Muerte y resurreci¨®n con blues de la Alcarria
Los Hermanos Cubero protagonizan un asombroso documental en el festival Beefeater In-Edit
Si a los hermanos Cohen se les hubiese ocurrido filmar Oh, Brother where art thou? en alg¨²n punto de la geograf¨ªa espa?ola, el lugar escogido para la acci¨®n ser¨ªa La Alcarria, y los protagonistas responsables de la banda sonora ir¨ªa a parar a las manos de Los Hermanos Cubero. Y en el caso de que Jim Jarmusch imaginara una situaci¨®n similar a la que vivieron Tom Waits e Iggy Pop en Coffee and cigarettes, en una supuesta cafeter¨ªa desierta en medio de un paraje castellano, les tomar¨ªa a ellos dos como rehenes eventuales. Empero, sin que medie palabra alguna, est¨¢ prohibido para Roberto y Enrique Ruiz Cubero. En La muerte en La Alcarria de Fernando Pomares el panorama es tan arisco como inusitadamente bello. Con el formato de una road movie en blanco y negro, ni siquiera toman un veh¨ªculo regularmente, una vez abandonan el coche en el que viajan, y que les deja tirados en la cuneta, caminan hasta que se cansan o necesitan un lugar en el cu¨¢l inspirarse y respirar.
El sonido que emite la pantalla es el de sus pisadas, el del viento (muy presente). Cargan con su equipaje, una peque?a maleta y las fundas de sus instrumentos, un trasto en cada mano. Se encuentran con casas abandonadas en un terreno ¨¢rido, tras recorrer kil¨®metros y m¨¢s kil¨®metros entre olivos. Eso s¨ª, el traje lo llevan siempre impoluto, y por m¨¢s polvo que se levante no cae ni una mota en sus zapatos. Apenas hay personas u objetos animados que se crucen en su camino, el m¨¢s significativo un joven con una careta de zorro que surge en medio de la nada, de la oscuridad; se evapora en un instante.
El d¨²o se adapta al medio lo mejor que puede, inmutables en el gesto, hacen lumbre para calentarse cuando cae la noche, y al d¨ªa siguiente se suben a una barca con los primeros rayos de sol, reman hasta el siguiente destino. Para amenizar el paseo, suenan canciones hermosas de bluegrass con patente castiza. Le cantan al entorno; al campo y a la luna, a los r¨ªos y a las piedras.
Desinhibidos y llanos, no necesitan mucha parafernalia, ¨²nicamente una mandolina por la influencia notable de Bill Monroe, una guitarra ac¨²stica, y un micr¨®fono compartido para dos voces. En la vida real, tienen un disco titulado Cordaneiros de La Alcarria, tocan de tapadillo en festivales de folk tradicional (el maestro Agapito Marazuela es su espejo), o dado el caso, en la pu?etera calle como protesta para que no cierren un teatro.
Los Hermanos Cubero tienen como fin gustar a los modernos de Madrid, seg¨²n ellos est¨¢n en v¨ªas de conseguirlo. A los de Barcelona los conquistar¨¢n con el pase de La muerte en La Alcarria en el Beefeater In-Edit. A Camilo Jos¨¦ Cela no sabemos si lo convencer¨ªan con su m¨²sica (puede que s¨ª por actitud, por su autenticidad), eso queda en suspense. Lo cierto es que comparten amor por el mismo lugar, en 1948 el escritor firm¨® Viaje a La Alcarria.
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