Bizarro
Los cr¨ªticos contempor¨¢neos m¨¢s sagaces de Ingres lo calificaban de ¡°chino¡±
![Edipo y la Esfinge, 1808.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/L7HNUXAESLONTHVL2DJSQDU34U.jpg?auth=cd08f01fd011a46c01675c0947a99824df801b3e99bddb83ac3bf60ae947690f&width=414)
Salvo en lo que se refiere a la escasa cofrad¨ªa de colegas contempor¨¢neos con talento, hay artistas a los que la fortuna siempre les resulta adversa, incluso cuando son aclamados. Un caso simpar al respecto fue J. A. D. Ingres (1780-1867), reconocido por su maestro David, por el brit¨¢nico Flaxman, por Degas, Gauguin, Toulouse-Lautrec, Matisse, Modigliani y, sobre todo, por Picasso. Y, sin embargo, hasta hace bien poco, refractario ante el juicio de la mayor¨ªa de cr¨ªticos e historiadores del arte. Esto ya, de entrada, convirti¨® en un escollo su proyecci¨®n literaria, incluso en un momento en que los artistas se convirtieron en una figura legendaria, transformados en h¨¦roes de ficci¨®n. Tambi¨¦n es cierto que la morigerada vida de este longevo artista, que se cas¨® dos veces por el procedimiento nupcial de conveniencia, y de biograf¨ªa irreprochable, sin m¨¢s esc¨¢ndalos que los que produjo hasta cierto momento su obra, careci¨® del mordiente romancesco para activar la desenfrenada imaginaci¨®n de los novelistas y dramaturgos de su ¨¦poca y de la nuestra, cautivados por las existencias rebeldes y perdularias, para los que una vida tr¨¢gica, pre?ada de lances escandalosos, era mucho m¨¢s importante que la singularidad revolucionaria de una obra.
Ingres fue el ¨²nico en llevar hasta el final unos postulados sin los cuales no habr¨ªa podido tener lugar el cubismo
A partir de estas premisas, y sin siquiera batir ning¨²n pico en el mercado, se comprende que sea dif¨ªcil hallar una proyecci¨®n literaria expl¨ªcita a partir de Ingres. Los m¨¢s avezados escritores franceses, competentes en la materia, como Baudelaire y Gautier, s¨ª se percataron de su genio bizarro, por utilizar la expresi¨®n que le dedic¨® el autor de Las flores del mal, pero todo ello formulado con cierta reluctancia, con reservas antip¨¢ticas. As¨ª y con todo, la novela de mayor proyecci¨®n m¨ªtica que se ha escrito sobre un artista de ficci¨®n, La obra maestra desconocida, de Balzac, donde un pintor llamado Frenhofer, activo durante el primer tercio del siglo XVII, enloquece en pos de la quimera de lo magistral, siempre me pareci¨® que impl¨ªcitamente cuadraba con Ingres mejor que con cualquiera de los m¨¢s estruendosos de sus contempor¨¢neos rom¨¢nticos. Porque Ingres, relacionado inicialmente con los radicales ultracl¨¢sicos del romanticismo de la l¨ªnea, quiz¨¢ fue el ¨²nico en llevar intransigentemente hasta el final unos postulados, sin los cuales no habr¨ªa podido tener lugar el cubismo, la clave de la b¨®veda de todas las vanguardias hasta la actualidad. Por lo dem¨¢s, como el Frenhofer de Balzac, Ingres buscaba la cifra del universo a trav¨¦s del desnudo femenino, dio la espalda al mundo sin manifestarlo, cual un fil¨®sofo o un monje del arte, y acab¨® convirtiendo la er¨®tica belleza de la mujer en un amasijo abstracto de l¨ªneas con el ¨²nico resto figurativo discernible de un pie perfecto, quiz¨¢ porque le falt¨® tiempo para emborronarlo. La ¨²nica diferencia entre ambos consisti¨® en que Ingres, a diferencia de Frenhofer, no se suicid¨® al ser consciente de lo que destructivamente hab¨ªa hecho, pero, renunciando a este pat¨¦tico final, prefiri¨® envejecer y, de esta manera, ser tambi¨¦n, por el exceso de la insistencia, un dandi.
De todas formas, algo de impenetrablemente misteriosos hab¨ªa en Ingres como para que sus cr¨ªticos contempor¨¢neos m¨¢s sagaces lo calificaran de ¡°chino¡±, como Th¨¦odore Silvestre, que, al contemplar su Edipo y la Esfinge, lo describi¨® como la obra de ¡°un chino extraviado por las ruinas de Atenas¡±, y, sobre todo, Baudelaire, que afirm¨® que ¡°su pintura es plana como un mosaico chino¡±. Exacto: la obra de un pintor que no cej¨® de embutir en la planitud bidimensional de un cuadro la falsa ilusi¨®n perspectiva de las tres dimensiones: la bizarrer¨ªa de ese loco que alumbr¨® el arte moderno casi sin darse cuenta.
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