A Nora le sobra el Caudillo

?Con qu¨¦ facilidad encaja el argumento de Casa de mu?ecas en la Espa?a de finales de los 50! Idealizada por la Secci¨®n Femenina, desigual en derechos, la mujer casada tend¨ªa a ser alter ego dom¨¦stico del hombre. En Nora, 1959, Luc¨ªa Miranda hace viajar a los protagonistas de la obra de Ibsen en el tiempo y el espacio sin modificar apenas el original: la ciudadana de a pie de la Noruega anterior a la victoria de las sufragistas y la ama de casa prototipo del franquismo respiraban id¨¦ntico aire viciado.

Podr¨ªa la directora haber hecho el trasvase de ¨¦poca sin m¨¢s apoyos que la ambientaci¨®n y el vestuario, pero, tal vez porque la funci¨®n est¨¢ coproducida por los Laboratorios del Centro Dram¨¢tico Nacional y de LazonaKubik, la ha guarnido con canciones de ¨¦poca, interpretadas en vivo con gracia; con representaciones de un radioteatro que le sirve a Nora de v¨¢lvula de descompresi¨®n, y con un abanico de recursos paratextuales, todo lo cual hubiera tenido un sentido m¨¢s claro en un drama de nuevo cu?o o en una refundici¨®n completa del original. Mantenido este en l¨ªneas generales, el despliegue musicogr¨¢fico y parateatral distrae y crea una expectativa de originalidad insatisfecha.

El reparto navega entre el lenguaje fant¨¢stico festivo del mundo imaginario que proveen la radio y dem¨¢s a?adidos, y el realismo de Ibsen, sin que se produzca una s¨ªntesis. ?ngel Perab¨¢ hace de Torvald un hombre que enmascara su debilidad de car¨¢cter con una p¨¢tina autoritaria, como hab¨ªa muchos en la ¨¦poca. Sugestiva y con potencial de crecimiento (como una flor entreabierta todav¨ªa), la Nora de Bel¨¦n de Santiago. Vers¨¢til, la labor musical de Nacho Bilbao, y eficaz el resto del elenco.