Usted, yo
En Par¨ªs, esa ciudad tan hermosa de la que nunca he o¨ªdo renegar a ninguno de sus visitantes, han enviado al cementerio a muchas personas que se supone estaban de acuerdo con la vida, o intentaban estarlo
Lo contaba Brassens, ese esc¨¦ptico que siempre ten¨ªa raz¨®n, en plan l¨ªrico, sarc¨¢stico o realista: ¡°Morir por las ideas, la idea es excelente. Muramos, de acuerdo, pero de muerte lenta. Y a los Piquito de oro que predic¨¢is el martirio, por favor, vosotros primero¡±. En Par¨ªs, esa ciudad tan hermosa de la que nunca he o¨ªdo renegar a ninguno de sus visitantes, han enviado al cementerio a muchas personas que se supone estaban de acuerdo con la vida, o intentaban estarlo. O sea, viernes noche, nos hallamos en la calle usted o yo, y si no te acogota la depresi¨®n hasta el extremo de que la cama es tu ¨²nico refugio, o est¨¢s seriamente enfermo, o no dispones de un puto euro para acabar el mes, lo m¨¢s com¨²n es que vayas a la terraza de un bar para tomar copas y mirar, solo o en grata compa?¨ªa, o a ver un concierto, o a un partido de f¨²tbol, o a cenar a un restaurante, o a pasear por una geograf¨ªa viva esperando ahuyentar provisionalmente a tu soledad o encontrar milagrosamente a alguien.
Y te van a matar, o a herir, o a dejarte tullido en cuerpo y alma, estupefacto, aterrorizado. ?En nombre de qu¨¦ agravio, de qu¨¦ causa, por razones personales o abstractas? No, el comunicado de los killers, alentado seguramente por curas de ese ancestral volc¨¢n de sangre llamado religiones, nos asegura que esta bestialidad ha sido perpetrada por soldados del califato, por creyentes que combaten a los cruzados, y que lo han hecho en Par¨ªs porque es la capital que simboliza las abominaciones, el pecado y la perversi¨®n. O sea, Yahv¨¦, borrando del mapa a los libertinos de Sodoma y Gomorra. ? Y c¨®mo cojones peleas o te guardas de ej¨¦rcitos an¨®nimos que te asesinan por ser un infiel?
Y escucho las obviedades previsibles, solemnes o enf¨¢ticas de la clase pol¨ªtica. Y s¨¦ que los infinitos muertos en Oriente solo forman parte de la aburrida estad¨ªstica para Occidente. Pero esos masacrados en Par¨ªs somos nosotros. Y las cosas cambian.
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