¢s en la realidad por decepcionante que sea
Desde su segundo libro, Hijos de la medianoche (1980), que recibi¨® el Premio Booker y le lanz¨® a la fama, Salman Rush?die ha estado construyendo un cat¨¢logo literario que los cr¨ªticos han emparentado con el realismo m¨¢gico latinoamericano. Es cierto que en sus primeras novelas una inventiva casi salvaje desmenuzaba el pan de la realidad (y con ¨¦l daba de comer a las palomas de la imaginaci¨®n) y difuminaba (o minaba a secas) los l¨ªmites entre lo objetivo y lo subjetivo. Poes¨ªa que abr¨ªa mucho los ojos para hipnotizarnos con su pretensi¨®n de verdad hist¨®rica; e historia que cerraba los ojos para fingir que estaba presa de sue?os po¨¦ticos. Ya en Furia, que es de 2001, hay un cambio cualitativo de estilo, pero es en Shalimar, el payaso, publicada en 2005, donde Rushdie da el salto mortal. En ¨¦sta, la vocaci¨®n de claridad, de realidad sin trucos, es tan acuciante que a la poes¨ªa s¨®lo se le permitir¨¢ papeles menores: la trama deja de apoyarse en la magia porque lo urgente ahora no es serrar a una mujer por la mitad para demostrar que vivimos en un mundo de ilusiones y falsedades (la mujer nunca ha dejado de estar entera), sino detenerse a pensar qu¨¦ son por separado la mujer, la sierra, la caja, el hombre, el escenario y todo lo que hay alrededor de eso. Quiz¨¢ por esto ¨¦sta sea, a mi entender, y como ya afirm¨¦ en estas mismas p¨¢ginas hace 10 a?os, la mejor novela de su autor: cr¨ªtica social, alta pol¨ªtica a varias bandas (Oriente y Occidente anudando y desanudando los hilos de sus mil y una tensiones irresueltas), pasiones amorosas, personajes intensos, una ensambladura perfecta de sus m¨²ltiples tiempos y lugares, y un lenguaje de cable pelado que echa chispas e impide que el lector d¨¦ cabezadas sobre sus p¨¢ginas. Aunque en La encantadora de Florencia (2008) Rushdie regresa a territorio conocido, el de la f¨¢bula documentada (la bibliograf¨ªa que acompa?a al libro es, por cierto, impresionante, casi de tesis doctoral), y en Luca y el fuego de la vida (2010), libro infantil dedicado en un poema con acr¨®stico a su hijo Milan (como hiciera con su hijo Zafar en Har¨²n y el Mar de las Historias, de 1990), usa el inagotable acerbo de leyendas orientales para fascinar literalmente al lector, lo hace para alcanzar de manera m¨¢s segura esa otra orilla que es Joseph Anton, una de las cumbres contempor¨¢neas de la prosa memorial¨ªstica.
Salman Rushdie es, sin lugar a dudas, el mascar¨®n de proa de una literatura, la anglo-india, que hoy d¨ªa tiene gran presencia editorial en todos los pa¨ªses, incluido el nuestro. Nombres como Arundhati Roy, Vikram Seth, Vikram Chandra, Amitav Ghosh, Rohinton Mistry o Kiran Desai, entre otros muchos, son ya muy familiares entre nosotros. En 1997 Rush?die public¨® una antolog¨ªa de 50 a?os de literatura india (The Vintage Book of Indian Writing) en la cual s¨®lo hay un escritor no anglo-indio, algo que levant¨® una pol¨¦mica que no se ha apaciguado casi treinta a?os despu¨¦s. De hecho, en 2001, Amit Chaudhuri, uno de los antologados por ¨¦l, le contest¨® con otra (The Picador Book of Modern Indian Writing), pero en la de ¨¦ste la mitad de las p¨¢ginas tambi¨¦n la ocupan escritores anglo-indios y hay varias lenguas vern¨¢culas de la India que no est¨¢n representadas. En cualquier caso, no cabe duda de la potencia de unos autores que han aprendido a vivir con absoluta naturalidad la complejidad de dos mentalidades contrapuestas, mutuamente colonizadas (los ingleses a los indios por la fuerza de las armas y de la econom¨ªa, los indios a los ingleses por la aplastante superioridad de su cultura milenaria) y siempre intentando equilibrios imposibles en el cable tendido sobre un abismo en uno de cuyos extremos aguardan Valmiki y el Ramayana, y en el otro, Shakespeare y La tempestad.
Salman Rushdie ya no se esconde tanto. Su isla ya no es la del exiliado a la fuerza, la del apartado de los focos, sino la de cualquier creador. Ya no necesita nombres falsos ni ¨¢ngeles tutelares (un novelista polaco-ingl¨¦s, un dramaturgo y cuentista ruso). Y quiz¨¢ cada vez conf¨ªe m¨¢s en la realidad, a pesar de lo decepcionante y correosa que puede llegar a ser, y menos en la magia por mucho que ¨¦sta sepa embellecer el mundo. Pero ha demostrado que, contra viento y marea, sigue siendo una de las islas m¨¢s habitables y recomendables de la novela contempor¨¢nea.
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