De cuando el piano de Tom Waits se emborrachaba tanto como ¨¦l
Es el arquetipo de canci¨®n que le identifica: el fil¨®sofo de barrio que te encuentras en la barra de un bar borracho y sin paradero conocido
¡°Sigo sin pagar m¨¢s de seis d¨®lares por un traje. Cuando sal¨ª por primera vez de gira, era muy supersticioso; llevaba en escena los mismos trajes hasta que los gastaba. A menudo part¨ªamos a primera hora de la ma?ana. Detestaba todo el ritual de vestirme, por lo que muchas veces me tiraba en la cama vestido con mi traje y mis zapatos, listo para levantarme en cualquier momento. Me cubr¨ªa con la s¨¢bana y dorm¨ªa vestido, lo hice durante a?os. Dej¨¦ de hacerlo al casarme. A mi mujer no le gusta. Siempre que se va un par de d¨ªas, me pongo un traje y me meto en la cama, pero ella siempre se da cuenta¡±. En el libro Innocent when you dream: The Tom Waits Reader de Mac Montandon, de entre las miles de an¨¦cdotas que cuenta el m¨²sico californiano en entrevistas (unas verdaderas y muchas inventadas), ¨¦sta es una de las m¨¢s divertidas, es la exaltaci¨®n del surrealismo.
Es su travesura favorita ahora que est¨¢ sobrio. En los setenta era habitual, al llegar al motel de turno tras la actuaci¨®n de esa noche, la tasa de alcohol en sangre superaba el m¨¢ximo exigido. Es decir, Tom Waits se excusaba en su piano, era ese armatoste que aporreaba el que beb¨ªa compulsivamente.
Tras alguna experiencia nefasta en Am¨¦rica a mediados de los setenta, Waits viaja a Europa. ¡°Estaba all¨ª por primera vez. Me sent¨ªa como un soldado lejos de casa, bebiendo en aquella esquina del bar sin dinero, perdido. Con la llave de hotel en el bolsillo, y sin saber d¨®nde estaba¡±. Afortunadamente para ¨¦l, en 1980 conoci¨® a Kathleen Brennan en el plat¨® donde se rodaba el film One from the Herat y le llev¨® por la senda del bien, en lo personal y en lo profesional. Estaba a las puertas de su trilog¨ªa gloriosa para Island Records, con ¨¢lbumes como Swordfishtrombones, Rain dogs y Franks wild years. Era el inicio de una etapa distinta, ah¨ª el baladista taciturno pasaba m¨¢s de puntillas. En 1976 public¨® Small change, quiz¨¢s el disco m¨¢s equilibrado de ese periplo de baladista, y entre sus surcos estaba The piano has been drinking (not me). Tom Waits establece un dialogo exclusivo con su piano, le explica historias incoherentes, interpreta la realidad a su antojo; los peri¨®dicos enga?an, los ceniceros se jubilan, hay gramolas que orinan y taquillas que babean sin cesar.
En aquel entonces Tom Waits era el prototipo de baladista beatnik; ten¨ªa fijaci¨®n por los relatos paranoicos de Charles Bukowski, por los mitos en la carretera de Jack Kerouac o conservaba el deseo fugaz de estar callejeando por Nueva Orleans (en Small Change tambi¨¦n est¨¢ el corte I wish i was in New Orleans), con el jazz como hu¨ªda y el camino se?alado hasta la perdici¨®n. En The piano has been drinking (not me) hay una entrada de piano t¨ªmida, corta y melanc¨®lica, su voz evoca m¨¢s en esta ocasi¨®n a la de Louis Armstrong que a la de Howlin? Wolf. Es el arquetipo de canci¨®n que le identifica: el fil¨®sofo de barrio que te encuentras en la barra de un bar borracho y sin paradero conocido. The piano has been drinking (not me) es una canci¨®n con aroma a despedida, ideal para el momento de bajar la persiana. Esta pieza tiene dedicatoria; a su amigo Pete King, co-fundador del Ronnie?s Scott Jazz Club. En este m¨ªtico local londinense toc¨® en 1976 hasta 13 noches seguidas. Otras tantas veces en las que el que bebi¨® fue el piano y nunca el m¨²sico de Pomona.
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